Los límites del patriotismo y la “ciudadanía mundial” - Razón Pública
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Los límites del patriotismo y la “ciudadanía mundial”

Escrito por Paola Molano

Martha Nussbaum

Paola MolanoCuando los grandes problemas son globales más que nacionales, gana fuerza la idea de la “ciudadanía mundial”. Sin embargo, el cosmopolitismo como base de la humanidad no puede verse solo desde el Norte. 

Paola Molano Ayala*

Los límites del patriotismo. Identidad, pertenencia y “ciudadanía mundial”.
Martha Nussbaum (Ed).
Editorial Paidós.
Segunda edición: 2012.
173 pág.

Problemas globales

En junio pasado diecisiete migrantes ilegales provenientes del suroriente de Asia fueron encontrados en la costa pacífica colombiana; otros siete cubanos, también ilegales, fueron hallados días después en el Golfo de Urabá. ¿Qué tenían en común estás personas? que su  destino final era Estados Unidos.

En ocho años las autoridades migratorias han identificado más de tres mil migrantes ilegales que tienen como país de tránsito a Colombia y como destino el país del norte. Estas cifras no son tan grandes como las de Centroamérica, pero es probable que los migrantes de paso se sumen a los centroamericanos y tengan que enfrentar horrores como subirse al tren de carga “La Bestia” que se devora cada año a decenas de personas que anhelaban el “sueño americano”.

La educación debe ser el motor del cosmopolitismo.

La rigidez de las políticas de inmigración es uno de los ejemplos que obliga a preguntarse en qué medida las decisiones nacionales tienen incidencia en lo internacional, más allá de la relación entre Estados.

En casos como este y muchos otros (cooperación internacional, crisis ambiental global, narcotráfico, epidemias como el ébola…) la discusión está dada mayormente por los países poderosos y por supuesto desde su perspectiva.

Martha Nussbaum, en su artículo “Patriotismo y cosmopolitismo”, en torno al cual gira el libro Los límites del patriotismo, da cuenta de la importancia de pensar la pertinencia de actitudes patrióticas o cosmopolitas teniendo en cuenta que estas repercuten sobre cómo las personas perciben a los otros y en cómo toman decisiones los Estados.

En el resto del libro, dieciséis académicos en escritos individuales presentan sus posiciones frente a la propuesta de Nussbaum, compartiéndola o poniéndola en entredicho, pero en cualquier caso aportando visiones diversas.

migrantes centroamericanos atraviesan México en “La Bestia” con destino a Estados Unidos.
Cientos de miles de migrantes centroamericanos
atraviesan México en “La Bestia” con destino a
Estados Unidos.
Foto: Peter Haden

El centro de la discusión

Nussbaum aboga por la idea de reconocimiento de los estadounidenses como ciudadanos del mundo, con el fin de que cada uno asuma un compromiso con toda la humanidad. Señala los riesgos de los sentimientos asociados con pertenencias a grupos o comunidades, y subraya los peligros de estos para la justicia y la igualdad, como son la negación de derechos a personas que no comparten la pertenencia o incluso formas de violencia como el holocausto judío.

La autora asocia el patriotismo con la excesiva importancia que se le da a la pertenencia a un Estado-nación, principalmente, pero también a la pertenencia a otros grupos.

Por otro lado, al cosmopolitismo lo define como la actitud de igual valoración, compromiso y respeto a toda la humanidad, independientemente de fronteras estatales o de cualquier otro tipo de pertenencia a un grupo particular (religión, etnia, género etc.).

Nussbaum resalta que la educación debe ser el motor del cosmopolitismo. En lugar de fomentar características moralmente irrelevantes (nacionalidad, género, raza etc.) debe propenderse por una educación cosmopolita donde se enseñe que los estudiantes “son ciudadanos de un mundo de seres humanos y que, aunque ellos se encuentren situados en  Estados Unidos, tienen que compartir este mundo con los ciudadanos de otros países”.

Para eso la educación debería no enfocarse sobre Estados Unidos y empezar a aprender de otros contextos nacionales. La autora afirma que los individuos deben valorar desde los círculos más cercanos (como la familia) hasta los más lejanos, como la humanidad en su totalidad.

Su principal idea es que se valore a todos de la misma manera, pues la humanidad es la que da el valor y no otras características.

Por lo tanto, lo coherente es actuar con respeto y compromiso hacia toda la humanidad. Las consecuencias de esta posición no son solamente éticas sino que redundan en la forma como se toman las decisiones individuales, locales y globales.

Críticas al cosmopolitismo

Los ensayos en respuesta a Martha Nussbaum son diversos y apuntan a aspectos teóricos y prácticos, siempre desde un referente estadounidense y analizando cómo debería ser Estados Unidos en su relación con países no tan poderosos.

Las posiciones frente a lo propuesto por la autora se sintetizan en críticas a:

I) La dificultad de concretar la idea de cosmopolitismo y las dificultades de precisar su contenido,

II) El rechazo que hace la autora de la pertenencia a comunidades pequeñas, y

III) Su ataque frontal al patriotismo.

– Varios de los autores señalan que el cosmopolitismo y la “ciudadanía global” son conceptos abstractos, sin contenido, inaplicables, que buscan homogenizar y no tienen en cuenta las diversas ideas de lo universal y de lo bueno.

Varios de los autores señalan que el cosmopolitismo y la “ciudadanía global” son conceptos abstractos, sin contenido.

– El segundo grupo de críticas se dirige a señalar que el desprecio de Nussbaum por la pertenencia a comunidades pequeñas es contraproducente y desconoce las formas más básicas de sociabilidad de los individuos.

– Finalmente, un tercer grupo de críticas reconoce la importancia del cosmopolitismo pero no como el opuesto del patriotismo. Señalan que el patriotismo localiza las lealtades y favorece el desarrollo democrático a través del fortalecimiento de la identificación mutual y la pertenencia a un grupo.

Salón de clase del colegio Birch Meadow en Reading, Massachusetts.
Salón de clase del colegio Birch Meadow en
Reading, Massachusetts.
​Foto: Massachusetts Education Secretary Matt Malone

La respuesta de Nussbaum

La autora recalca que su intención es reivindicar el igual valor que tienen todos los individuos y demostrar la irrelevancia moral que tienen categorías como la religión o el género, no porque no sean valiosas para las personas sino porque no afectan la condición de humanidad.

El valor de la humanidad, señala, es lo que quiere subrayar cuando se refiere a la educación: enseñar a reconocer la humanidad en el desconocido, no es fomentar el desprecio por lo propio. El reto está en buscar la forma de no jerarquizar la diversidad, que el valor dado a, por ejemplo, un hijo, no implique que se asuma que el hijo de otro es menos valioso.

Asimismo, señala que se necesitan normas que institucionalicen el igual valor dado a las personas, porque es una aspiración que no se puede dar por fuera del Estado, aunque esto no implica que se necesite algo como un Estado mundial.

Y el cosmopolitismo del Sur?

No deja de parecer sospechosa la idea que irradia de todos los textos de la obra: la afirmación de Nussbaum según la cual “por encima de todo somos ciudadanos estadounidenses”. Además, las reflexiones de cada uno de los autores apuntan principalmente al papel de Estados poderosos.

Sin embargo, el cosmopolitismo y el patriotismo son asuntos que también tienen que ser pensado desde otros lugares, pues la determinación de las relaciones entre los Estados y entre los individuos no pueden estar regidas por la imposición de las condiciones de juego desde los poderosos.

Cuando se habla desde lugares privilegiados (como las universidades más prestigiosas de Estados Unidos) se pierden de vista las particularidades que ninguno parece tener en cuenta, y no es lo mismo la relación que se teje entre Estados poderosos que aquella asimétrica que se da entre uno poderoso y otro que no lo es.

La propuesta es éticamente atractiva pero en la práctica, con tanta desigualdad interestatal, resulta discutible por decir lo menos.

Me queda la duda de cuáles habrían sido las preocupaciones planteadas por alguien con la tradición, los valores y las prácticas de otras latitudes. Hablar con otras voces también es un reconocimiento (y apuesta real) del cosmopolitismo y de la apertura democrática, principalmente cuando muchos de los problemas mundiales más graves (como la migración ilegal) también afectan a los países pobres y sin poder.

Cuando se quiere discutir sobre los temas abordados en esta obra, oír las voces provenientes de distintas geografías tiene toda la relevancia al menos por coherencia sustantiva y metodológica.

Las aristas aportadas por otro tipo de interlocutores podrían hacer más compleja esta discusión, ya de por sí difícil, pero también aportaría elementos para la armonización y la generalización, disminuyendo así un riesgo –paradójico- del cosmopolitismo: que se convierta en la justificación ética y teórica de la imposición política.

 

* Estudiante de la maestría en Estudios Políticos del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional

 

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