Lo bueno de la noticia es el aumento notable de viajeros a Colombia, lo malo es que tantos sean atraídos por el “turismo sexual”. Un verdadero escándalo.
Alexánder Restrepo Ramírez*
La nueva imagen de Colombia
Desde hace por lo menos una década, hemos visto el aumento en el flujo de extranjeros que llegan a Colombia, bien sea por turismo, trabajo, negocios o fines personales.
Por un parte esto parece deberse a que se ha consolidado la imagen de Colombia como una “democracia sólida”. Por otro parte a que la paz entre el Estado y las FARC haya aumentado la confianza en la seguridad del país. Tras el Acuerdo de La Habana se han descubierto zonas de reserva natural que antes estaban vedadas por el conflicto armado.
Colombia trata de mejorar su imagen:
Hace poco por ejemplo se publicó un artículo de prensa referente a la búsqueda de otro tipo de turistas atraídos por el potencial científico que ofrece nuestro territorio.
También cabe recordar la controvertida campaña Colombia es pasión de 2004 que intentó “promocionar” al país haciendo uso de un cierto chauvinismo. Esta campaña obedeció a la necesidad de atraer inversión extranjera, comercio exterior y relaciones internacionales, y a la especial necesidad de mejorar la imagen del país que habían dejado las décadas de los años 80 y 90: el narcotráfico, el sicariato, la confrontación con los grupos insurgentes y el paramilitarismo eran una manta negra que cubría a Colombia.
De hecho, aún se oyen testimonios sobre la discriminación directa o indirecta que sufren algunos compatriotas en el extranjero a manos de las autoridades de inmigración u otros ciudadanos. Incluso ha llegado a hablarse de “anti-colombianismo”.
A diferencia de cómo somos recibidos en otros países, Colombia parece destacarse por el trato deferente, hospitalario e incluso subalterno que se extiende a los visitantes extranjeros, sobre todo de ciertas nacionalidades. De hecho, varios gremios turísticos y del sector servicios celebran que en 2017 Colombia hubiese superado su propia marca en la entrada de extranjeros, pasando en los últimos diez años de 2,5 millones a 6 millones de visitantes, aunque no se especifican las razones de tales visitas.
La imagen deteriorada
![]() Turismo Foto: Presidencia de la República |
Contrariamente a otros países, donde existen controles migratorios rigurosos como decir solicitudes de ingreso y visado, en Colombia estos controles no son muy minuciosos. Esto al menos en parte explicaría los casos de extranjeros vinculados con actividades ilícitas en nuestro territorio. Por ese motivo el director de Migración Colombia, Christian Krüger, afirmó recientemente: “Como autoridad migratoria rechazamos tajantemente aquellos comportamientos que no solo afectan la convivencia, sino que además van en deterioro de la imagen de nuestro país en el exterior”.
Las intenciones de venir a Colombia son todas menos la admiración, deseo o ilusión por conocer las maravillas del país
Bajo esas circunstancias, en tiempos más recientes se han venido ventilando eventos de suprema vergüenza, como son el “turismo sexual”, el “tour de la violación”, el “turismo psicotrópico” o el “narco-turismo”.
Las intenciones de venir a Colombia son todas menos la admiración, deseo o ilusión por conocer las maravillas del país, como podría sentir cualquier colombiano en otros países.
Le recomendamos: Turismo sexual: debemos combinar todas las formas de lucha
¿De verdad nos beneficia?
Considero que ha llegado la hora de poner en tela de juicio la imagen que debemos tener de algunos extranjeros que nos vistan con tanta constancia y en grandes volúmenes.
Algunos dirán que el desarrollo turístico es fundamental para la economía colombiana, pero yo aquí no lo estoy discutiendo. Seguramente muchos extranjeros llegan a Colombia con propósitos netamente comerciales, industriales, laborales, o verdaderamente turísticos, lo cual es loable siempre y cuando respeten las leyes de Colombia.
Pero no podremos aceptar que el extranjero, por su condición aparente de un turista que beneficia al país porque gaste algunos dólares, tenga que ser respetado a priori.
Ya Mandeville y Adam Smith notaron que las leyes y beneficios del mercado no dependen de la bondad sino del interés personal de cada uno. O sea que en toda transacción económica o compraventa, al vendedor y al comprador no les importa el fin o la intención moral sino que ella satisfaga las necesidades de cada una de las partes.
Siguiendo esta lógica, algunos intentaron reducir la importancia de los casos de prostitución reportados en Cartagena cuando afirmaron que la captura de la “Madame”, afectaba la creación de empleo y condenaba a muchas mujeres a vivir en la pobreza. Precisamente, se identificó en Cartagena una red de “tráfico” sexual con mujeres de bajos recursos y menores de edad y se conoció que el círculo de clientes estaba constituido también por extranjeros.
Algunos de estos extranjeros, seguro hacen parte de las cifras que desde el año pasado los ministerios de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (MINTIC), de Comercio, Industria y Turismo, y el gremio que agrupa agencias de viajes y hoteles, celebran como un gran logro.
Desde esa perspectiva, cualquier persona podría creer ingenuamente que esas múltiples visitas nos benefician de manera especial. Pero por influido que pueda estar por criterios utilitarios, en ningún razonamiento moral cabe la idea de que tal llegada masiva de turistas es buena mientras mueva la economía, incluso si se trata de micro-tráfico o de comercio sexual.
No quiero con esto criticar el carácter moral de una ocupación u otra, puesto que toda persona tiene el derecho constitucional de escoger su profesión u oficio. En todo caso no creo que la prostitución sea inmoral siempre y cuando se ejerza a voluntad y dentro de la ley.
Pero aun entonces sigue siendo una falacia suponer que todo lo que contribuya aparentemente a solucionar un problema social sea bueno de por sí.
De hecho, algunas personas podrían argumentar que no se debería reprochar moralmente al turista que accede a tales “bienes y servicios”, puesto que simplemente participa de las leyes de la oferta y la demanda.
Puede leer: Turismo negro en Medellín: ¿plata o plomo?, ¿memoria o reparación?
Nuevo colonialismo
![]() ¿Es conveniente que los turistas vengan por mujeres, droga o por el narcotour? Foto: Revista Errata |
Parece una forma revivida de explotación colonial el que tantos turistas se crean en el derecho de tomar al país como un lupanar, o el lugar para dar rienda suelta a sus más burdos impulsos.
Recordemos el caso de un turista que el año pasado fue fotografiado “cabalgando” desnudo sobre una estatua de Botero en la Plaza Santo Domingo, o a los turistas israelitas que humillaron a algunos policías cuando les llamaron la atención por fumar marihuana en una playa de Cartagena.
Parecería que la colonia nunca hubiera terminado. Los países tradicionalmente colonialistas todavía tienen la falsa imagen de ser superiores. Una imagen que les da “permiso” de romper las normas de nuestros países. No somos los colombianos quienes primero habríamos de avergonzarnos ante este tipo de turismo.
Parece una forma revivida de explotación colonial el que tantos turistas se crean en el derecho de tomar al país como un lupanar
Recientemente en Colombia se ha despertado un malestar general como respuesta a ese tipo de turismo. Algunos turistas no llegan para admirar nuestra riqueza natural o cultural, sino atraídos por intereses heredados del narcotráfico y de las producciones televisivas que se obstinan por puro afán de lucro en reproducir estereotipos sobre mafia, sexo y violencia como si no fuéramos –sin duda ninguna- mucho más que eso.
Esperamos que esos cientos, miles o millones de “turistas” que nos visitan, no tomen más a nuestro pueblo como un objeto de su morbo malsano. Como si fuera una gran hazaña volver a sus países y contar que se acostaron con una latina, o que probaron la coca colombiana, o que violaron la ley sin que ninguna autoridad se atreviera a imponerles alguna sanción y que, por el contrario, la burlaron impunemente siendo ésta precisamente una representante del Estado.
Le recomendamos: ¿Conservación para el turismo o turismo para la conservación?
En conclusión, cuando hablamos de la ética del turista nos referimos a la mínima consideración que un visitante foráneo debería tener por la cultura, las leyes y la dignidad del territorio que libremente accede a conocer.
Para eso es necesario dejar de reproducir la idea de que hay países superiores cultural, racial, étnica o económicamente.
*Candidato a doctor en Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Nacional, magíster en Filosofía del Derecho de la Universidad Libre y Filósofo de la Universidad de La Salle.