La nueva administración de Estados Unidos parece estar en contra de algunos de los valores que siempre ha defendido la nación estadounidense. ¿Cómo seguir creyendo en la libertad y la integración social y económica en tiempos de Trump?
Luis Alejandro Arévalo*
Tiempos de miedo y aislacionismo
Tal vez las teorías de la ciencia política pueden ayudar a explicar lo que está sucediendo en el proceso político global de principios del siglo XXI. Por eso se acumulan en los medios todos los días las teorías más complejas sobre participación política, mercantilización de lo político, debilitamiento de los partidos y la consecuente llegada de actores externos con discursos que buscan cautivar masas, generalmente en contra del establecimiento.
Por ejemplo, es bien conocida la estrategia de poner la atención en temas internacionales para generar efectos específicos locales. En este caso los motivos son perfectamente claros: la globalización ha dejado ganadores y perdedores de manera inevitable, al punto de que hoy se está hablando del fin de la globalización.
Quienes se sienten perdedores de alguna manera son los que masivamente han salido a “quejarse” contra ella. En Estados Unidos, en Reino Unido, en Francia, en Holanda y en Austria, entre otros, se puede percibir la configuración mas o menos fuerte de discursos contra la Unión Europea que reclaman la “soberanía” sobre su “trozo” del mercado.
Lo paradójico es que Alemania, uno de los motores de la UE, es la que más ha invertido en este proyecto y su inversión ha llevado a importantes cambios socioeconómicos en otras regiones de Europa. Pero sin duda la Unión requiere profundas reformas en sus mecanismos de participación y representación, así como en el enfoque en temas fronterizos, de refugiados, de seguridad, estabilidad social y política, y en la promoción de los valores universales que fundan su existencia.
En Estados Unidos quienes se sienten perdedores con la globalización apoyaron en gran medida a Donald Trump, al punto de que varios votantes no republicanos, pero que se han sentidos afectados por la globalización, salieron a votar por un discurso que “pusiera freno a todo aquello”.
Las ordenes ejecutivas que el presidente Trump ha expedido recientemente ciertamente han tomado por sorpresa a muchos, pero en realidad corresponden a lo que el candidato había prometido en su campaña. Sin embargo, según la prensa de Estados Unidos, las filtraciones que salen de la Casa Blanca parecen demostrar un nivel importante de improvisación en los procedimientos de estas órdenes.
Además, hay un trazo común en ellas que preocupa a algunos: su componente racial, pues todas ellas afectan directamente a poblaciones como la indígena americana, la mexicana y la musulmana, sin mencionar los asuntos de mercado o de muros con países vecinos.
Una vez más la agenda política y de seguridad define la relación de Estados Unidos con otros países.
Parece que una vez más la agenda política y de seguridad define la relación de Estados Unidos con otros países. El ejemplo de la Política de Seguridad Nacional de 2002, adoptada por George W. Bush, y los tratados bilaterales de libre comercio modelaron la política exterior de Estados Unidos desde el 11 de septiembre. Hoy, por el contrario, es posible que la estrategia de los TLC haya cumplido su ciclo.
Agazapados en una interpretación borrosa del concepto de soberanía, los nacionalistas confunden autonomía con aislacionismo y seguridad con temor. Pero la libertad siempre ha significado integración, más producción, movilidad social y una política dinámica.
América Latina en el nuevo contexto
![]() Políticas exteriores de Estados Unidos, un punto importante para el mundo. Foto: Casa de América |
Colombia parece haber privilegiado en su relación con Estados Unidos la seguridad y la cooperación en negocios bilaterales al proponer precisamente a un exministro de Defensa como cabeza de su misión diplomática ante ese país.
A pesar de que en el papel la relación de Colombia con Estados Unidos trasciende las dinámicas partidistas, la realidad es que hemos visto importantes cambios en la manera de orientar las relaciones con Colombia según se trate de administraciones republicanas o demócratas. Sin embargo, se mantienen dos elementos comunes en esta relación:
- El interés en sostener la política de erradicación de cultivos ilícitos y lucha contra las mafias y negocios derivados de las drogas,
- Colombia sigue apareciendo como un aliado de importancia estratégica, particularmente en lo relacionado con Centroamérica, Venezuela y Ecuador.
No obstante, la posición norteamericana sobre el Plan Colombia y el proceso de consolidación y mantenimiento de la paz ha dejado importantes interrogantes respecto al proceso de justicia transicional en nuestro país y el problema de la corrupción en América Latina.
Este último asunto también refleja la complejidad de la relación de Estados Unidos con México, América Central y las dinámicas del negocio del narcotráfico. Desde 2002, en el documento oficial de la Política de Seguridad y Defensa de Estados Unidos, se preveía la compleja relación entre instituciones políticas, narcotráfico y corrupción en América Latina, así como el potencial peligro que ello representa para las estructuras de los Estados del continente.
El narcotráfico se presenta hoy como un asunto transversal, incluso para el proceso de implementación y consolidación de la paz en Colombia, y como un agente que distorsiona la economía, la política, la sociedad y la cultura al sur de Estados Unidos.
¿Qué sigue?
![]() Narcotrafico, punto clave frente a las relaciones de Estados Unidos y Latinoamérica. Foto: Policía Nacional de Colombia |
Hace 10 años se confiaba en que Estados Unidos pudiera mantener un lugar hegemónico en la globalización, mientras otros países tomaban lo que podían en los aspectos financiero, tecnológico, político, demográfico y cultural. Entre estos últimos, el caso de China era emblemático: una “economía de mercado” pero sin sistema democrático y con serios problemas en temas de libertades individuales.
El resurgimiento de los Estados como actores preponderantes tras el decaimiento de las instituciones internacionales y las organizaciones regionales debilitó el frágil sistema de gobernanza global. Ante este período de debilidad de las instituciones globales se ha fortalecido el radio de acción de los Estados en temas relacionados con la integración económica, al tiempo que estos han buscado proteger sus intereses y han socavando los complejos lazos que se han tejido entre las naciones más allá de sus instituciones.
La libertad de movimiento es uno de los valores principales de una sociedad de libre mercado.
Pero no debemos olvidar que la libertad de movimiento es uno de los valores principales de una sociedad de libre mercado. Los individuos deben poder desplazarse para desarrollarse profesionalmente, trabajar, compartir y crecer con otros. Las sociedades que históricamente han abrazado estas prácticas han mostrado crecimiento en todos los sentidos, especialmente en el cultural, y Estados Unidos es una prueba viviente de ello.
El efecto que produce el discurso nacionalista, aislacionista y proteccionista parece confirmar las teorías de Henri Bergson sobre los ciclos de apertura y repliegue de las sociedades en sus valores, pues el balance social y político se mantiene gracias a una especie de movimiento de sístole y diástole.
Por eso hay que evaluar los alcances de las ordenes ejecutivas recientemente expedidas por la Casa Blanca en la medida en que amenacen la libertad de los individuos. ¿Con ellas se afecta la libertad de quienes son cuestionados por su origen étnico o religioso? ¿Se afecta la libertad cuando no se permite el tránsito de estudiantes internacionales entre ciertos países y Estados Unidos? ¿Se afecta la libertad individual si la libre expresión se censura o se castiga? ¿Se afecta la libertad económica al interferir con los planes de negocios de multinacionales en territorio norteamericano?
* Politólogo internacionalista y director de Relaciones Internacionales Universidad EAN.