No se trata de una discusión irrelevante -y así lo muestra la experiencia internacional-. Se trata de saber si la pregunta apela más al anhelo de paz de los colombianos que al conocimiento del Acuerdo firmado entre el gobierno y las FARC.
Julián Andrés Caicedo*
La democracia directa
Hace unas décadas José Ortega y Gasset declaró en su famosa Rebelión de las Masas que “la salud de la democracia depende de un mísero detalle técnico: el procedimiento electoral, si el régimen de cromáticos es acertado -si se ajusta a la realidad- todo va bien, si no, aunque el resto marche óptimamente, todo va mal”. La frase refleja la sencillez y la fragilidad de la democracia. Por eso no es casual que “una simple pregunta” se haya convertido en días recientes en el tema central de nuestra vida social y política.
Suponiendo que la democracia formal de nuestros países es un procedimiento que otorga la legitimidad gubernamental de los Estados a través del voto -y a muy bajo costo-, la democracia directa se abrió paso en años recientes como un mecanismo para que los ciudadanos decidan o emitan su opinión en las urnas, y que no forma parte del proceso electoral regular de autoridades.
En años recientes el plebiscito y el referendo han formado parte del escenario político en todo el mundo.
Los mecanismos de democracia directa funcionan en tanto que la ciudadanía activa identifique una posibilidad de formalizar su decisión en el juego político, sin que le asista exclusivamente su interés de veto o “choque” con el poder instituido.
En el escenario de “inestabilidad constitucional” de las democracias formales latinoamericanas, desde 1980 once países modificaron sus constituciones, y varios de ellos incluso lo hicieron posteriormente a través de nuevas reformas. Esto lleva a pensar que una ciudadanía informada y empoderada podría promover -sin excesos- nuevas arquitecturas institucionales a través de mejores y más incluyentes instrumentos de gobierno.
La experiencia internacional
![]() Propaganda a favor del Referéndum Constitucional de Venezuela en 2009. Foto: Wikimedia Commons |
En años recientes el plebiscito y el referendo han formado parte del escenario político en todo el mundo. Aquí algunos ejemplos y sus implicaciones directas:
- Brexit: En junio pasado los ciudadanos de Reino Unido fueron a las urnas para decidir sobre su futuro en la Unión Europea. La elección fue polémica porque muchas personas manifestaron haber votado por el No creyendo que no ganaría. La pregunta inicial fue:
¿Debe el Reino Unido seguir siendo miembro de la Unión Europea?
Respuestas:
1. Sí
2. No
La Comisión Electoral intervino por la polémica que produjo la pregunta y decidió modificarla así:
¿Debe el Reino Unido continuar siendo miembro de la Unión Europea o debe dejar la Unión Europea?
Respuestas:
1. Continuar como miembro de la UE
2. Dejar la UE.
Ganó la opción de “dejar la UE” con 17,4 millones de votos contra 16,5 que pedían continuar dentro de ella.
- Derechos de parejas homosexuales en Eslovenia (20 de diciembre de 2015). El parlamento de este país ya había concedido a las parejas del mismo sexo los mismos derechos que a las heterosexuales, incluidos el matrimonio y la adopción de niños. La pregunta fue:
¿Está usted a favor de la entrada en vigor de la ley sobre enmiendas y complementos de la ley del matrimonio y familia, que el Parlamento aprobó el 3 de marzo de 2015?
El No ganó con 63,36 por ciento de los votos contra 35,5 por ciento que apoyaron el Sí, anulando la igualdad de derechos de las parejas del mismo sexo.
- Fin del Apartheid. El 17 de marzo de 1992 los ciudadanos blancos habilitados para votar en Sudáfrica fueron a las urnas para refrendar las negociaciones que el presidente, Frederick de Klerk, adelantaba con los manifestantes negros que pedían el fin del Apartheid. La pregunta fue:
¿Apoya la continuación del proceso de reforma que el Presidente inició el 2 de febrero de 1990 y que está dirigido a crear una nueva Constitución a través de la negociación?
El Sí ganó con 1,9 millones de votos frente a 875 mil del No. Dos años después se llevaron a cabo las primeras elecciones multirraciales en las que fue ganador Nelson Mandela.
- Chile. El plebiscito nacional bajo el régimen militar se llevó a cabo el 5 de octubre de 1988, para decidir si Augusto Pinochet seguía o no en el poder hasta el 11 de marzo de 1997. No había una pregunta en estricto sentido, solo el nombre de Pinochet y en la parte inferior Sí y No.
El resultado fue de 44,01 por ciento por el Sí y de 55,99 por ciento por el No. El triunfo del No implicó la convocatoria de elecciones democráticas conjuntas de presidente y parlamentarios que condujeron tanto al fin de la dictadura como al comienzo del período llamado transición a la democracia.
Los plebiscitos en Colombia
El más reciente plebiscito en Colombia data de 1957, cuando fueron convocados hombres y mujeres mayores de veintiún años para definir cada uno de los puntos planteados por el gobierno nacional:
- Que los partidos tradicionales tuvieran equilibrio de poderes,
- Que la Presidencia de la República fuera alternada entre los dos partidos tradicionales durante doce años (el Frente Nacional), y
- Que las mujeres tuvieran los mismos derechos políticos que los hombres, incluyendo el derecho a votar.
Desde la Constitución de 1991 no se ha convocado otra Asamblea Constituyente, ni consulta popular de carácter nacional. Sin embargo sí se han llevado a cabo quince consultas municipales y dos distritales (en Bogotá).
Sobre la base del derecho al voto se han abierto paso iniciativas como Voto Caribe, que en marzo cumplió seis años, y que obtuvo 2.502.726 votos “a favor de la constitución de la región Caribe como una entidad territorial de derecho público, con autonomía para la gestión de sus intereses, que promueva el desarrollo económico y social de nuestro territorio dentro del Estado y la Constitución colombiana.”
La pregunta del plebiscito
![]() Plebiscito de 1957 bajo la presidencia del General Gustavo Rojas Pinilla. Foto: Banco de la República |
Para muchos, la pregunta del plebiscito del 2 de octubre (¿Apoya usted el Acuerdo Final para terminar el conflicto y construir una paz estable y duradera?) es tendenciosa porque lleva al votante a una inferencia lógica: Sí. Incluso es un juego de semántica porque el Centro Democrático, partido que lidera la campaña por el No, ha señalado que sí apoya la paz pero no los acuerdos con las FARC. Es decir, rechazan la primera parte de la pregunta y aceptan la segunda.
Sin embargo la pregunta integra dos elementos sustantivos para la historia reciente de Colombia:
- Primero, la pregunta hace referencia directa a la terminación del conflicto y a una oportunidad para nuevos actores en la ruta institucional, constitucional y electoral que implicaría “la paz estable y duradera”. La pregunta y su casi segura refrendación popular obligan al Estado colombiano a asumir su responsabilidad en la administración de las diferencias y en la presencia integral en los territorios.
- En segundo lugar, la pregunta se refiere a un proceso de construcción colectiva porque la paz estable y duradera se garantiza con el concurso de todos. La construcción y estabilidad de la paz no se logran a través de leyes. No es un proceso que se decrete de facto. Necesita que toda la ciudadanía se reconozca como elemento sustantivo del juego institucional y que el Estado amplíe el marco de las garantías constitucionales, es decir el goce efectivo de derechos. Oficialismo, oposición y abstencionistas ingresan a un nuevo escenario “contrademocrático” donde la participación se piensa más allá del voto.
En relación con los ejemplos de otros países, la pregunta claramente es tendenciosa porque no emplea un lenguaje neutral y juega con un anhelo o esperanza: la paz estable y duradera. Difícilmente podrían existir argumentos válidos para un No. Pero el centro de la refrendación no es únicamente el deseo de paz. Lo que se pone en consideración es el Acuerdo Final entre el gobierno y las FARC, y estos últimos no son parte de la pregunta.
La Corte Constitucional señaló con precisión que el tema de la paz estable y duradera no debería incluirse en la pregunta, y que los descriptores (Acuerdo Final, gobierno, FARC) deberían ser los ejes en la refrendación popular.
La construcción y estabilidad de la paz no se logran a través de leyes.
Ahora bien, las pretensiones alrededor de una “paz estable y duradera” deben ser mínimas, ya que no están involucrados todos los actores armados en la firma de este acuerdo y no existe una garantía de que la finalización del conflicto sea absoluta.
Lo cierto es que de aparecer la palabra FARC, gobierno o Acuerdo Final -que hubiese sido lo más adecuado- probablemente los imaginarios mediáticos y colectivos que se han producido a través de los años recientes hubieran provocado sensaciones desfavorables para el Sí. Se trata en esencia de confianza institucional, que las nuevas generaciones tienen en pequeñas proporciones y que el gobierno agotó rápidamente. Lo demás está en las redes sociales y medios de comunicación: jueces y verdugos en búsqueda de la “verdad”.
Confiando más en la dinámica social que en la gubernamental, yo votaré Sí al plebiscito, no por el Acuerdo Final, sino por la posibilidad de materializar un anhelo. Paradójicamente, el que no debería estar en la tendenciosa pregunta: el de la paz estable y duradera.
* Politólogo de la Universidad del Cauca, doctor y Maestro en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México, candidato a Doctor en Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana de México, profesor Asociado de Ciencia Política de la Universidad del Cauca, consultor en temas de planeación del desarrollo, seguridad y convivencia.