La situación fiscal de Colombia: no es el momento de ignorar el problema - Razón Pública
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La situación fiscal de Colombia: no es el momento de ignorar el problema

Escrito por Maribel Castillo
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En la crisis económica y social actual, no podemos insistir en usar las mismas fórmulas económicas de siempre. ¿Por qué?

Maribel Castillo*
Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto.
Alejandra Pizarnik

Una reforma insostenible

El gobierno llamó a su reforma tributaria “Ley de Solidaridad Sostenible”, pero se vio obligado a retirarla por insostenible.

Esto dejó claro que el exministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, tenía un sentido común poco común. Hacía falta apenas que el exministro se asomara por la ventana de su camioneta o que viera las noticias para darse cuenta de que la gran mayoría de los colombianos —comenzando por los congresistas que debían aprobarla— no compartirían su reforma.

Carrasquilla prefirió tramitar su proyecto como si en Colombia no pasara nada y eso agravó el problema. Ahora debemos buscar recursos para combatir la crisis económica desencadenada por la pandemia y además para atender la grave crisis social que causó el mismo gobierno.

¿Era posible hacer una reforma tributaria sin gravar los productos alimenticios con IVA? Parece que sí, porque el nuevo ministro, José Manuel Restrepo, ya ni menciona esa propuesta. También descartó comprar nuevos aviones de guerra o eximir las grandes rentas.

En busca de la heterodoxia

Pero ¿tiene sentido seguir hablando de una reforma tributaria en medio del caos social que vivimos? Marshall decía que la ciencia económica y el quehacer de los economistas es usar el sentido común y organizar los hechos para tomar decisiones. En esa tarea no se puede ignorar el contexto social y político.

En las circunstancias actuales, los países más desarrollados han acudido a estrategias más o menos heterodoxas para combatir la crisis. Por ejemplo, han aumentado el gasto público a través de la deuda y han gravado a las empresas y a las personas que más pueden pagar, en especial si sus rentas pueden refugiarse en paraísos fiscales.

Carrasquilla prefirió tramitar su proyecto como si en Colombia no pasara nada y eso agravó el problema

¿Por qué nuestros economistas les temen a estas propuestas más heterodoxas? ¿Por qué es tan difícil gravar más a los que tienen más, y por qué el aumento de la deuda pública causa tanto temor? ¿Por qué el gobierno insiste en tomar decisiones como si aquí no pasara nada?

Que nos guste o no nos guste, en Colombia estamos lejos de que “no pase nada”. Podemos darnos el lujo de hacernos los que no saben e ignorar las cuestiones económicas de fondo. Podemos olvidarnos del agente económico que está en las calles, el de carne y hueso, que no sabe nada de “modelos perfectos” y que está cansado de esperar. Pero esto no cambiará la realidad.

Las reglas económicas deben adaptarse a la sociedad. Las fórmulas deben mejorarse para beneficiar a los que más perdieron con la crisis que causó la pandemia y que se ha agravado durante el último mes. La política económica debe ser pública, debe llegar al ciudadano de a pie y debe aumentar el bienestar social.

Llevamos años siendo uno de los países con mayor desigualdad. En el mercado laboral, las brechas de género son vergonzosas. Según el informe del DANE del 31 de marzo, por cada diez hombres que salieron del desempleo en abril solo una mujer pudo hacerlo.

El desempleo juvenil va en aumento y cada vez son más los Ninis (jóvenes que no estudian ni trabajan). Si los jóvenes no encuentran incentivos para estudiar y trabajar tendremos una generación perdida y ya lo estamos viendo en las calles: el descontento no es gratis.

Llevamos muchos años ignorando lo que viven los más vulnerables. El campo colombiano ha estado siempre en el abandono y, ahora que el conflicto social estalló en las ciudades, nos preguntamos qué está sucediendo. Pues durante años ha sucedido lo mismo: leemos todo desde la ortodoxia e ignoramos que las políticas hacen parte de la economía.

Foto: Secretaría de educación Bogotá - La política económica debe ser pública, debe llegar al ciudadano de a pie que no conoce los modelos, pero que necesita saber que hay gente esforzándose por distribuir bien los ingresos del país para que se dé el bienestar social.

¿Cuál es la salida?

Aun en medio de la pandemia, las propuestas que ha hecho el Banco de la República siguen enfocadas en mantener las cosas estables, como si no pasara nada.

La Fundación para la Educación Superior y el Desarrollo (Fedesarrollo), que cuenta con un gran equipo de economistas, hizo una propuesta de reactivación después de la pandemia y estamos esperando su lectura sobre lo que debe hacerse para responder al paro nacional. La pregunta que urge responder es: ¿de dónde sacar el dinero necesario para reactivar la economía?

Aunque la respuesta no es sencilla, es clara la necesidad de pensar fuera de las ideas tradicionales. Hay que renegociar deuda, hay que mantener las ayudas sociales y hay que gravar los grandes capitales. La Constitución establece que el sistema tributario debe ser progresivo. Hasta ahora, pocos han hablado de los grandes ganadores durante la crisis: los bancos y el sector de alimentos, entre otros. ¿No deberían estos sectores aportar más en este momento para sacar el país adelante?

Se debe pensar en un nuevo contrato social, que incluya una reestructuración completa del Estado, controlar la evasión fiscal en todos los niveles y establecer una renta básica: temas que a los economistas nos dan miedo porque son nuevos y su funcionamiento no está prediseñado. Pero no es el momento de seguir usando las mismas fórmulas, porque el contexto cambió.

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