Una campaña enredada, un concurso de promesas y una carrera agitada culminaron en la elección del ex alcalde que logró posicionarse como la opción responsable. Pero otra vez triunfó un movimiento efímero y perdieron los partidos.
Rosalía Correa Young *
Una campaña enredada
El ambiente preelectoral en Santiago de Cali estuvo enmarcado por asuntos que le restaron trascendencia y credibilidad.
-En primer lugar, veintitantos candidatos que llevaron a partidos como la U y el Liberal, a realizar consultas o encuestas internas, que probablemente produjeron decisiones no tan acertadas.
Dentro de esta veintena podían identificarse opciones propias de la política tradicional; opciones alternativas sin trayectoria ni experiencia en la administración pública, y opciones con afanes inmediatistas de poder, aquellas que mimetizadas, lucharon a cualquier costo por hacerse a tan “preciado botin”, porque "Es mejor negocio la política que el narcotráfico" y porque "la plata que deja una alcaldía no la deja un embarque".
Pero la característica particular en Cali era la reelección de un número de concejales en ejercicio: ocho en total, que sin renunciar a su curul –a excepción de Rodrigo Guerrero que renunció en el mes de Mayo–, se mantuvieron con un pie en el Concejo y uno haciendo proselitismo. Esta situación hizo mella en el trabajo de la corporación, disminuyéndolo y dejando las decisiones de ciudad en segundo plano.
-En segundo lugar, la incidencia de asuntos jurídicos y legales no resueltos o resueltos sin claridad suficiente para el conjunto de los electores, lo cual restó transparencia y legitimidad al proceso. Estos fueron:
- El caso de las firmas para apoyar la candidatura independiente de Rodrigo Guerrero;
- La supuesta inhabilidad de la candidatura conservadora de Miltón Castrillón porque su hermano se desempeñó como Secretario de Planeación del Valle, sin renunciar a ese cargo antes del 30 de octubre de 2010; y el presunto cohecho en el que Castrillón pudo incurrir como concejal y presidente del Concejo al cobrar, supuestamente, una suma de dinero a empresarios de estaciones de gasolina para modificar el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) en una zona del oriente de la ciudad, y
- Los supuestos vínculos del candidato liberal Sigifredo López con las FARC.
-En tercer lugar, la marcada ausencia de programas de gobierno con propuestas de cambio sólidas y estructuradas administrativa, jurídica y presupuestalmente. Lo cual es aún peor cuando el ex alcalde Mauricio Guzmán (1995 – 1997) entregó a la banca privada las finanzas del municipio, de suerte que la administración sigue renegociando la deuda y apenas el año pasado se comenzó a amortizar capital: “Antes solo se pagaban intereses y estos no disminuían porque no había pago de capital, en la nueva negociación logramos alargar el plazo, se aplana la deuda ya no pagamos solamente intereses sino que pagamos intereses y capital, lo que hace que los interés disminuyan anualmente”.
Ofertas populistas
La mayoría de los candidatos ofrecieron el “oro y el moro”. Varios analistas fueron convocados para evaluar las propuestas y su viabilidad; ellos encontraron una tendencia populista que endulzaba el oído de los electores porque no especificaba cómo harían realidad sus propuestas, con qué recursos y con cuál impacto sobre la ciudadanía. A modo de ilustración, menciono algunas de ellas:
- Rebajar el cincuenta por ciento a la contribución de valorización, sin tener en cuenta que es la única alternativa para construir las obras programadas, y sin estudios que demuestren su viabilidad sin que las obras queden inconclusas.
- Reducir las tarifas de los servicios públicos para los estratos uno y dos.
- Recoger todos los niños de los semáforos para llevarlos a la escuela, sin ofrecer alternativas psicosociales para incorporarlos al aula.
- Recuperar a EMCALI para la ciudad. Al respecto, el analista Carlos Alfonso Potes señaló: “Ninguno manifiesta cómo van a eliminar las causales de la intervención, ni cómo se bajarán los costos de los servicios que presta EMCALI […].”
- Varios candidatos prometieron viviendas de interés social (200 mil prometió María Isabel Urrutia) sin soportes respecto del déficit habitacional de la ciudad.
- Eran notorias las diferencias cuantitativas que manejaron para referirse a la oferta de vivienda, educación y empleo, dejando entrever falta de documentación.
- Prometieron traer agua de diferentes afluentes del departamento del Valle, – algunos bastante distantes de Cali-, para solucionar la falta de potabilidad del agua del río Cauca pero no propusieron acciones conjuntas subregional o nacionalmente para recuperar el río.
Así fue la carrera
En medio de ese panorama y tal vez por la ausencia de programas estructurados, los debates, con el beneplácito de los medios de comunicación que los promovían, tendieron a centrarse en discusiones sobre asuntos personales o sobre la gestión como Alcalde, en 1994, del candidato Guerrero, que encabezaba la intención de voto [1].
Además de lo anterior, la contienda electoral que inicialmente se caracterizó, como dije, por la proliferación de candidaturas, se redujo a seis y a un relativo balance de fuerzas entre Rodrigo Guerrero, María Isabel Urrutia y/o Miltón Castrillón, dos independientes y el candidato del Partido Mira.
No obstante, por su lado, Guerrero se fue distanciando de sus seguidores, probablemente por las adhesiones de quienes no siguieron en la contienda: la candidata del partido de la U, el candidato de Cambio Radical y el candidato del partido Liberal; por otro lado, Miltón Castrillón recibía la adhesión del Partido de Integración Nacional, PIN, del Movimiento de Inclusión y Oportunidad, MIO y de AFROVIDES.
Es importante rescatar la participación y contribución de organizaciones de la sociedad civil y universidades de la región, como Foro Nacional por Colombia, Unidad de Acción Vallecaucana, Universidad Javeriana, San Buenaventura, ICESI y Autónoma, con campañas como “Un voto tiene poder”, “Yo voto yo sumo” o “La Agenda Regional por la Transparencia de Cali y el Valle del Cauca”, que promovieron la cultura política con un voto informado y alejado de las costumbres tradicionales.
El resultado final
Las predicciones, las encuestas y los resultados parecen haber coincidido, aunque existió el temor fundado de volver al escenario de las elecciones pasadas (Apolinar Salcedo versus Francisco José Lloreda, y Jorge Iván Ospina versus el mismo Lloreda), cuando la polarización se tradujo en guerra sucia, señalamientos y ataques a la honra del candidato con mayor porcentaje de intención de voto. Además, investigaciones y asuntos jurídicos sin soluciones que dieran respuestas satisfactorias al electorado.
La balanza en todo caso se inclinó hacia el alcalde electo Rodrigo Guerrero, quien duplica en votos a sus inmediatos seguidores, el ex concejal Milton Fabián Castrillón y la ex congresista María Isabel Urrutia. Esto podría deberse a la escasa trayectoria de sus oponentes como administradores públicos, como políticos y como líderes, pero ante todo a la idea de que los dineros públicos “son sagrados” y ha de existir certidumbre sobre la transparencia y la responsabilidad en su manejo. Parece que Guerrero logró concitar diversos sectores sociales y políticos que vieron en él una alternativa confiable.
Dos asuntos pendientes: la legalidad de su inscripción por firmas (que parece ya aclarada) y la continua elección de alcaldes de Cali por movimientos o grupos independientes efímeros, desde el 2000. Esta tendencia debilita a los partidos, resta continuidad a los programas para el desarrollo de la ciudad y dificulta el cobro de responsabilidades políticas.
*Socióloga y coordinadora del Observatorio Cali Visible de la Pontificia Universidad Javeriana – Cali
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