La hoja de vida de la nueva ministra y algunas de sus declaraciones despiertan serias dudas sobre el rumbo que tomará el Ministerio. ¿Su nombramiento será un paso atrás o adelante para la educación -y para la diversidad- del país?
Camilo Hoyos Gómez*
Más educación, menos guerra
El pasado jueves 10 de noviembre el presidente Santos nombró a Yaneth Giha como ministra de Educación, y le puso fin a las seis semanas que llevaba este Ministerio sin una cabeza visible. No se trató de cualquier nombramiento, así como no se trata de cualquier Ministerio.
Desde agosto de 2014, al comenzar su segundo mandato, Santos hizo públicos los tres pilares sobre los cuales fundamentaría su gobierno (ya pensando en el posconflicto): paz, equidad y educación.
La entonces ministra Gina Parody (quien renunció apenas dos días después de la victoria del No en el plebiscito) fue la primera ministra que logró lo que parecía un sueño cumplido de todos los profesores de Colombia: en una decisión insólita, el presupuesto del Ministerio de Educación (MEN) por primera vez fue superior al del Ministerio de Defensa. Es decir que por primera vez en su historia el país invirtió más en educación que en guerra.
Los profesores no cabíamos de la dicha: el sistema parecía finalmente darle la razón a nuestras súplicas y críticas. Para todo docente es evidente que aunque la violencia en nuestro país tiene mucho que ver con la tierra, es sobre todo un problema de aulas. Mientras menos educación garantice el gobierno, menos personas podrán enfrentarse diariamente a su realidad con pensamiento crítico. Y este presupuesto parecía haber hecho prevalecer la educación sobre la guerra, la infraestructura y todo lo demás.
Sin embargo, desde el pasado 10 de noviembre la alegría ya no fue la misma, pues estuvo acompañada por algo de preocupación, y se hicieron visibles algunos problemas de difícil comprensión.
El equipo de negociación de la paz en La Habana estaba a cuatro días de presentarle al país el nuevo Acuerdo y todos nos preguntábamos lo mismo: si la educación es tan importante para la paz y tan necesaria para crear “un nuevo país”, ¿cómo fue posible que su Ministerio tardara tanto tiempo en recuperar su cabeza?
La nueva ministra
Por fin hubo humo blanco y fue designada Yaneth Giha, que hasta ese momento se desempeñaba como directora de Colciencias, el Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación, que depende de la Presidencia de la República y lidera el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación.
El camino que la ministra Giha debió recorrer para llegar a este Ministerio nos obliga a hacernos algunas preguntas. Por ejemplo, ¿qué entendemos en el país por educación? Porque basta echarle un vistazo al currículo de la ministra Giha para darse cuenta de que su ámbito no es, precisamente, el de la educación.
Aunque la violencia en nuestro país tiene mucho que ver con la tierra, es sobre todo un problema de aulas.
Sin lugar a dudas su experiencia es impecable, pero nos obliga a preguntarnos por la manera como el MEN continuará con su proceso al tener como cabeza a alguien que ha trabajado principalmente en planeación, en el Ministerio de Defensa y en otras instituciones afines.
La ministra Giha es economista de la Universidad de los Andes, tiene una maestría en Estudios Políticos de la Universidad Javeriana y una en Estudios de la Guerra del King’s College de Londres.
Su experiencia en el gobierno es tan larga y detallada como ajena a los temas educativos y culturales: asesora entre 2003 y 2004 del viceministro de Defensa, luego entre 2004 y 2006 del viceministro de Educación, en 2006 directora de Posconflicto de la Fundación Ideas para la Paz. Directora de planeación y presupuesto del Ministerio de Defensa y después directora de Gestión de Información y Tecnología. En 2010 fue viceministra de Defensa y Planeación en el Ministerio de Defensa y luego directora de Colciencias. Para finalmente llegar al Ministerio de Educación.
Resulta curioso comprobar que la ministra Giha tiene experiencia sobre todo en el Ministerio de Defensa. Pero cuando recordamos que Colombia es un país donde la política nunca se ha separado del todo de la gramática y la cultura, nos damos cuenta de que posiblemente esto no sea más que una constatación de nuestra historia cultural.
¿Cambiarán los planes del MEN ahora que su ministra aportará su experiencia pública adquirida en el Ministerio de Defensa? Con esos juegos de palabras que tanto le gustan, pero que dejan más preguntas que respuestas, el día de la posesión el presidente dijo: “Espero que con el mismo vigor defienda el presupuesto del Ministerio de Educación, que por primera vez es mucho mayor que el sector de defensa y Seguridad Nacional”.
¿De quién o de qué tendrá que defender el presupuesto? ¿Están sus recursos bajo amenaza? ¿Quién estaría en desacuerdo con educar? ¿No es tan importante como cuidar el presupuesto saber ejecutarlo a partir de sus pilares misionales?
¿Hacia dónde va la educación?
![]() Anterior Ministra de Educación, Gina Parody. Foto: Ministerio de Educación |
Qué difícil es para nuestro país librarse de las palabras de la guerra; o de la guerra, a secas.
Si quien llega al Ministerio tiene una impecable experiencia en planeación y ejecución administrativa sobrevuela encima de nosotros el fantasma de los indicadores. No solo de los bibliográficos, que siempre son nocivos para la educación, sino de aquellos que resultan de creer muchas veces que el número es más importante que la persona.
Colombia quiere ser el país con más doctores de Latinoamérica en 2025, y esto es algo que únicamente lo comprobarán los números. Pero ¿son doctores lo único que nuestro país necesita? Muchos profesores estamos de acuerdo con que nuestros alumnos, antes de especializarse, necesitan profesionalizarse. Necesitamos, en primer lugar, más y mejores profesionales que no necesariamente tienen que ser doctores; y para esto hace falta más y mejores profesores que no tienen por qué ser necesariamente investigadores.
Este es otro punto conflictivo: la manera como los indicadores nos han hecho confundir al investigador con el profesor. No son lo mismo. A veces pueden coincidir, pero no es una regla que se cumpla siempre. Los profesores necesitan más y mejores herramientas pedagógicas, como el uso de los avances tecnológicos y las distintas estrategias de comunicación virtual, entre otras.
El investigador, por su parte, tiene propósitos radicalmente distintos. Sin embargo, cuando los indicadores entran a jugar, creemos que tener más y mejores doctores (es decir investigadores) nos califica mejor a nivel internacional. Y así corremos el riesgo de educar y evaluar a todos con el mismo rasero.
En 2015 la gran polémica alrededor de Colciencias fue el poco apoyo a las humanidades. Como lo recordó María Victoria Uribe en Razón Pública, el 70 por ciento de las becas ofrecidas por Colciencias estaba destinado a ciencias básicas e ingenierías, mientras que apenas el 30 por ciento era para humanidades. Además, de los 189 doctorados para los que se aplicó en la Convocatoria 727 pasaron 40 y ninguno era de humanidades.
Su experiencia en el gobierno es tan larga y detallada como ajena a los temas educativos y culturales.
No sabemos cómo resultará esto en 2016 ya que los resultados saldrán en diciembre, pero desde ya sabemos que de 80 doctorados elegibles, más de 10 son de ciencias sociales.
Considerando el recorrido de la actual ministra en Colciencias, espero que no debamos prepararnos para un escenario de poca diversidad de disciplinas promovidas por el Ministerio de Educación.
En este sentido, son preocupantes algunas de las respuestas que la ministra Giha dio dos días después de su posesión en una entrevista para La W. La ministra dijo que “necesitamos que los niños se antojen de ser científicos”.
¿Se refiere a científicos de bata blanca, de las denominadas “ciencias durtas”, o se refirió a pensamiento científico, es decir, pensamiento crítico? Se pregunta uno si en estas primeras respuestas ya hay anuncios de cómo será la diversidad que el MEN pregonará. Cerca de esta respuesta vuela también el fantasma que produjeron las palabras del alcalde de Cartagena, quien dijo que este país necesita más ingenieros que filósofos.
Diversidad en peligro
En esta entrevista también surgió un tema que nos dejó intranquilos a muchos, sobre todo después de los deplorables sucesos relacionados con los derechos de la población LGBTI y que posiblemente provocaron la renuncia de la ministra Parody. La ministra Giha dijo que no está en sus planes concentrarse en programas de inclusión para esta población porque “la educación es para todos”.
Ante estas palabras Moisés Wasserman dijo: “¿Cómo se tiene de prioridad la equidad pero sin la de género?”. Hay que recordar que la educación no debe ser para todos, sino para cada uno. Este es el gran problema de los indicadores que quienes piensan en términos administrativos y de planeación no siempre parecen comprender.
El fantasma más temible que puede rondar un Ministerio de Educación es la exclusión de lo diferente. Y el sueño de cualquier profesor es cambiar los paradigmas de progreso y desarrollo. Visto así, el MEN debe ser quien lidere estos cambios.
Esperemos que, como el humo, estos fantasmas desaparezcan rápidamente. De lo contrario, quienes día a día visitamos las aulas tenemos que estar preparados para señalarlos y denunciarlos.