Mes a mes aparecen noticias de abusos sexuales por parte de eclesiásticos en el mundo. ¿Qué puede hacer la Iglesia para aclarar las dudas que estos casos han despertado?
Isabel Corpas de Posada*
Preguntas y escándalos
¿Cómo así que el Papa necesita convocar una reunión para enfrentar los abusos sexuales a menores perpetrados por miembros de la jerarquía de la Iglesia? ¿Cómo pudieron curas y obispos cometer semejantes delitos ante la mirada cómplice de sus superiores, en lugar de dar testimonio del evangelio, como se esperaba de ellos?
¿Cómo salieron estos escándalos, que no son nuevos, a la luz pública? ¿Por qué los curas y obispos abusadores, así como sus encubridores, no recibieron oportunamente el castigo que merecen sus delitos?
Antes de intentar responder estas preguntas, hay que hacer una aclaración. La Iglesia es la comunidad de bautizados y bautizadas y no solo su jerarquía. Lamentablemente, como se confunde a los curas con la Iglesia, resultan comprensibles el malestar y la desconfianza hacia la Iglesia como institución. Pero en estricto sentido los escándalos han sido protagonizados por miembros de la jerarquía: obispos y curas sin escrúpulos. No por toda la Iglesia.
En estricto sentido los escándalos han sido protagonizados por miembros de la jerarquía: No por toda la Iglesia.
Sin embargo, han sido muchos los casos protagonizados por curas u obispos que han desprestigiado a la Iglesia y han hecho daño a la comunidad. Repaso algunas de estas historias, no sin vergüenza, como si ventilara trapos sucios de mi familia, porque soy católica y amo a la Iglesia. Entre los casos figuran:
- El del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, quien fue denunciado por sus víctimas hace un par de décadas y fue finalmente penalizado;
- El caso de la arquidiócesis de Boston, que el periódico Boston Globe hizo público y que fue llevado a las pantallas de cine en la película Spotlight;
- Los que reveló el “Informe del Gran Jurado de Pensilvania”, sobre abusos encubiertos por obispos y superiores religiosos;
- Los escándalos que protagonizaron religiosos de Chile y llevaron a varios de sus obispos a renunciar a sus cargos. En este caso los investigadores Scicluna y Bertomeu denunciaron que hubo “presiones ejercidas sobre aquellos que debían llevar adelante la instrucción de los procesos penales o incluso la destrucción de documentos comprometedores”;
- Los casos de Australia, minuciosamente descritos en el informe de la Royal Commission into Institutional Responses to Child Sexual Abuse;
- Los de Irlanda y Alemania, donde la Conferencia de Obispos reveló que las pruebas incriminatorias habían sido destruidas o manipuladas para ocultar los crímenes y proteger a la institución;
- Los casos protagonizados por dos cardenales: el australiano George Pell y el estadounidense Theodore McCarrick.
- También en Colombia se han destapado casos aislados que han sido noticia y que han seguido el curso establecido por las leyes civil y eclesiástica para los abusadores de menores.
Los culpables y sus cómplices, miembros unos y otros de la jerarquía de la Iglesia, han debido enfrentar juicios civiles –porque para ningún crimen existe fuero eclesiástico– al mismo tiempo que el proceso canónico que señala la ley eclesiástica y que lleva a la pérdida del estado clerical.
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El Papa toma medidas
![]() El Vaticano Foto: Wikipedia Commons |
Para combatir esta realidad, la semana pasada tuvo lugar en Roma la reunión “La protección de menores en la Iglesia”, más conocida como “cumbre antipederastia”, a la que fueron convocados los presidentes de las 113 conferencias episcopales del mundo, junto con superiores y superioras de comunidades religiosas, así como un buen número de miembros de la curia vaticana.
La opinión mundial estaba a la espera de las medidas que se tomarían allí. Al comenzar el encuentro, Francisco hizo un llamado “para que juntos nos pongamos a la escucha del Espíritu Santo y dóciles a su guía escuchemos el grito de los pequeños que piden justicia”.
Sin embargo, la sensación que quedó fue que en la Cumbre no se dijo nada nuevo, que no eran nuevas las voces de las víctimas ni las 21 sugerencias que presentó Francisco a los obispos. Tampoco fueron una novedad las denuncias que hicieron los relatores o los llamados del Papa a la conversión y al “nunca más”, ni su reconocimiento de la gravedad de los hechos.
Lo que se pretendía era que los presidentes de las conferencias episcopales y los superiores y superioras de comunidades religiosas tomaran conciencia de la gravedad de los abusos “sexuales, de poder y de conciencia” (como los ha llamado Francisco) cometidos por miembros del clero y encubiertos por sus obispos. Y a partir de allí, pudieran experimentar un cambio de mentalidad para enfrentar el problema cada quien en su propio espacio.
Las medidas de prevención y control no vendrían de Roma, sino de cada conferencia episcopal y de cada comunidad religiosa, lo que representa un cambio significativo en la manera de conducir la Iglesia por parte de Francisco.
¿Serán suficientes estas acciones y podemos esperar que nunca más habrá víctimas de abusos sexuales gracias a esta toma de conciencia (tardía) de las autoridades eclesiásticas?
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Clericalismo y encubrimiento
![]() ¿El Papa Francisco está haciendo lo suficiente para enfrentar los casos de pederastia? Foto: Página Senador Bernie Sanders |
No obstante, sigue pendiente responder por qué apenas ahora las autoridades eclesiásticas están tomando medidas para enfrentar la que el papa Francisco ha llamado “cultura del abuso y del encubrimiento”, “incompatible con la lógica del evangelio”.
La explicación más probable de este encubrimiento es una muy mal entendida solidaridad de gremio, que no es más que complicidad francamente culpable. El cardenal Rubén Salazar, arzobispo de Bogotá y uno de los relatores de la cumbre antipederastia, manifestó que esta actitud responde a “la tergiversación del sentido del ministerio convertido en medio para imponer la fuerza, para violar la conciencia y los cuerpos de los más débiles. Y esto se llama clericalismo”.
Este encubrimiento es una muy mal entendida solidaridad de gremio.
Salazar también señaló que “esa comprensión equivocada ha llevado a cometer serios errores de autoridad que han agigantado la gravedad de la crisis. Esto también se llama clericalismo”. En palabras de monseñor Salazar, esta es “una mentalidad que ha calado en nuestra Iglesia a lo largo de los tiempos y que, casi siempre, no somos conscientes de que subyace a nuestra manera de concebir el ministerio”.
El Papa ya había hecho notar en agosto del año pasado al peligro de “una manera anómala de entender la autoridad en la Iglesia —tan común en muchas comunidades en las que se han dado las conductas de abuso sexual, de poder y de conciencia— como es el clericalismo”. Por estas razones concluyó categóricamente: “decir no al abuso es decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo”.
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El clericalismo, así entendido, sustenta los abusos sexuales, de poder y de conciencia, y estimula las prácticas de encubrimiento por parte de la autoridad eclesiástica. Esta ideología ha tergiversado el ejercicio del ministerio eclesial, el de obispos y curas, y ha preferido tapar los delitos para no armar escándalos.
Además, ha interpretado los abusos como peccata minuta, es decir, como “pecadillos” o conductas apenas inadecuadas. Pero el Papa también ha condenado esta actitud que ha “minimizado la absoluta gravedad de sus hechos delictivos atribuyéndolos a simple debilidad o falta moral”. También el cardenal colombiano reconoció que “no se trata solo de desviaciones o patologías sexuales en los abusadores, sino que hay una raíz más honda”. A su juicio, el clericalismo.
Afortunadamente, el escándalo ya salió a la luz gracias a que las víctimas se atrevieron a poner el grito en el cielo y sus denuncias fueron atendidas. Sus victimarios fueron entregados a la justicia civil y eclesiástica, han sido expuestos a la sanción social y están recibiendo el castigo que merecen. No obstante, sus víctimas tendrán que cargar con el daño que recibieron de sus victimarios.
* Licenciada, magíster y doctora en Teología, investigadora independiente, autora de libros y artículos sobre teología, género y estudios del hecho religioso.