La Corte Constitucional se apresta a decidir sobre el matrimonio entre parejas del mismo sexo, pero en realidad están en juego los derechos de otros tipos de familias y el debate debe convertirse en un asunto que a todos nos incumbe: cómo somos y cómo queremos ser.
Claudia Hurtado-Caycedo*
Nos interesa a todos
El debate acerca del matrimonio igualitario ha sido abordado como un asunto que compete preponderantemente a la población homosexual, en tanto otorgaría beneficios sólo a las parejas del mismo sexo.
Así, se trataría de un interés jurídico exclusivo de los homosexuales, con el apoyo optativo de los heterosexuales que tienen asegurado su derecho al matrimonio. Lo que estaría en juego serían los derechos a la igualdad, a la intimidad, al buen nombre y al libre desarrollo de la personalidad de los homosexuales, y la inconstitucionalidad de la prohibición de contraer matrimonio.
Pero de hecho la reforma que está sobre la mesa convoca a todos los ciudadanos, y por motivos que exceden ampliamente los derechos demandados.
Por eso mismo, mientras la demanda de Colombia Diversa y del Centro de Estudios Derecho, Justicia y Sociedad (Dejusticia) ante la Corte Constitucional persigue el reconocimiento del matrimonio entre parejas del mismo sexo, otros esfuerzos paralelos, como las campañas a través de las redes sociales, están haciendo que el tema llegue a los ciudadanos corrientes.
De este modo se busca que todos seamos interlocutores y se conceda a las opciones personales la importancia que merecen ante un asunto que se había mantenido relativamente circunscrito al ámbito legislativo y, más recientemente, al de los tribunales.
En otras palabras, campañas masivas como las de Colombia Diversa, nos dan la oportunidad de construir como ciudadanos jurisprudencia de la mano de la Corte, que tiene la responsabilidad de emitir su concepto respecto de la constitucionalidad de la restricción.
Familias de mil colores
Lo cierto es que también está en juego la posibilidad de reconocer jurídicamente a otras muchas familias de carne y hueso que no se ajustan a la definición oficial de “familia”, según la cual ésta se constituye por “la decisión de un hombre y una mujer de contraer matrimonio o por la voluntad responsable de conformarla” (artículo 42 de la Constitución).
Me refiero a familias monoparentales, a matriarcados de abuelas o madres que por cualquier razón asumen la crianza o las responsabilidades económicas, a familias como la de Cristina Rojas que ella misma describe como “trans”, pues todas las relaciones giran alrededor de su hijo Camilo, que se identifica como un hombre trans, e incluso, a relaciones estables de parejas heterosexuales que optan por formar una familia y concebir hijos fuera del matrimonio, en cuyo caso, la iglesia católica todavía se atreve a etiquetarlos como hijos bastardos o naturales.
En este sentido también se han adelantado campañas de educación ciudadana. Una de las más notables fue la Marcha de la Ciudadanía Plena LGBT que tuvo lugar el pasado 26 de junio en Bogotá bajo el lema “Somos familias de mil colores”.
Respondiendo al llamado, un grupo de estudiantes de la Universidad Distrital UD.ES.IGUAL, registró fotográficamente la realidad de asistentes y espectadores que pertenecen a familias de distintos tipos; la actividad, de tipo performance, otorgó legitimidad a las múltiples familias no-normativas.
Construir sociedad
Los derechos de estas otras familias han sido puestos en tela de juicio por autoridades como el arzobispo de Bogotá monseñor Rubén Salazar, quien afirmó que “a la pareja del mismo sexo se le pueden dar todos los beneficios y garantías, mas no equiparar con un matrimonio, toda vez que sobre la base de este es la única forma de construir una sociedad”.
Si seguimos al pie de la letra esta interpretación, el día que mis padres se separaron, todos los miembros de mi familia dejamos de contribuir a la sociedad. En esa misma línea de razonamiento, mi hermana y yo no haremos ningún aporte sino hasta cuando contraigamos matrimonio con un varón.
Para vernos como somos de verdad
En resumidas cuentas, las distintas estrategias adoptadas para buscar el reconocimiento del matrimonio igualitario, sea por vías jurídicas como la demanda de inconstitucionalidad y la campaña masiva que involucra a la sociedad civil, o sea por la vía de la movilización, como la Marcha de las familias de mil colores, han dado la oportunidad, no solo de ejercer nuestro derecho a participar en la construcción de la sociedad que nosotros queremos, sino también el espacio para mostrar la sociedad que realmente somos.
* Psicóloga de la Universidad de los Andes, Magister en Estudios Culturales de la Pontificia Universidad Javeriana. Trabaja los temas de sexualidades, género y ciudadanía. Actualmente gestiona y promueve proyectos con la PUJ, el IESCO de la Universidad Central y Canal91.org