El fútbol profesional femenino es un campo en disputa en Colombia por las actitudes machistas de los dirigentes que se escudan detrás de la excusa de la falta de recursos.
Claudia Yaneth Martínez Mina*
Con los brazos alzados y las manos empuñadas
En el estadio Pascual Guerrero de Cali suena el himno nacional que inicia la Copa América Femenina 2022. Este es uno de los momentos más emotivos para quienes representan al país en cualquier competición internacional.
Esta vez, las jugadoras de la selección Colombia de fútbol rompen los protocolos cuando reemplazan la mano en el pecho —normalmente henchido de orgullo patrio— por los brazos alzados y las manos empuñadas. Ahora, el sentimiento es otro.
“Hoy nos unimos por el cambio. Aunque nos faltan garantías, nos sobra amor a esta camiseta, por eso nos unimos con la ilusión del trabajo en equipo, de la equidad en las condiciones de trabajo y competencia, de las decisiones concertadas y de un futuro brillante para todos los que hacemos parte del FutFem”, manifestó Daniela Montoya en un video con todas las jugadoras de la Selección Colombia haciendo el mismo gesto realizado en el estadio horas después.
¿Qué sucedió? ¿Cuál fue la motivación de las jugadoras para expresar de forma simbólica un gesto de lucha y unión?
Un torneo lleno de incertidumbre
La liga profesional femenina de fútbol se creó en 2017 no por la buena voluntad de los dirigentes, sino por una lucha constante de las mujeres y, ante todo, por las normativas de la CONMEBOL enfocadas al desarrollo del fútbol femenino.
No obstante, como se había previsto, este es un logro que debe ser vigilado constantemente porque, como sucede con todas las conquistas de las mujeres, están sujetas a retrocesos. Así fue y así sigue siendo.
Cada año el debate es el mismo. Siempre hay dudas sobre la realización de la liga femenina, sobre su duración, sobre la participación de los clubes o sobre los recursos necesarios.
Por ello, la liga se torna un tema de concertación, de negociación y de tensión que muestra cuál es la característica principal de este torneo y que es el resultado de la modernidad misma: la incertidumbre.
En ese sentido, ¿por qué la liga femenina de fútbol produce incertidumbre cada año?
Sexismo y aparentes faltas de recursos
Mi opinión radica en que es una cuestión de actitud que tiene de trasfondo raíces sexistas históricamente normalizadas.
Los dirigentes manifestaron que no se realizaría en el segundo semestre por cuestiones económicas puesto que no hay recursos para mantener a sus plantillas —este monto que transita entre los 500 y 700 millones de pesos—. Según su argumento, no se había contemplado la realización de un segundo torneo en el inicio del año.
Resulta que las mujeres todavía son vistas como unas intrusas en el futbol, como si este espacio no les perteneciera y lo estuvieran invadiendo con sus discursos de igualdad y de democracia.
Jugar la liga en el segundo semestre del año sería un gran avance para el fútbol femenino porque sería la primera vez que las jugadoras competirían durante todo el año. Esas actitudes sexistas suponen que el fútbol es importante dependiendo de quién lo practique.
Por otra parte, la no clasificación de la selección Colombia de mayores a la Copa Mundo Qatar 2022 y la eliminación temprana de los clubes masculinos colombianos de la Copa Libertadores han creado un debate en torno a la crisis del fútbol profesional colombiano.
Comentaristas, medios de comunicación, expertos en el tema, fanaticada, dirigentes y otros más consideran que debe hacerse algo para superar esta crisis, pues parece ser un tema que afecta a todos.
Frente a esta situación, se proponen nuevas estrategias para crear mayor capital económico y garantizar la permanencia de los clubes. Por otra parte, parece cada vez más normal la idea de que los clubes de fútbol femenino cesen la práctica de este deporte por falta de recursos.
Resulta que las mujeres todavía son vistas como unas intrusas en el futbol, como si este espacio no les perteneciera y lo estuvieran invadiendo con sus discursos de igualdad y de democracia.
Esto es demostrable porque muchos dirigentes tienen actitudes sexistas cuando ven a las mujeres jugando fútbol, como ya lo hemos visto antes. Eso significa que coexisten unas lógicas de desigualdad de género que se justifican con las escases de recursos, situación que refleja el sexismo naturalizado y la subordinación de un género sobre otro como parte del orden natural.
Esto precisamente se da, parafraseando a Mari Haugaa Engh, porque el deporte es una institución social que reproduce el discurso de los privilegios y la dominación de los hombres en la sociedad.
¿Cómo entender que mientras un grupo tiene los privilegios, los esfuerzos, los recursos, la gestión, las estrategias para brindar las condiciones dignas al fútbol masculino, al otro grupo simplemente se le imposibilita jugar la liga femenina?
Un cambio de actitud
Para entender esto tendríamos que analizar a los encargados de promover el futbol de mujeres. El fútbol es un campo en disputa en el que muchos hombres consideran tener el privilegio natural frente a este.
Recordemos las palabras de Gabriel Camargo, presidente del Club Deportes Tolima en 2018, cuando se le preguntó por el equipo femenino: “eso anda mal, eso no da nada, ni económicamente, ni nada de esas cosas… Aparte de los problemas que hay con las mujeres, que son más toma trago que los hombres, es un caldo de lesbianismo tremendo”.
¿Qué piensan los dirigentes de los clubes de que las mujeres practiquen fútbol? Si respondieran esta pregunta podríamos tener más clara la percepción de muchos de estos directivos frente a la mujer futbolista.
Menos mal que no todos tienen la misma actitud y son precisamente estos dirigentes los que han mostrado mayores resultados con sus clubes y les han brindado las mejores condiciones a sus jugadoras.
Rescatemos el caso del América de Cali, que es dos veces campeón de la liga y subcampeón de la Copa Libertadores 2021, gracias a la gestión de Marcela Gómez.
El señor Tulio Gómez propuso crear una liga para el desarrollo del fútbol de mujeres que se llame DIMUJER: “es básicamente como la creación de una ‘Dimujer’ que tenga una gerente, que tenga una doliente por este deporte, alguien que busque financiar”.
Incluso, el presidente del América entiende que precisamente se requiere un cambio de actitud, alguien que de verdad tenga interés en sacar este proyecto adelante. Mientras el fútbol femenino viva al margen del masculino no podrá progresar.
Entonces, el problema es una cuestión de actitud sustentada en ideologías machistas. Así como está estructurado el fútbol practicado por mujeres la incertidumbre será la protagonista año tras año.
Para nadie es un secreto que el fútbol a nivel profesional es un negocio y, como todo negocio, la solvencia y la sostenibilidad son fundamentales. Tenemos indicios de que el fútbol femenino puede crear capital económico, social e histórico. Pero esto se requiere continuidad.
Sabemos que el fútbol profesional está influenciado por intereses económicos y que no es visto como una forma de democratizar el deporte en temas de género.
En ese sentido, les pregunto señores dirigentes: ¿no les dicen nada las 38 000 personas en una final de fútbol femenino? Parece ser que el sesgo respecto a que las jugadoras son mujeres no les permite pensar más allá de sus prejuicios.
Simone de Beauvoir escribió una vez lo siguiente: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”.
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