Un mito peligroso: las ficciones sobre asesinos en serie
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Un mito peligroso: las ficciones sobre asesinos en serie

Escrito por Miguel Mendoza Luna
las ficciones sobre asesinos en serie

Dahmer, la serie sobre uno de los asesinos en serie más famosos, es tendencia en redes sociales y es una de las más vistas en Netflix actualmente. ¿Por qué este tipo de producciones tienen tanta acogida?

Miguel Mendoza Luna*

Un nuevo villano

Cuando Ted Bundy, en la década de 1980, sonrió ante las cámaras durante uno de sus juicios por el asesinato cruel y despiadado de varias mujeres, el mito del asesino en serie empezaba a consolidarse. No existían en ese entonces redes sociales, ni servicios de streaming, ni podcast alguno, pero las cadenas de televisión y los periódicos fueron suficientes para que el mundo entero conociera su rostro y su, en apariencia, encantadora personalidad.

Había nacido una suerte de moderno Jekyll y Hyde: de día un atractivo estudiante de psicología y abogado en formación, reconocido por su inteligencia y su apoyo a diversas causas; de noche, un cruel depredador sexual, carente de piedad alguna.

Por esa misma época, Robert Ressler, agente del FBI y padre de la perfilación criminal, lanzó un nombre contundente para este tipo de casos, con el cual los comparaba con la sociedad de consumo y los dramas televisivos: asesinos en serie. La fórmula estaba casi lista, la fascinación por la figura de esta clase de criminales únicamente vista alguna vez en el siglo XIX, por el caso de Jack el destripador, se había desatado.

Con la película El silencio de los inocentes (1991, adaptación de la novela de Thomas Harris) y la poderosa presencia escénica de Anthony Hopkins como el psiquiatra caníbal Hannibal Lecter, se acabó por consolidar la enigmática figura de una suerte de genio del crimen.

Con esta y otras películas que la imitaron tomó forma definitiva un nuevo villano del cine, uno de la talla o incluso más intrigante que el vampiro, uno ideal para el público ávido de historias de terror en todas sus variaciones posibles.

En el camino, se sumó el personaje del perfilador del comportamiento humano (variaciones de Robert Ressler y su equipo de investigación instalados en Quantico), un Sherlock Holmes, pero contemporáneo, de la mente criminal, capaz de descifrar las personalidades más complicadas y oscuras, un cazador de cazadores.

Desde entonces, guionistas y escritores de todo el mundo han tenido frente a sus computadores un modelo de “trama perfecta”, un desarrollo dramático que Shakespeare hubiera envidiado, una estructura ideal para construir argumentos donde villano, víctima e investigador configuran un triángulo perfecto, en el que el suspenso, el terror psicológico, el enigma y la presencia de personajes inquietantes logran un efecto inmediato en el espectador.

Nunca dejará de resultar perturbador que una forma brutal y terrible de asesinatos se haya convertido en una fórmula efectiva para contar y vender historias.

El asesino viral

Ahora, en el siglo XXI, llegan nuevos documentales, materiales de archivo inéditos, nuevas producciones más estilizadas y con mejor ritmo narrativo, amparadas en plataformas de streaming global, con mecanismos publicitarios y redes sociales sin precedentes.

El asesino en serie ha vuelto a ganar audiencia. Todo lo que se ha dicho sobre la psicopatía, sobre los orígenes de la maldad de este tipo de “monstruos humanos” (hay quienes rechazan esta denominación señalando que así se les resta su estatus de humanos responsables de sus actos), en medio de este complicado panorama donde los casos reales no cesan y no hay un año en que no sepamos de un suceso similar en alguna parte del mundo, finaliza convertido, por lo general, en un relato narrado desde una óptica más preocupada por el ritmo, la audiencia, la saga, la aprobación de la siguiente temporada, que por desentrañar un misterio psicológico o iluminar las preguntas importantes que resultan de situaciones tan atroces perpetradas por seres humanos.

Según algunos medios, varios familiares de las víctimas de Jeffrey Dahmer han rechazado el estreno de la serie de Netflix, reclamando que, además de que no les consultaron en absoluto sobre el rodaje de la producción donde se nombran a sus congéneres asesinados, su dolor renace con el efecto viral de este nuevo producto. ¿Para qué una nueva serie donde se explota el sufrimiento de tantas personas?, reclaman con toda razón dichas voces.

La mente de Dahmer

A propósito de la presumible “complejidad mental” de un asesino en serie como Dahmer, es importante señalar que, como lo revelan algunos documentales y entrevistas, ni él mismo entendió jamás la motivación o el origen de su ultraviolencia y acabó por inclinarse hacia la estúpida idea de que podría estar poseído por una entidad maligna.

Así, una vez más, además de no asumir su única y total responsabilidad de los crímenes, mostró una peligrosa trivialidad, carente de matices, muy lejos de las elaboradas elucubraciones de los villanos de la literatura o el cine.

Por regla general, las declaraciones y entrevistas de los asesinos confesos reales -lejos de formatos narrativos y guiones estupendos- suelen ser escalofriantes, pero no por su espectacularidad psicológica o su inquietante elocuencia, sino por todo lo contrario, resultan simples y vacías, carentes por completo de sentido, reducidas a explicaciones planas, sin elaboración mental alguna.

Una vez más Hannah Arendt viene a iluminarnos: sus crímenes resultan impactantes, terribles; pero ellos son simples, mediocres y decepcionantes.  Seguro alguien puede reprochar al respecto “pero mira, Ted Bundy era un tipo inteligente, estudiante destacado y un tipo exitoso”, a lo cual me gustaría señalar, después de veinte años de leer sobre su vida y ahondar en cientos de páginas sobre su personalidad, que todo en él era una fachada, una simple puesta en escena, mediocridad y mitomanía puras acompañadas de una actuación convincente, adornadas con un rostro atractivo, nada más.

Por supuesto, la sola idea de que del vacío mental pueda emerger una fantasía homicida o que una mente banal a la que nada motiva se sienta excitada por la violencia resultan perturbadoras, pero eso está muy lejos del imaginario cinematográfico o literario de una mente artística que decide asesinar.

Otro tipo de relato es posible

Como reacción a la construcción del mito del asesino encantador y genial es importante que nombremos el libro The Five: The Untold Lives of the Women Killed by Jack the Ripper, escrito por  Hallie Rubenhold, y el documental Ted Bundy: Falling For a Killer , dirigido por Trish Wood,  los cuales, a diferencia de las series que apelan a la patética fascinación que pueden causar tales asesinos, nos devuelven con urgencia al vórtice de todo el asunto, instalando sus historias desde el ángulo de las víctimas de la crueldad de estos depredadores de humanos (en los dos casos mujeres).

En estos relatos cualquier señal de apología, de engrandecimiento de las supuestas habilidades mentales de los asesinos, se evita y su desarrollo narrativo se centra especialmente en devolver la dignidad y respeto a las víctimas que vieron sus vidas truncadas por culpa de un narciso proyecto destructor.

Se delatan sí la misoginia despiadada, la vanidad perversa, las fantasías de poder y control, los rasgos lamentables y carentes por completo de valor alguno de los hombres que cometieron tales homicidios; siempre desde la perspectiva de aquellas mujeres que sufrieron el horror de dichas expresiones de odio y aniquilación.

las ficciones sobre asesinos en serie

Por regla general, las declaraciones y entrevistas de los asesinos confesos reales -lejos de formatos narrativos y guiones estupendos- suelen ser escalofriantes, pero no por su espectacularidad psicológica o su inquietante elocuencia, sino por todo lo contrario, resultan simples y vacías.

Aquí importan más las memorias de las víctimas y no los asesinos carentes de genio, viles seres perversos sin cualidad especial alguna. En una conversación con el diario El País, Wood lanzó un dilema que nos debería avergonzar ante nuestra evidente falta de empatía: “Todo el mundo conoce a Ted Bundy, pero casi nadie puede nombrar ni una sola de las mujeres a las que mató”.

Sí, afortunadamente, como rasgo verdadero de inteligencia humana a muchos aún les importan más las víctimas y su sufrimiento que el protagonismo morboso del asesino.

Las pantallas del futuro

Parece que hay pocas situaciones que pueden asegurarse sobre el futuro, pero una de ellas es que saldrá el sol y seguiremos asistiendo al lanzamiento de relatos ficticios o biográficos sobre asesinos en serie, y habrá quien quiera contar esas nefastas biografías con el afán de reconocimiento mediático o, de pronto, con el genuino interés por desentrañar el misterio de la maldad humana y rechazar tales actos.

Se dice que la ficción es el espejo de la realidad. Tal vez, muy en el fondo, el éxito incansable e ineludible de las historias de asesinos en serie tiene que ver con lo que rechazamos y tememos de nosotros mismos al contemplar esos laberintos del horror, y eso es, sin duda alguna, mucho más interesante que el simple acto de entretenernos.

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