Fuimos uno de los países con más riqueza hídrica del mundo y ahora tenemos escasez de agua. Sobre la base de una medición novedosa, la huella hídrica, este análisis sereno es sin embargo una razón de alarma. ¿Qué debemos hacer?*
Polidoro Villa Hernández **
Crisis del agua
Las que eran hipótesis, hoy son certezas: el calentamiento global afecta nuestras vidas. Hoy las pruebas están a la vista de todos:
- la sed extrema de Somalia;
- la peor sequía en la historia en California, rico y poblado estado norteamericano dónde la escasa nieve invernal no es suficiente para abastecer la demanda de agua con el deshielo del verano y donde ya se auguran racionamientos;
- las persistentes temperaturas de 47°C en la India que causan miles de muertes…
Catástrofes que intuíamos ajenas y lejanas pero que ahora se viven en Colombia, debidas al fenómeno climático y a las malas relaciones que hemos tenido con la naturaleza:
- La necesidad permanente de llevar agua en carrotanques a poblados en la desértica Guajira, igual que en el sur del país;
- La escasez de agua potable en ciudades del litoral Caribe;
- La pérdida de los glaciares en la Sierra Nevada de Santa Marta y en otras cumbres;
- El pronóstico fundado de que a mediano plazo sufriremos racionamientos del agua en ciudades dónde hay más demanda que oferta.
- La desviación arbitraria de caudales para usos agrícolas en zonas de riego, que ocasiona conflictos entre la comunidades;
- La inauguración de acueductos sin agua;
- La mortalidad infantil por aguas insalubres,
… indicadores de una grave crisis en proceso que exige afinar políticas y concretar acciones para establecer una nueva cultura del agua y lograr una gestión sostenible a través del consumo y manejo responsable del recurso hídrico.
Pasivo no calculado
![]() Parque Nacional de Capernaum en Israel. Foto: Joachim Tüns |
Con la abundancia que nos sitúa entre los nueve países que poseen el 60 por ciento de la riqueza hídrica del mundo (durante la década de 1970 ocupábamos el cuarto lugar, hoy apenas el séptimo), no parecería urgente considerar la falta de agua como un problema para Colombia.
Pero la búsqueda obsesiva del crecimiento económico sin tomar en cuenta el deterioro o agotamiento de los servicios eco-sistémicos ha llegado al punto donde los costos ambientales son claramente mayores que las utilidades monetarias y beneficios cuantitativos que declaran empresas y comunidades. El pasivo ambiental no suele contabilizarse al planear los proyectos, de manera que el aporte real de estos al aumento de la riqueza nacional es mucho menor de lo que se supone.
Durante la década de 1970 ocupábamos el cuarto lugar, hoy apenas el séptimo.
La demanda agregada de bienes y servicios de una población que se multiplica implica consumir cantidades crecientes de agua para atender las necesidades básicas, producir alimentos –el sector agropecuario consume casi el 70 por ciento del total en Colombia- y para procesar materias primas y manufacturas.
La comunidad científica colombiana insiste desde hace años en advertir sobre el carácter finito y sobre la vulnerabilidad del recurso hídrico, que comienza a escasear en zonas densamente pobladas; sobre su mal uso; sobre la contaminación que causan los vertimientos de los residuos domésticos sin tratar; sobre su empleo ineficiente en la actividad agropecuaria y en los procesos industriales, y sobre los efectos de todo lo anterior sobre el equilibrio de los ecosistemas y el bienestar de la sociedad.
La Huella Hídrica
Estas preocupaciones se derivan de estudios cuidadosos y diversos, de los cuales han surgido propuestas y herramientas para tener una contabilidad ambiental que permita hacer un seguimiento del volumen del agua disponible, consumida, evaporada, y contaminada.
En este orden de ideas, en el año 2002 se introdujo en el mundo un concepto renovado de “Huella Hídrica”, que permitió concebir un indicador de sostenibilidad para identificar y medir el impacto de las actividades económicas sobre el agua y sus efectos socio-ambientales. En algunas regiones de Colombia ya comienzan a aplicarse estas experiencias de investigación de los servicios eco-sistémicos.
Esta visión novedosa del agua, cuya concepción racional enfoca el estudio de la disponibilidad a través de su procedencia y uso, debería aplicarse intensamente en las regiones cuyo mayor ingreso provenga del sector agropecuario, porque facilita la comprensión del problema, estimula cambios en los hábitos y prácticas –muchísimas veces nocivas en la relación hombre-agua-, e involucra a las comunidades, grupos sociales y a empresas de bienes y servicios. La propuesta identifica el agua desde tres orígenes:
- La “Huella Hídrica Verde” (HHV) se refiere al consumo de los recursos de aguas lluvias que no terminen en escorrentía.
- La “Huella Hídrica Azul” (HHA) identifica el consumo de agua superficial y subterránea usada en la cadena de producción, que es devuelta al medio ambiente.
- La “Huella Hídrica Gris” (HHG) determina la contaminación y se refiere al volumen de agua dulce necesaria para asimilar la carga de contaminantes hasta concentraciones naturales según las normas de calidad ambiental.
La huella hídrica de un producto o servicio será la integración de estas tres dimensiones requeridas para su elaboración.
El ejemplo del Tolima
![]() El río Magdalena en su paso por el departamento del Tolima. Foto: David Alejandro Cabrera Ortíz |
Si en Colombia el consumo total de agua destinada a la agricultura representa el 70 por ciento del total, en el Tolima, que basa su economía en las actividades del sector agrícola, la Huella Hídrica es especialmente elevada. Por eso:
- En relación con la HH Verde. Tolima ocupa el quinto lugar, con un consumo cercano a los 2.000 millones de m³/año, 6,8 por ciento del total nacional;
- En relación con la HH Azul ocupa el primer lugar, con 800 Mm³/año, 28 por ciento del total,
- Y en relación con la HH Gris, también el primer lugar, con 240 Mm³/año, 11 por ciento del total nacional.
Tres de los diez cultivos principales de la producción nacional que registran una mayor Huella Hídrica Agrícola, tienen especial relevancia en la demanda de agua en el Tolima: café, arroz de riego y maíz.
Si bien la agricultura tolimense es fuente fundamental del ingreso y del empleo, el hecho de ser el primer departamento en la categoría de HH Gris, indica que las aguas que retornan a los ecosistemas, después de usarlas en los procesos agrícolas no es potable, y que el Tolima va a necesitar grandes volúmenes del líquido para diluir la carga de contaminantes y lograr un estándar de calidad que permita su uso para consumo humano u otros fines.
Un problema que se agrava
Durante los últimos cien años, la población del mundo se ha triplicado y la demanda del agua para necesidades humanas se ha sextuplicado.
Durante ese mismo lapso, la población de Colombia ha crecido doce veces y se ha concentrado en las áreas andinas, zona geográfica que no tiene ahora la mayor oferta hídrica superficial del país y cuyos servicios eco-sistémicos están sometidos a enorme presión para atender al crecimiento demográfico, la producción de alimentos y procesos industriales. Y a esto se añade el hecho de que la región andina sufre transformaciones aceleradas y deterioro por la invasión de los páramos, la deforestación, las prácticas agropecuarias inapropiadas, la minería ilegal y de bajo nivel tecnológico, y la contaminación.
De seguir extremándose los fenómenos relacionados con el cambio climático, al lado de los problemas antedichos, enfrentaremos cada vez con más urgencia la exigencia de adoptar medidas para hacer óptimo el almacenamiento y el uso de las aguas superficiales y subterráneas.
Sí se puede
Si el agua es de todos, la responsabilidad de conservarla y utilizarla racionalmente es también individual y colectiva.
La falta de agua limitará y encarecerá cada día más la producción de alimentos, y los sectores más pobres de la sociedad sentirán la escasez con especial intensidad. Por eso un país que tenga gran oferta de alimentos tendrá un inmenso poder.
El consumo total de agua destinada a la agricultura representa el 70 por ciento del total
En países donde no abunda el recurso hídrico, la necesidad ha hecho que se adopten métodos más eficientes para el uso del agua. Israel, un país enclavado en zona desértica, ha encontrado maneras de sacarle el mejor provecho al agua escasa, aplicando el ingenio y refinando la tecnología hasta el punto de convertirse en exportador de frutas, productos agrícolas y flores. Para esto se vale de la irrigación por goteo controlada por computador, de la aspersión foliar, del rocío individual de los árboles, y de alternativas de riego con métodos sencillos de evaporación para transformar agua salada en agua dulce, utilizando la luz solar.
A Israel le falta poco para ser autosuficiente en la oferta de los alimentos que necesita su población. Es admirable que sus métodos aumenten la productividad agrícola año tras año, disminuyendo el consumo de agua.
De la visión a la acción
Existen políticas, legislación, métodos y técnicas comprobadas para el buen manejo del agua.
Pero hay que ponerlas en práctica, y para eso se necesitan el compromiso y el liderazgo del sector público, la revisión de las funciones de quienes administran recursos hídricos, la apertura de los productores agropecuarios para admitir que es urgente introducir cambios en sus métodos de cultivo, y revaluar la visión y responsabilidad que tiene la empresa privada con el ambiente. Comunidades y empresas deben ser capaces de identificar la huella hídrica de su cadena de valor e identificar sus probables riesgos e impactos.
Como visión intergeneracional, la comunidad académica tiene el reto y el compromiso social de liderar la construcción de conocimiento sobre este tema vital, de promover la investigación y el desarrollo de alternativas, de impulsar las innovaciones; de incluir en todas la carreras el componente medioambiental y de sensibilizar a los jóvenes para que en el ejercicio de su profesión, en el ámbito de sus negocios, en la influencia que logren dentro de la comunidad, trabajen solidariamente en función de construir un entorno sostenible para el futuro individual y colectivo, teniendo al agua como un bien inapreciable.
Trabajar en función de identificar y cuantificar la Huella Hídrica del país y las regiones, permitirá orientar procesos de gestión para al menos mantener la capacidad productiva de agua en nuestros ecosistemas, de tal forma que los ríos tengan caudal suficiente y de calidad para llegar hasta el mar, al tiempo que continúan generando riqueza agropecuaria, y brindando salud y bienestar a la sociedad.
*Razón Pública agradece el auspicio de la Universidad de Ibagué. Las opiniones expresadas son responsabilidad del autor.
** Administrador de Empresas. Escritor y columnista. Ex Gerente del Banco de la República, Ibagué, ex director de la Corporación de Cuencas Hidrográficas del Tolima –Corcuencas- Miembro Fundador de la Academia de Historia del Tolima. Miembro afiliado del Consejo de Fundadores, Universidad de Ibagué.