Cine Francés: ¿basta con ser francés para ser bueno? - Razón Pública
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Cine Francés: ¿basta con ser francés para ser bueno?

Escrito por Francisco Bermúdez
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Foto: El Nando 
Este año el 12° festival de cine francés cuenta con una selección de 40 películas.
Francisco Bermúdez

Se está llevando a cabo la edición 12 del Festival de Cine Francés, nueva oportunidad para disfrutar de una opción distinta en la materia. Sin embargo hay que notar que el cine no es bueno o malo por el solo país que lo produce.

Francisco Bermúdez Guerra*

El liberador cine francés

Al menos el 80 por ciento de las películas que se exhiben en nuestros teatros proceden de Estados Unidos. Por eso el público se ha acostumbrado a un cine lleno de técnicas visuales, de grandes presupuestos y, sobre todo, de marketing.

Los colombianos no solo vemos estas cintas en los múltiplex, sino también en nuestros televisores: el cine norteamericano nos ha invadido completamente.

Sin embargo, también hay que reconocer que Estados Unidos ha desarrollado una verdadera industria cinematográfica, y que por mucho que se le critique, este cine no dejará de estar a la vanguardia en el concierto internacional.

El cine francés, por su parte, cuenta con un enorme prestigio mundial y, aunque no tiene la fuerza industrial y económica de Hollywood, sus producciones casi siempre resultan un oasis y un respiro para los amantes del séptimo arte.

En los últimos días, en Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga y Barranquilla, se han organizado funciones para exhibir las cintas producidas recientemente en Francia. De manera paralela al Festival, hay un premio que concede la crítica colombiana y ocho películas compiten por este galardón.

El cine francés es sinónimo de cultura, de arte y hasta de erudición, y no es para menos: dentro de los grandes realizadores originarios de esta nación figuran nombres como  François Truffaut, Jean-Luc Godard, Claude Chabrol, Éric Rohmer, Jacques Rivette, para indicar solo algunos.

Este cine generalmente es más realista, más humano, más artesanal, ya que está dirigido a un público ávido de menos efectos especiales, de menos superestrellas, pero de más historia y de más sencillez.

El cine francés suena a rebeldía, a diferencia, a poesía, en contraste con el cine estadounidense. Tal vez porque los mismos franceses han vendido las ideas de que son libres, muy libres, y de que incluso en materia artística no se han dejado permear por los yankees.

Los colombianos no estamos exentos de asumir esta postura con respecto a los franceses, que en gran medida puede resultar verdadera. Esto se hace evidente en el hecho de que las salas donde se están proyectando las películas del Festival han estado llenas de espectadores –por lo menos en las que yo he estado-.

¿Es así en todos los casos? ¿Nos hemos acostumbrado al cine estadounidense o este es realmente mejor? ¿El cine como arte complejo solo puede ser financiado por las grandes potencias para que se vuelva industria? 

El buen cine de todas partes

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Foto: Juliana Castelblanco
Teatro Jorge Eliécer Gaitán.

No creo que un cine sea bueno por la nacionalidad de sus realizadores. Los estadounidenses –aunque a algunos les moleste leer esto- mandan la parada y están a años luz de los demás en la creación de un verdadero complejo empresarial y económico del séptimo arte.

Probablemente el cine norteamericano sea el mejor del mundo en el sentido que acabo de mencionar. Algunos dirán que suena a ignorancia decir esto, y que aseverarlo es confesarse analfabeta funcional cinematográfico.  

Pero lo digo sin dudarlo: el cine francés no se convierte automáticamente en buen cine por el hecho de ser francés. Lo mismo podemos asegurar, pero al revés, del norteamericano: no es mal cine por el hecho de venir de donde viene.

¿Y Colombia? Donde no tenemos industria cinematográfica, ¿qué? Aquí se han producido películas excelentes, buenas, regulares, malas y desastrosas.

España ha producido joyas memorables y ha dado directores de talla mundial. Entonces, ¿es bueno su cine o no? Depende. La última película de Almodóvar, por ejemplo, es vergonzosa (aunque en realidad este director nunca me ha convencido del todo a pesar de su fama y notoriedad).

¿Y el cine latinoamericano? Hemos visto en Colombia excelentes producciones de Argentina, Chile y México; y también hemos visto abominaciones que vienen de esos países. La nacionalidad de los productores no convierte a un cine en bueno o malo. Decir lo contrario es esnobismo. 

Lo que se exhibe en el Festival

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Foto: DulceCarito
Amor Índigo (L'Écume des Jours),
adaptación de la novela
homónima de Boris Vian y  
​dirigida por Michel Gondry.

Pasemos al arte. En el momento de escribir estas líneas ya he visto algunas películas del Festival. Miremos algunos ejemplos de lo que dije arriba:

-De rouille et d’os” (traducida como De óxido y hueso). Es la historia de un padre asalariado que mantiene a un hijo pequeño. De repente, el sujeto conoce a una muchacha en una discoteca. Días después, ella sufre un horrible accidente y por eso le deben amputar las piernas. El asalariado y la mujer minusválida hacen un acuerdo para que él la cuide a ella.

Con la actuación de Marion Cotillard (premio Oscar de la Academia de Hollywood), De óxido y hueso es una cinta llena de humor y de drama. En algunos pasajes me pareció muy similar a Million dollar baby, la cinta de Clint Eastwood.

El director de esta película es Jacques Audiard. Las actuaciones son meritorias; sin embargo, la carga emocional corre por cuenta de Cotillard, quien aquí demuestra por qué se ganó el premio de la Academia de Hollywood. La película es aceptable, aunque no es brillante.

-Les bien-aimés (traducida como Los bien amados). Esta película narra la vida de una mujer y su hija a lo largo de cuatro décadas. Hay una combinación de drama, humor y musical. De las películas que he visto en el Festival, esta es la que más me ha gustado.

Tal vez sea porque cantan, o porque hay humor negro, Los bien amados tiene algunos instantes célebres, estupendos; algunas escenas son verdaderas obras de arte –aunque desafortunadamente no se pude decir lo mismo de toda la película-.

El director de esta cinta es Christophe Honoré. Las actuaciones de Catherine Deneuve y de Chiara Mastroianni son encantadoras, sobre todo de esta última, ya que, como he dicho, la cinta es un musical estupendo. Algunas escenas, donde aparece Mastroianni cantando, son auténticas joyas cinematográficas. 

-Entre nos mains (traducida como En nuestras manos). Un verdadero ladrillo. No sé en qué estaba pensando Mariana Otero cuando hizo esta película. Narra –si es que a esto se le puede llamar narración- la historia de una cooperativa de trabajadores que confeccionan lencería. No supe si era un documental, o una película con actores naturales; todavía no lo sé, y no lo quiero saber.

Hasta los documentales deben ser entretenidos para cautivar al espectador, y si esto es un documental le sugiero a Otero que para futuros proyectos tenga en cuenta que los espectadores son seres humanos y no robots a prueba de aburrimiento. Estuve hora y media  en el teatro con la esperanza que al final nos regalaran una prenda de lencería a quienes  soportamos la exhibición de esto.

-La princesse de Montpensier (traducida como La princesa de Montpensier). Una doncella del siglo XVI debe casarse por conveniencia con un noble. Sin embargo, ella está enamorada de otro hombre. La cinta muestra el dilema de la mujer: irse con el otro o quedarse con el marido. La doncella está asesorada por un conde que es amigo de su esposo y que, obviamente, también se enamora de ella.

Aquí es donde añoré el cine norteamericano, porque pensé: “¿Cómo habrían hecho los gringos esta película?”. Sin duda, la producción es impecable, pero hay demasiada luz.

Un drama de este calibre debe estar acompañado de un simbolismo emocional: la oscuridad de las pasiones. Estoy seguro de que los estadounidenses le hubieran bajado el tono a la luminosidad de la película.

De otro lado, los castillos y palacios donde se desarrolla la historia aparecían demasiado “ordenados y perfectos”. También estoy seguro de que los gringos habrían ensuciado un poco más la escenografía para hacerla más real, más parecida a una locación del siglo XVI.

En conclusión, debo felicitar a los organizadores de este evento por su intención de ofrecer nuevas alternativas a los cinéfilos colombianos. Ver las salas abarrotadas de gente significa que las personas quieren disfrutar de otras opciones. No creo que lo llamativo sea porque es cine francés, sino por la multiplicidad de géneros que se presentan en el Festival.    

Más información en http://www.cinefrancesencolombia.com

*Abogado, profesor, escritor, bloguero, filántropo. 

twitter1-1@fbermudezg  

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