Amazona: ¿se puede ser madre y ser libre? - Razón Pública
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Amazona: ¿se puede ser madre y ser libre?

Escrito por Elizabeth Rush
La amazonía

La amazonía

Elizabeth RushEste documental de Clare Weiskopf fue nominado como mejor película iberoamericana a los Premios Goya 2018. Amazona plantea las preguntas necesarias sobre qué significa la maternidad para las madres mismas.

Elizabeth Rush*

Una búsqueda personal

En la mitad de Amazona, la reciente película de Clare Weiskopf, Val Meikle, la protagonista de la película y la mamá de Clare, mira directamente a la cámara y dice: “Lo más importante en la vida de uno es la vida de uno.”

Estas palabras, fuera de contexto, pueden parecer un lugar común, una suerte de espiritualidad neo-hippy que enmascara un profundo egoísmo. Sin embargo en Amazona, una película que explora la maternidad y hace un retrato de una mujer extraordinaria, estas palabras resuenan con una gran fuerza.

Val se fue de Inglaterra a la edad de veintitrés años para estar con su novio colombiano. Tuvo dos hijos con él y otros dos con un hombre llamado Jim Weiskopf, un afamado colombianista conocido por sus estudios sobre el yagé.

En la película, Clare le pregunta a su madre, Val, si siente remordimiento por haber abandonado a sus hijos para viajar por varios meses por el Putumayo en la década de los ochenta.

Durante la niñez de sus hijos, Val los dejó en diferentes momentos, con diversas personas y en variadas situaciones. Clare, por ejemplo, a la edad de once años fue enviada a vivir con su medio hermana mayor; mientras Diego, el hermano de Clare, fue despachado a Bogotá a vivir con su padre. Allí se hizo adicto a las drogas, una lucha que continuó manteniendo hasta su adultez.

Amazona de Clare Weiskopf

Claire en el documental Amazona
Foto: Cinemateca Distrital

Amazona: ¿una autobiografía?

Cuando Weiskopf comenzó su película, pensaba que estaba haciendo una biografía de su madre, a quien describió como “una de las personas más extraordinarias que conozco”, durante el lanzamiento de la película en formato DVD en Cine Tonalá. Pero eventualmente, Weiskopf se dio cuenta de que su maternidad también hacía parte de Amazona.

Cuando Weiskopf comenzó su película, pensaba que estaba haciendo una biografía de su madre. Pero eventualmente, Weiskopf se dio cuenta de que su maternidad también hacía parte de Amazona.

Ella había quedado embarazada y sabía que, aunque el documental era un tributo a su mamá, también la película le abría la oportunidad de hacer su propia búsqueda personal: el documental explora qué queremos decir cuando llamamos a alguien “mala madre” y de los propios sentimientos encontrados y contradictorios que Weiskopf siente frente a su propia madre.

Esta es una búsqueda de un conocimiento corporal que fue adquiriendo a lo largo de su propia maternidad. Esta búsqueda hace que Amazona se destaque como documental.

La historia de una madre y una hija

Claire en el documental Amazona
Claire en el documental Amazona
Foto: Cinemateca Distrital

La película ocurre en su mayor parte en Leticia, Amazonas, en donde Val, finalmente, ha construido una casa.

Como espectadores, somos testigos de cómo tanto Clare y Diego, como los pollos y los gatos, tan queridos por Val, entran y salen de la casa libremente. Los aguaceros caen sobre el tejado y los pescados son envueltos en hojas de plátano y cocinados a la parrilla.

Amazona es un documental íntimo no sólo en su temática, sino en la manera en que las imágenes se hilan unas con otras.

El esposo de Clare, Nicolás Van Hemelryck, filmó la película con una cámara digital de gama media. Cada toma fue hecha desde un ángulo diferente, usualmente en primer plano. Además, cabe aclarar que no hay complicadas gráficas ni animaciones en la película. Por el contrario, simplemente vemos a Clare y a su madre conversar.

Vemos a la madre y a la hija hacer retrospectiva de su relación y, a medida que pasa la película, cada una de ellas explora lo que significa ser una madre, más allá de las definiciones restrictivas y tradicionales.

Amazona destaca como documental porque no fuerza la historia. Por el contrario, el espectador tiene la sensación de estar espiando una íntima conversación familiar, una que ha tenido lugar durante muchos años y que ahora —gracias al proceso documental— ha llegado al momento del ajuste de cuentas.

Val declara una y otra vez, de diferentes maneras, que la vida es un regalo y que está en nosotros decidir qué hacemos con ella. Esta afirmación me permitió reflexionar acerca del significado de la maternidad.

Y aún más ahora que una mayor cantidad de mujeres está entrando a la fuerza laboral y son forzadas a confrontar la pregunta de si lo pueden tener todo: una carrera y una familia.

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Y, sin embargo, me sentía juzgando a Val cuando ella, por ejemplo, no salía corriendo a auxiliar a su hijo cuando las noticias sobre su consumo de droga le llegaban por teléfono.

¿Por qué alcé la ceja en la oscuridad del teatro cuando Diego confesaba, frente a la cámara, que hubiera querido que su madre no lo enviara a la ciudad? En la ciudad lo esperaba, en el mejor de los casos, un padre ausente o, en el peor de los casos, uno alcohólico.

Las decisiones de Val me parecían egoístas. No me gustaba pensar esto de una mujer a la que empezaba a admirar, pero no podía evitarlo.

En la superficie, las razones de mi reacción tienen que ver con las ideas y expectativas que tengo acerca de lo que significa ser una “buena madre”. Pero, aun cuando me parece que mis razones están fundadas, me dejan insatisfecha.

Cuando volví del cine a mi casa, me acosté en la cama y abrí una copia del diario de viaje Sur del expedicionario inglés Ernest Shackleton. En su diario contaba que viajaría a la Antártida por dos meses para estudiar y escribir acerca de los glaciares que se están derritiendo. Es un viaje que debo hacer ahora, antes de tener una familia porque cuando tenga una será casi imposible. “Tus hijos te necesitarán”, me han dicho.

Una tarea que no es solo de la mujer

Amazona flotando.
Amazona flotando.
Foto: Festival de cine de Cali

Esa noche leí sobre cómo el barco de Shackleton, The Endurance, que se había destruido en el helado Mar de Weddell. Él y su tripulación tuvieron que llevar sus botes salvavidas a la corriente más cercana de agua y remar de vuelta a la costa sur de Argentina. Todos los hombres sobrevivieron y, por ello Shackleton sería recordado como uno de los mejores líderes expedicionarios de la historia.

Esta es una búsqueda de un conocimiento corporal que fue adquiriendo a lo largo de su propia maternidad.

Pero, ¿saben qué no se recuerda de Shackleton? Que dejó en Inglaterra a su pequeño hijo durante tres años para irse a Antártida.

Y, aun así, no consideramos llamarlo “mal padre”. El hombre tiene el privilegio de estar por encima de todo juicio moral en cuanto se refiere al cuidado de los hijos. Ni Val, ni ninguna otra mujer que ose embarcarse en una aventura o carrera que la aleje, aunque sea brevemente, lejos de sus hijos tiene el privilegio de no ser llamada “mala madre”.

Hacia el final de la película Val pone su mano en el vientre de Clare. Es un gesto que me colmó, sobre todo, de lástima. Estaba dispuesta, más que a olvidar, a perdonar las decisiones que Val había tomado.

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Sin duda hay momentos, en que los padres les son necesario a sus hijos, momentos en que el amor incondicional y apoyo de la familia son lo único que nos puede ayudar.

Amazona me recordó de la manera más sutil y menos despótica posible que la responsabilidad de proveer amor no es solamente de la mujer. A medida que los costos de hacer documentales bajan, más películas como Amazona pueden explorar los espacios domésticos dejados al margen por las narrativas oficiales.

Todos juntos —como escritores, artistas y público espectador— estamos cambiando el statu quo, confrontando y cambiando las expectativas acerca de quiénes construyen el hogar, quiénes lo cuidan, y qué quiere decir “amor de los padres”.

*Profesora de la Universidad de Brown y autora del libro “Rising: Dispatches from the New American Shore” https://milkweed.org/book/rising (Milkweed, 2018).  @elizabetharush

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