Las primeras revelaciones sobre documentos del Departamento de Estado de Estados Unidos ponen en claro sus pretensiones de acentuar la presión sobre el resto del mundo.
Juan Gabriel Tokatlian*
Diplomacia imperial
Los cables y documentos del Departamento de Estado de Estados Unidos filtrados por WikiLeaks son la expresión de una política exterior que sirve a una estrategia global de primacía, muestra cómo el tacto diplomático se ha tornado subalterno del músculo militar y refleja el talante imperial de Washington.
En materia de visión estratégica ha cambiado muy poco de George W. Bush a Barack Obama. La primacía, entendida como una postura que no tolera la existencia de una potencia de igual talla, sea ésta un antiguo enemigo (Rusia), un tradicional aliado (Alemania) o un futuro adversario (China), sigue vigente. Se modificó la forma -de agresiva a calibrada- pero no la sustancia de esa primacía.
A su vez, el desbalance entre diplomacia y fuerza en el campo externo ha sido y es tan elocuente que el Almirante Michael Mullen sugirió en 2009 limitar la "militarización" de la política exterior estadounidense. Paralelamente, hace tiempo que Washington dejó de comportarse como una superpotencia convencional.
Desestabilizar el orden internacional
Una gran potencia, particularmente en un contexto de unipolaridad como el que rigió por tres lustros después del fin de la Guerra Fría, suele ser un actor que prefiere el statu quo, para asegurar su influencia a través de la persuasión y construir regímenes e instituciones de alcance universal que legitimen su propio poderío.
Sin embargo, en la última década, Estados Unidos se ha comportado como una superpotencia inconforme y revisionista; ha pretendido asegurar su preponderancia a toda costa; perdió la aversión al riesgo y se involucra militarmente en cada punto caliente del planeta; se muestra disconforme con las reglas de juego imperantes; y, socava regímenes e instituciones con acciones unilaterales.
La agenda del imperio
Todo lo anterior refleja una tentación imperial que aún no ha cedido, pese a los fracasos externos y los constreñimientos internos. En esa dirección, lo que los papeles de WikiLeaks confirman es la persistencia de un conjunto básico de objetivos compartido por republicanos y demócratas:
- Frenar a China, disuadir a Rusia, cooptar a India, controlar a Europa y asegurar el sistema de bases militares extendido desde el corazón de Asia Central hasta el Cuerno de África.
- También recelar de las Naciones Unidas, mantener un esquema neo-protector de facto en Irak y Afganistán, defender a Israel, sostener a Arabia Saudita, poner en cuarentena a Pakistán, contener a Irán, vigilar a Turquía, aislar a Venezuela y otros potenciales regímenes calificados de "canallas", y regular el ascenso de poderes emergentes como Brasil y Sudáfrica.
En esos asuntos se puede observar, en líneas generales, una relativa consistencia -con las naturales diferencias de estilo entre republicanos y demócratas- que también se manifiesta en los principales documentos públicos de los últimos años (el Quadriennial Defense Review,el National Security Strategy y el Nuclear Posture Review, entre muchos otros).
Los pronunciamientos oficiales, los viajes de altos funcionarios, el despliegue de los comandos militares y los contactos emprendidos por actores no gubernamentales afines a la perspectiva imperante, persisten de manera consistente.
En todo caso, las filtraciones de WikiLeaks manifiestan el lado tosco, descarnado y abusivo del ejercicio de primacía estadounidense.
* Juan Gabriel Tokatlian es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Tella.