
En una posesión atípica, Biden asumió la presidencia de un país sitiado por la pandemia y la violencia política.
Carlos Alberto Patiño*
Posesión sin antecedentes
Joseph Robinette Biden Jr., “Joe” Biden, se posesionó este 20 de enero como el presidente número 46 de Estados Unidos.
Pero los símbolos, los discursos y los actos públicos que tuvieron lugar ese día estuvieron marcados por los hechos que sucedieron catorce días antes, el 6 de enero, cuando Donald Trump incitó a una turba armada que se tomó el Capitolio.
Durante muchos años, Estados Unidos no había tenido razones para preocuparse por la estabilidad de sus instituciones públicas. Pero eso cambió con la derrota electoral de Trump.
La ciudad de Washington como símbolo
Washington es la capital de los Estados Unidos y es además un distrito federal. Por eso, la ciudad depende del gobierno federal para varios asuntos concernientes al gobierno urbano.
En sus calles están algunos de los símbolos políticos e históricos más importantes para Estados Unidos y los países occidentales. Además de albergar las instituciones del gobierno federal, Washington representa la construcción de Estados Unidos como una sociedad patriótica, que se reconoce como una nación.
En el último siglo Estados Unidos se ha convertido en una sociedad pluriétnica, diversa en su composición religiosa y que alberga muy diversas tradiciones culturales. En ese contexto, Washington ofrece una gran cantidad de museos públicos de entrada gratuita, donde se recoge y se hace eco a dicha diversidad: espacios para el arte, la historia y la cultura.
Desde su fundación en la década de 1790, la capital fue construida para ser el centro de una república democrática, que se alejaba de las monarquías europeas. Washington era el símbolo de la República. Por eso, durante muchos años, los británicos trataron de destruir ese símbolo para reconquistar el territorio perdido.
En esta dimensión, Washington es también la depositaria simbólica de los ritos democráticos que deben ser inalterables: la transición pacífica del poder y el funcionamiento estable e inalterado tanto del Congreso como de la Corte Suprema de Justicia. Por eso, las ceremonias de transmisión del poder en Estados Unidos son consideradas eventos públicos, abiertos a los ciudadanos.

La violencia
En la ceremonia de este año, la vida de la ciudad se vio alterada como no sucedía desde las épocas de la guerra civil, con las confrontaciones de los militares contra los confederados.
Ni siquiera después de los ataques del 11 de septiembre de 2001 hubo tantos militares como este año. Las tropas de la Guardia Nacional, con un considerable nivel de entrenamiento para un combate real, dotadas de armamento con la munición suficiente para ejecutar enfrentamientos prolongados, tomaron el control del Congreso y de otras zonas de la ciudad. Washington se convirtió en una ciudad fortificada, vigilada y militarizada.
Washington representa la construcción de Estados Unidos como una sociedad patriótica, que se reconoce como una nación.
¿Cómo se llegó a esta situación? Tres hechos fueron decisivos:
El principal fue, desde luego, el intento de golpe de Estado del 6 de enero. Tanto los medios como algunos miembros del Partido Republicano han coincidido en que el principal instigador de estos hechos fue Trump. Este episodio mostró que un grupo de manifestantes armados, mayoritariamente blancos, podía asaltar el Congreso con relativa facilidad y que hubo un riesgo real de secuestros e incluso de asesinatos.
El golpe de Estado fracasó porque el Congreso tomó la decisión de mantener las instituciones en pie y de no ceder a las presiones de Trump. Finalmente, los congresistas ratificaron la constitución, las leyes y el resultado electoral del 3 de noviembre.
Después del fracaso del golpe, Trump trató de desmarcarse de los violentos, pero nunca reconoció que la elección no había sido fraudulenta y que él había sido derrotado limpiamente.
El segundo hecho que llevó a la militarización de Washington fue una alerta del FBI: la agencia de inteligencia advirtió que, durante las dos semanas que faltaban para la posesión de Biden había un riesgo de manifestaciones armadas y violentas. Incluso se afirmó que se estarían preparando acciones de toma de la ciudad de Washington por parte de grupos radicales.
El mando militar está dispuesto a defender la transición pacífica del poder y a proteger la constitución
Algunos miembros de cuerpos de seguridad e inteligencia llegaron a prever posibles acciones armadas, basados en las proclamas, arengas y movilizaciones de los grupos más radicales y que se identifican con agendas políticas supremacistas, como los llamados Proud Boys.
Este segundo punto ya ha supuesto de por sí una seria crisis para Estados Unidos. Ya no se trata de acciones esporádicas, como las del Army of God o la de Timothy McVeigh, en Oklahoma. Esta vez la amenaza proviene de grupos armados que pueden ejecutar actos terroristas y poner en riesgo la estabilidad de las instituciones.
El tercer hecho fue un comunicado del Jefe del Estado Mayor Conjunto de las fuerzas militares, en el que se manifestó la posición conjunta de los ocho máximos comandantes militares. Los comandantes condenaron el asalto al Congreso y lo calificaron como un ataque a la Constitución que las fuerzas armadas han protegido durante casi 250 años.
Esta declaración pública deja varios cabos sueltos, pero detrás hay un mensaje claro: que el mando militar está dispuesto a defender la transición pacífica del poder y a proteger la constitución, y que no permitirá una confrontación armada en Washington.
La huella de Trump
Por ahora, la posesión de Biden es un triunfo para la democracia en Estados Unidos. Aunque Trump dejó maltrecho el ritual de la transición pacífica del poder, la presencia y las intervenciones de los expresidentes Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama tuvieron un efecto positivo.
El paso de Trump por la presidencia de Estados Unidos dejó una huella enorme, y mucho más por su pésima gestión de la pandemia. El 19 de enero, el presidente Biden ordenó instalar banderas a lo largo del corredor entre el Capitolio y el obelisco, como un homenaje a los muertos por COVID-19.
Washington, la ciudad de los símbolos, se salvó de la violencia política, pero todavía no de la pandemia. La amenaza de seguridad ha disminuido, pero la amenaza sanitaria sigue vigente.