La frivolidad como clave de la cultura norteamericana, a propósito del maestro del pop.
Mauricio Puello Bedoya
Recorriendo la actual exposición de Andy Warhol en el Museo de Arte del Banco de la República, recordé el postulado filosófico "toda ética devendrá en estética", que el pop art ha sabido llevar más allá de sus referentes originales, al asignarle atributos plásticos a la ética implícita en la producción en serie de bienes de consumo; soporte de la sociedad norteamericana que bien anticipó, al final de la segunda guerra mundial, el gobierno de Eisenhower:"nuestra economía demanda que hagamos del consumo nuestro modo de vida; que la compra y el uso de bienes se convierta en rito; que busquemos nuestra satisfacción espiritual en el ego del consumo. Necesitamos que las cosas se consuman, se quemen, se reemplacen y se desechen con una velocidad siempre mayor".
Por tanto, ocupar un museo o una galería con expresiones elementales del consumo diario, no significa, como aseveraba Warhol, que "no hay nada detrás" de esa mera superficie de imágenes y comunicados que nos propone en su obra.
"Lo más profundo es la superficie", afirmó Gilles Deleuze, sugiriendo que el momento en que estamos más gobernados por el fondo, es precisamente cuando ambicionamos eternizar la experiencia de la superficie. Pretensión que en el caso del pop art constituye, a su vez, una aceptación de la invitación consumista a deslizarnos por un luminario tobogán de vitrinas, a contraprestación de que no hagamos preguntas y seamos pura organicidad, como los ‘cuerpos sin órganos' de Antonin Artaud.
El pop art no está dispuesto a denunciar (cuando el pop art denuncia, es tercermundista) que la maquinaria del consumo no sólo produce objetos sino seres humanos. Poder metafísico adquirido por el capitalismo al reemplazar la categoría ‘persona' por la de ‘consumidor', un ser sin ninguna cualidad de género o edad, más allá de ‘fuerza de trabajo', ‘capital humano' o 'poder adquisitivo'.
El instrumento más eficaz de la masificación para operar sobre la corteza del inconsciente colectivo, es la ritualística y la mitificación de la vida cotidiana. Inducción emotiva que Warhol ignora completamente (o acepta sin chistar) al señalar que "Estados Unidos tiene la costumbre de volver heroico a cualquiera, o a cualquier cosa, y eso es genial…".
La vocación de Warhol por la superficie como totalidad se completa con su condición homosexual, que para el psicoanálisis no es más que un desorden en el plano simbólico (todos lo tenemos) expresado en un insuperable terror por ingresar a las profundidades inconscientes. Así, aunque más doloroso, Warhol prefiere el infantilismo de la superficie antes que saber de sí: "Preferiría seguir siendo un misterio. No me gusta explicar mis motivaciones (…) Simplemente, no sé cómo ser real".
El consumo, por tanto, más que ‘superficiales' nos quiere horrorizados y hedónicos, una tensión que él mismo nos ayuda a superar, ofreciéndonos una narcótica labor de decoradores: "Es decorativo", fue la respuesta de Warhol a la pregunta "¿Cuál es el sentido de su arte?".
Dudo que el espíritu norteamericano pueda ser explicitado por una persona que manifiesta: "Adoro a América […] los símbolos prácticos pero efímeros que nos sostienen". Aunque valioso como testimonio antropo-estético, Warhol resulta insular y anecdótico frente a un análisis cabal del devenir histórico de los valores norteamericanos y el vigor de su influencia.
Frente a Warhol – quien sin ningún rubor pudo decir que Picasso fue su artista más admirado, sólo porque "era muy prolífico" -, tendría razón Ernst Gombrich al sospechar que los artistas, al nutrirse de una pulsión vivencial, quedarían impedidos para conjugar eficazmente la teoría, la historia y la creación.
Sin embargo, la propuesta de Warhol de elevar a categoría de arte la frivolidad antes exclusiva de las cortes – farandulera opulencia que los seres humanos de todos los tiempos siempre hemos envidiado, y el pop art nos propone trasladar a la calle – es una oferta que no se puede rechazar.
* Arquitecto, con estudios doctorales en urbanismo y ordenamiento territorial en la Universidad Politécnica de Cataluña. Su blog es mauronarval.blogspot.com