
Estamos en manos de los ciudadanos… y de la divina providencia.
Hernando Gómez Buendía*
Esta pandemia es una guerra de la naturaleza contra la ciencia, el Estado y la conducta de los ciudadanos.
Y hoy en Colombia la única arma que nos queda es la conducta inteligente de cada ciudadano.
Veamos.
La naturaleza se vuelve cada vez más agresiva. Esto se debe a que la probabilidad de mutaciones nocivas es mayor a medida que aumentan los contagios; por eso desde septiembre se han venido prendiendo las alarmas ante las variedades sucesivamente detectadas en Dinamarca, Irlanda, Reino Unido, Sudáfrica y Brasil; estas últimas variantes son más contagiosas y algo más resistentes a las vacunas actuales (tanto así que la de Oxford-Astrazeneca resultó ineficaz en Sudáfrica y la vacunación fue suspendida).
Aunque las vacunas pueden ser rediseñadas con relativa rapidez, hay que entender que cada mutación equivale a otra pandemia. La variedad más exitosa se convierte en dominante, e incluso podría ser que las personas se contaminen por segunda vez: es lo que pasa con la gripa, que a fin de cuentas es producida por un virus similar al SARS-Cov-2 (este último escenario no está confirmado, pero cada vez hay más razones para no descartarlo).
Las nuevas variedades han vuelto a disparar las olas de contagios en Brasil, Sudáfrica, Reino Unido y países de la Unión Europea, donde por eso se ha tenido que volver a las formas más dañinas de confinamiento. Aunque en Colombia se han detectado pocos casos, es casi una certeza que esas mutaciones serán las dominantes en unas semanas.
Al lado y además de los mutantes, este sería el momento más peligroso porque estaríamos llegando a la fase donde es mayor el total de nuevos contagiados (esto sucede con cualquier epidemia, porque la curva tiene un techo cuando la contaminación es suficiente para empezar a inducir la “inmunidad de rebaño”).
Nadie conoce la situación de Colombia porque hay gran subregistro, pero los estudios de seroprevalencia sugieren que
- En los casos extremos, ese tope se estaría superando; a finales del año pasado, Leticia o Montería ya tenían un 59% de contaminados y Barranquilla un 55%;
- En el resto del país el tope se estaría acercando; hace dos meses Bogotá tenía 26%, Medellín 27%, Bucaramanga 28%, Cúcuta 30%, Villavicencio 35%….
Los anteriores son los hechos duros, los que resultan de la biología y de las matemáticas. En Colombia sentimos el alivio de que el impacto de las fiestas de fin de año esté pasando, pero no hay que engañarse: se vienen unos meses de altísimo peligro.
¿Cómo responderemos? Hasta ahora parece que lo hemos hecho mal: Colombia ha manejado la pandemia peor que 95 de los 98 países que compara el Instituto Lowi, y Bloomberg nos ubica en el lugar 51 entre 53. El presidente Duque insiste en lo contrario, de modo que a su tiempo tendremos que aclarar los hechos – y las responsabilidades-.
Pero por hoy hay decir que los otros tres actores nos están abandonando:
- La ciencia -en este caso las vacunas-, demorará aun más de lo previsto: los países ricos las están acaparando.
- El Estado colombiano -en este caso el ministerio de Hacienda y el Banco de la República- se ha declarado incapaz de proveer más alivios, y
- La gente parece estar cansada, o descuidándose, o resignándose a que la naturaleza complete su tarea.
Por eso nuestra única esperanza es convencer a la gente de que hoy más que nunca tenemos que reducir el riesgo de contagios.