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Verdades incómodas y fuentes complacientes: a propósito de “La Escuela Abraza La Verdad”

Escrito por Juan Camilo Cardenas
Comisión de la Verdad 2022

El informe de la Comisión de la Verdad sería enseñado en los colegios de Colombia, pero no todos está de acuerdo con la idea. ¿A qué se deben las resistencias y cómo hacer para que los colombianos nos pongamos de acuerdo sobre la verdad?

Juan Camilo Cárdenas*

Reacciones encontradas

El país respondió con reacciones diversas el anuncio del nuevo ministro de educación, Alejandro Gaviria, apoyando la campaña «la escuela abraza la verdad» para invitar a las instituciones educativas a que incorporen el informe de la Comisión de la Verdad en los contenidos curriculares.

Es probable que exista una estrecha asociación estadística entre la votación en el Plebiscito para la Paz de 2016, la votación de hace cuatro años entre Duque y Petro (2018), y las opiniones que se observan en las redes sociales en el momento de la transición al gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez.

Si mi hipótesis es correcta, llevaríamos seis largos años estancados en una división, polarización dirían algunos, que haría muy difícil lograr que el informe de la Comisión de la Verdad llegara a ser parte del currículo de todos los niños y jóvenes de Colombia. Desafortunadamente no hay hasta el momento encuestas que permitan recoger los sentimientos de los ciudadanos de a pie sobre esta propuesta.

Un caso muy parecido

Por un momento me saltó a la cabeza una lucha política que ha aparecido en Estados Unidos sobre la enseñanza en las escuelas primarias y secundarias de la llamada “Teoría Racial Critica” (Critical Race Theory) que ha causado revuelo entre las diferentes corrientes de ese país. El tema racial ha movilizado marchas— el movimiento Black Lives Matter, para no ir más lejos— y está definiendo resultados electorales en una sociedad que no logra sobrepasar una historia dolorosa de violencia contra la población negra.

Pensé que podríamos derivar algunas lecciones de ese proceso, dado que algunos estados de la Unión y distritos educativos han propiciado debates álgidos hasta llegar a prohibir que aquella teoría se utilice como parte de los currículos escolares. ¿Cuál es el argumento principal? Que a los niños les están o estarían enseñando a odiar a los blancos.

En una encuesta reciente de la Associated Press y la Universidad de Chicago, se veían claramente estas tensiones:

  • Ante la pregunta de si estaban a favor o en contra de rebautizar escuelas con nombres de personajes históricos que habrían apoyado la esclavitud o la segregación, el 39% manifestó estar en contra o fuertemente en contra, y un 33% a favor o fuertemente a favor.
  • Ante la posibilidad de prohibir textos que trataran temas que causaran divisiones, un 58% estuvo en contra o fuertemente en contra y un 12% a favor o muy a favor.

En otro estudio de la Universidad de Massachusetts Amherst,

  • Ante la pregunta “¿Cree que su sistema de escuelas públicas locales se está enfocando demasiado o muy poco en el racismo en Estados Unidos, o el enfoque es correcto?”, 37% opinaron que el enfoque actual estaba bien, 34% que era muy poco y 27% que era demasiado.
  • Dos tercios de los republicanos están de acuerdo con que “Estados Unidos está en riesgo de perder su cultura y su identidad”.
  • Sin embargo, tres de cada cuatro encuestados estuvo de acuerdo con que el contenido curricular en los colegios incluya algún material sobre la desigualdad racial del país.
Comisión de la Verdad 2022
Foto: https://www.mineducacion.gov.co/portal/salaprensa/Noticias/364521:Mineducacion-hace-nuevo-llamado-para-que-padres-de-familia-matriculen-a-sus-hijos Debería ser entonces esperanzador ponernos de acuerdo en que se podría enseñar en las escuelas una historia de violencias que causó dolor en todos los grupos de la sociedad, pobres y ricos, los con tierra y los sin tierra, blancos, negros, indígenas, campesinos, empresarios, ganaderos o agroindustriales.

Más fácil aquí que allá  

Así que volvamos a nuestro debate local, el de enseñar en nuestros colegios los contenidos y lecciones del trabajo de la Comisión de la Verdad.

No pretendo pensar que los debates son iguales. De hecho, quiero destacar una gran diferencia:

-En Estados Unidos el problema radica en el reclamo de un grupo particular, la población descendiente de esclavos que en su momento sufrió una violencia por parte de grupos poderosos, usualmente blancos, que instauraron y defendieron a sangre y fuego una institución como la esclavitud y que dejó legados que todavía hoy se sienten. Allí hay una clara identificación del grupo de víctimas de esa violencia y de los rezagos históricos que aun hoy generan discriminación y violencia contra un grupo particular; como hay también una identificación de los victimarios como otro grupo particular por su color de piel.

Por eso es casi imposible el diálogo constructivo de reconciliación. Las elecciones de Barak Obama y posteriormente de Donald Trump son muestras de esa gran dificultad.

-Pero en Colombia las tensiones derivadas del conflicto tienen una característica diferente. La Comisión de la Verdad se ha concentrado en las víctimas, y sus informes han sido bastante claros en hacer visibles a las víctimas en todos los grupos de la sociedad, sin privilegiar la atención a las  víctimas de un grupo particular sobre las víctimas de otro grupo.

De hecho, las comunidades negras e indígenas sufrieron a menudo la violencia ejercida por fuerzas del Estado, por las guerrillas de izquierda y por los paramilitares, dependiendo de quién quería en su momento dominar el territorio mediante la violencia en todas sus formas.

Debería ser entonces esperanzador ponernos de acuerdo en que se podría enseñar en las escuelas una historia de violencias que causó dolor en todos los grupos de la sociedad, pobres y ricos, los con tierra y los sin tierra, blancos, negros, indígenas, campesinos, empresarios, ganaderos o agroindustriales.

Esto permitiría ponernos de acuerdo en que cualquier violencia debe ser rechazada y construir una generación de la paz.

También podría ser menos polarizador que la discusión sobre si enseñar acerca del racismo en un país dividido entre un grupo étnico y otro. Debates similares se viven todavía en una Suráfrica que no logra superar todas sus desigualdades del Apartheid y que lleva veinticinco años debatiendo hasta donde el tema racial debe ser o no ser parte de sus currículos escolares.

Sordera selectiva

Cierro con un argumento aún menos político.

Todos los seres humanos somos víctimas de lo que se denomina el sesgo de confirmación y la aversión a la disonancia cognitiva. Desechamos información que no confirma nuestras creencias y no sentimos incómodos cuando nos contradecimos en nuestras expresiones o actuaciones.

Piensen en la dificultad emocional para contradecirnos al apoyar un candidato o un plebiscito como en las elecciones de los últimos seis años que mencioné más arriba. O reflexionen, en la intimidad del hogar, sobre la posibilidad de que a los hijos les enseñen una historia de la violencia que no queremos que se repita para ellos.

Siempre preferiremos las mentiras complacientes sobre las verdades incómodas.

Un experimento reciente con hombres jóvenes en Arabia Saudita prueba el poder de superar nuestros sesgos o prejuicios, que en ocasiones se derivan de normas sociales mal concebidas. En público, los hombres de esa sociedad tan patriarcal deben perpetuar las normas sociales que impiden a sus esposas trabajar fuera de la casa. Al decirles que la mayoría de los hombres saudíes permitirían que las mujeres trabajaran fuera del hogar, las esposas de los hombres que recibieron esta información aumentaron la probabilidad de buscar o aceptar ofertas laborales por fuera de su hogar. Algo pasó en la intimidad de esos hogares que transcendió las creencias, equivocadas, de la norma social.

Estoy vislumbrando entonces un experimento similar que le propongo a los lectores de Razón Pública y a la Comisión de la Verdad:

  • Hagamos una encuesta sobre las creencias de la gente sobre el contenido del informe de la Comisión de la Verdad.
  • Informemos a unos padres de familia seleccionados al azar sobre los contenidos reales de informe —no sobre los contenidos que los fanáticos de las redes difunden sin haberse leído el extenso informe—, y
  • Evaluemos cuál sería su apoyo a que “La Escuela Abraza La Verdad” fuese parte de la formación curricular en donde educan a sus hijos.

De pronto nos podemos llevar algunas sorpresas sobre el poder de la educación. Pero sobre todo del poder de educarnos como padres de familia para mejorar la educación de nuestros hijos.

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