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Venezuela: la espera como forma de control social

Escrito por Sergio Ángel - Nastassja Rojas
Nicolás Maduro ¿está perfeccionando un sistema de control social por medio de la escasez?

Sergio AngelNastassja RojasLos venezolanos deben esperar cada vez más para conseguir alimentos o gasolina. Y aun así disminuyen las protestas ¿Cómo explicar la paradoja?

Sergio Ángel* – Nastassja Rojas**

Dos lecturas erróneas de la crisis

Los medios han registrado durante los últimos días las colas interminables en las estaciones de gasolina de Venezuela. Además, han registrado la hiperinflación, el desabastecimiento y el recorte de los servicios básicos, haciendo evidente que la vida de los venezolanos cada día se torna más insoportable.

Frente a estos acontecimientos, algunos han optado por asumir que esta situación es producto de las sanciones económicas de Estados Unidos hacia el régimen de Nicolás Maduro, y que por lo tanto la responsabilidad no recae exclusivamente en las decisiones gubernamentales.

Otros, por el contrario, responsabilizan a Maduro y sostienen que la crisis actual es el resultado de la corrupción y la torpeza en el manejo de los asuntos públicos por parte del gobierno.

La primera postura ha tenido eco entre los sectores alternativos y se ha alimentado del antiimperialismo y el temor de una intervención militar. La segunda postura ha resonado con fuerza entre los sectores de oposición, que siguen subestimando a quienes están en el poder, creyendo que no saben lo que hacen y que su caída es cuestión de tiempo.

No hay ninguna paradoja

Aquí propondremos una tercera explicación: El régimen de Nicolás Maduro ha utilizado la pobreza y la espera como una forma de controlar a la población y así mantenerse en el poder.

Una pista concreta para apreciar el fondo del problema la estamos recibiendo por televisión: las colas son especialmente largas en las ciudades o estados que históricamente se han opuesto al chavismo.

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Los pacientes del Estado

Los habitantes de las Villas de Buenos Aires deben esperar mucho tiempo para conseguir que el Estado les suministre bienes o servicios. Por eso, el sociólogo Javier Auyero en su libro Los pacientes del Estado se pregunta: “¿por qué los pobres esperan tanto?”

Auyero encontró que el tiempo de espera está estratificado. La consideración sobre la espera no es la misma en todos los peldaños de la sociedad, así como tampoco es lo mismo esperar en un hospital público que en una clínica privada.

Filas para obtener alimentos y ahora, gasolina.

Foto: Wikimedia Commons
Filas para obtener alimentos y ahora, gasolina.

La espera por un subsidio, un plan alimentario o una reubicación es un mecanismo de dominación. Y aunque el diagnóstico de Auyero no fue hecho en un contexto socialista ni mucho menos totalitario, sino en una sociedad capitalista, el sometimiento de los más pobres es muy funcional para explicar lo que sucede en Venezuela hoy día. Su estudio demostró (1) que el pobre asume la espera como parte de su condición y (2) que su tiempo no tiene ningún valor.

Estamos acostumbrados a pensar que la represión estatal se ejerce mediante los cuerpos de seguridad del Estado, que a través del uso de la fuerza obligan a los ciudadanos a acoplarse a los dictámenes del régimen en el poder.

El régimen de Nicolás Maduro ha utilizado la pobreza y la espera como una forma de controlar a la población y así mantenerse en el poder.

Pero no estamos habituados a pensar que, si alguien tiene que dedicar gran parte de su tiempo a realizar colas para aprovisionarse de bienes básicos o esperar por trámites burocráticos, no está siendo reprendido cuando en realidad el Estado está forzando al individuo a cambiar sus rutinas y a actuar acorde a sus intereses de domesticación.

La investigación de Auyero sugiere entonces que los gobiernos no trabajan necesariamente por el desarrollo y el progreso de sus pueblos, sino que también pueden buscar la pauperización de sus ciudadanos.

La pauperización

Los desastrosos indicadores económicos y sociales desde que Maduro asumió el poder en 2013 son el resultado de una política de empobrecimiento y domesticación de la población, que Maduro heredó del gobierno de Hugo Chávez.

Al mismo tiempo que el poder adquisitivo de la moneda se ha ido perdiendo y la calidad de vida ha desmejorado drásticamente, han aumentado los tiempos de espera y se han fortalecido los mecanismos de control social.

En otras palabras, el mismo Gobierno venezolano ha empobrecido por igual a ricos y pobres, y los ha puesto en la misma condición con el fin de someterlos al control social de la espera.

Según los datos oficiales publicados esta semana por el Banco Central de Venezuela (BCV), que estuvo en silencio durante años, la inflación durante el 2018 fue de 130.060,2 por ciento, mientras que la contracción del Producto Interno Bruto (PIB) fue del 22,5 por ciento en el último año y del 47,6 por ciento entre el 2013 y el 2018.

Estos datos, que contrastan con los calculados por el Fondo Monetario internacional para el año 2018 —según los cuales la inflación en realidad fue del 1.370.000 por ciento— ponen de presente que el país se encuentra en una profunda crisis y que ésta es anterior a las sanciones impuestas por Estados Unidos.

Hay que tener en cuenta que la producción petrolera se ha desplomado hasta llegar a los 732.000 barriles por día, según datos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Esa caída de la producción petrolera en Venezuela puede empeorar todavía más el panorama actual.

En cuanto al empobrecimiento, la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI), presentada el pasado 30 de noviembre de 2018 reveló que el 48 por ciento de la población en Venezuela es pobre.

El 94 por ciento de los encuestados sostuvo que los ingresos que recibía eran insuficientes para cubrir los costos de vida, pese a que el 63 por ciento reconoció ser beneficiario de alguna de las misiones sociales del régimen, el 80 por ciento de los hogares reconoció haber recibido bolsas del Comité Local de Abastecimiento y Producción (CLAP), y el 90 por ciento sostuvo que algún miembro de la familia contaba con el Carnet de la Patria. Es decir, que aún con los subsidios las familias no les alcanza el dinero para llegar a fin de mes.

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La espera

Debido a que las familias no tienen la posibilidad de conseguir su propio sustento, el número de beneficiarios de las misiones ha aumentado. Pero ese crecimiento no es de ninguna manera positivo. Sobre todo, porque implica que la población depende aún más del gobierno.

En Venezuela, la espera no ha servido solo para someter a los sectores más pobres, sino a todos los estratos sociales mediante la pauperización de la vida cotidiana.

Es inexplicable que un país petrolero someta a sus ciudadanos a colas de más de 24 horas para abastecerse de gasolina, o que sea casi imposible conseguir gas doméstico por el tiempo de espera.

Los más vulnerables deben someterse además a las colas habituales para conseguir cualquier bien o para recibir el dinero de la pensión. Los demás deben hacer colas para pagar con su tarjeta débito, ya que con efectivo es imposible pagar cualquier alimento.

El mismo Gobierno venezolano ha empobrecido por igual a ricos y pobres, y los ha puesto en la misma condición con el fin de someterlos al control social de la espera.

Nadie escapa de esta degradante condición de la espera con la que el gobierno ha sometido a la ciudadanía. Esta domesticación explica por qué las marchas y movilizaciones han menguado cuando la situación es cada vez más crítica.

La gente necesita sobrevivir y en lugar de marchar o protestar, debe hacer cola para la gasolina, para el pan, para la pensión, o para pagar cualquier producto. Ya no hay tiempo para luchar por un cambio, porque los venezolanos están ocupados en sobrevivir.

Ni triunfalismo ni condescendencia

Es difícil imaginar que exista un plan macabro para empobrecer a la población con el fin de controlar el descontento y lograr gobernabilidad. Pero creer que la situación actual de Venezuela es un coletazo indeseado parece ingenuo, si se tiene en cuenta que ha resultado muy conveniente para el Gobierno.

Escasez en los supermercados de Venezuela. ¿una forma de control social?

Foto: Wikimedia Commons
Escasez en los supermercados de Venezuela. ¿una forma de control social?

Por eso hay que dejar de suponer, como lo hace la oposición, que el gobierno ya está derrotado y que su caída es cuestión de tiempo. En realidad, la población está cada vez más sometida y sin ánimo para movilizarse.

Sin embargo, también es importante abandonar la idea absurda de que el colapso de una pujante economía como la venezolana es el resultado de las sanciones económicas de Estados Unidos, y que por ende el régimen de la revolución Bolivariana hace lo que puede para atender a sus ciudadanos.

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Seguir aduciendo que antes de la llegada del chavismo la pobreza era escandalosa o que los primeros años de la bonanza petrolera permitieron alcanzar picos históricos en los indicadores sociales no es más que un engaño para obviar el trasfondo del problema: las misiones sociales llevaron a una dependencia extrema de la población.

Son años de dependencia estatal, años de sometimiento a los tiempos de la burocracia, años de adaptación al empobrecimiento. Si Maduro sigue en el poder es porque la sociedad civil ha sido devastada y subyugada a través del control social de la espera; una funcional pero nefasta política de Estado, comenzada por Chávez y perfeccionada por Maduro.

*Profesor Asociado e Investigador del programa Cuba de la Escuela de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Sergio Arboleda, Candidato a Doctor en Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia. Contacto: sergio.angel@usa.edu.co @angelsergioa

**Decana de la Facultad de Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Santo Tomás, Candidata a Doctora en Derecho de la Universidad Nacional de Colombia. Contacto: dec.fagori@usantotomas.edu.co @NastassjaRojas

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