
Se dice que las nuevas cepas del virus podrían ser más resistentes a las vacunas que hoy existen. ¿Qué dicen los estudios y la experiencia hasta ahora?
David Bautista Erazo*
Mutaciones y variantes
Hay mucha preocupación y abundan las alarmas sobre las nuevas variantes del virus SARS-CoV-2 (causante de la COVID-19). Se dice que estas variantes podrían disminuir la efectividad de las vacunas desarrolladas hasta el momento.
Para saber si esta preocupación es real o es injustificada, debe aclararse primero qué es una variante y cómo funciona la respuesta inmune producida por las vacunas contra el virus.
El virus SARS-CoV-2 es una entidad que al replicarse —es decir, al infectar las células de un humano— puede evolucionar por medio de mutaciones, es decir, por cambios en la estructura y función de sus proteínas, las grandes moléculas que le ayudan a cumplir sus actividades infecciosas.
Afortunadamente, el virus SARS-CoV-2 no tiene una gran capacidad para mutar de manera natural (o intrínseca). Sin embargo, por ser tan contagioso, es posible que vayan predominando las mutaciones que le brindan una ventaja adaptativa. Al ir siendo seleccionadas de manera natural, estas mutaciones y los virus podrían aumentar progresivamente su frecuencia en la población y apartarse del virus parental (silvestre o ancestral).
Las leyes de la evolución se aplican a todos los seres vivos, y por eso el SARS-CoV-2 registra mutaciones continuas, aunque casi siempre insignificantes a medida que se expande la pandemia. Pero puede ocurrir que algunas de estas variantes sean más peligrosas para el ser humano. Por ejemplo, una mayor transmisibilidad, una tasa de mortalidad más alta, o que evadan la inmunidad adquirida por quienes han superado una primoinfección con la variante silvestre o alguna otra.
Hasta el momento se han descrito algunas variantes que preocupan y que ya son conocidas por el público general: la variante del Reino Unido (UK), la variante de Sudáfrica (SA), la variante de Brasil (BR) y la variante de California (CA). Estas cuatro variantes comparten algunas mutaciones particulares que podrían implicar una mayor transmisibilidad (como la N501Y) o a una posible resistencia parcial a los anticuerpos (como la E484K). En la Revista de la Asociación Médica Estadounidense se publicó un artículo con información más detallada sobre las variantes del SARS-CoV-2, para quienes quieran profundizar en el tema.
Inmunidad mediante vacunas
Ahora recordemos cómo funciona la inmunidad producida por las vacunas. Como ya dije en un artículo de Razón Pública, el sistema inmune tiene varias ramas que ayudan al cuerpo a recordar los patógenos que nos infectan mediante un proceso llamado inmunidad, basado en la relación de diversas memorias inmunológicas. Este mecanismo permite que cuando nos volvamos a encontrar con el mismo patógeno podamos atacarlo de manera más eficiente y sin que resulte en una enfermedad.
Cada rama actúa de manera diferente y algunas son más pertinentes para combatir cierto tipo de patógeno (esto demuestra la alta complejidad de nuestro sistema inmune). Parece ser que en el caso del SARS-CoV-2, tanto los anticuerpos neutralizantes como las células T son esenciales para controlar la infección, pues unos y otras se multiplican tras el contagio o la vacunación.
El sistema inmune tiene varias ramas que ayudan al cuerpo a recordar los patógenos que nos infectan mediante un proceso llamado inmunidad.
La respuesta del sistema inmune no depende sólo del tipo de células involucradas (por ejemplo, células B o células T) sino también de las distintas “partes” del patógeno. Estas “partes” que reconocen las células del sistema inmune se llaman antígenos, y en el SARS-CoV-2 el más significativo es la proteína de la espícula —también llamada spike (S)— que forma la corona. Precisamente con estos antígenos se elaboran las vacunas.
Una proteína está compuesta por la unión de cientos de aminoácidos: pequeñas moléculas que se unen para formar una cadena proteica. En esta proteína hay varios fragmentos llamados epítopos o determinantes antigénicos, compuestos por varios aminoácidos (usualmente más de nueve). Esto es lo que realmente reconocen las células del sistema inmune.
Muchas de las vacunas contra la COVID-19 contienen varios antígenos del virus (la de Sinovac, por ejemplo), mientras que otras contienen uno solo, generalmente la espícula (como la de Pfizer). Es importante recalcar que las vacunas que existen en la actualidad contienen o producen los antígenos completos, es decir, la proteína entera. Esta es una macromolécula que puede contener diferentes epítopos. Como se elaboran con antígenos completos, las vacunas producen una respuesta policlonal, es decir que se propagan células B y células T que reconocen varias “zonas” de la proteína del virus.

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¿Ya no sirven las vacunas que tenemos?
Ahora bien, las mutaciones en las variantes del SARS-CoV-2 son “puntuales”; es decir que, por lo general, cambia un solo aminoácido por otro. Este reemplazo de un solo aminoácido podría afectar —o no— un solo epítopo de la proteína. Como las vacunas se fabrican con la proteína completa y producen memoria contra varias de sus “zonas”, la mutación de una pequeña parte de un epítopo no representaría un riesgo. Gracias a la información que tenemos ahora, se sabe bien que las variantes actuales del virus SARS-CoV-2 no comprometen la efectividad de las vacunas desarrolladas.
¿Por qué en un principio hubo preocupación? Porque hubo algunos estudios preliminares en los cuales personas ya vacunadas tenían una respuesta de anticuerpos que no neutralizaba eficazmente las variantes. Sin embargo, estudios más robustos y recientes han corroborado que, si bien podría existir alguna disminución de la capacidad neutralizante, esta no se perdía por completo. En otros estudios ni siquiera se logró observar dicha disminución.
Por otra parte, se ha corroborado la importancia de la inmunidad mediada por células T, pues la respuesta de estas células no se vio afectada significativamente por diferentes mutaciones encontradas en las cuatro variantes más preocupantes. Esta observación despejó definitivamente la preocupación que había. Las células T son importantes al analizar los efectos de las nuevas variantes porque ellas son más “resilientes” a las mutaciones del SARS-CoV-2 ya que, en comparación con los anticuerpos, estas células reconocen muchos más epítopos.
Como dijimos antes, es el conjunto de todas estas respuestas (anticuerpos y células T, entre otras) lo que produce la inmunidad. Por eso no podemos quedarnos pensando en una fracción del proceso (los anticuerpos), que no es el factor único ni el más importante de la respuesta inmune, aunque sea fundamental.
Lo que muestra la experiencia
Debemos decirlo con claridad: las variantes actuales de SARS-CoV-2 no comprometen de ninguna manera la eficacia de las vacunas desarrolladas.
Israel es el país que más rápido avanza en su campaña de vacunación, y aunque el 80% de las muestras corresponde a la variante del Reino Unido, la inoculación masiva en este país ha sido efectiva, disminuyendo drásticamente el número de casos y la mortalidad. En Colombia nos interesa mucho saber si la vacuna de Sinovac (ampliamente usada en el país) es efectiva contra la variante de Brasil. Y parece que sí, según información preliminar.
También en las redes sociales se intenta difundir este mensaje de calma. En un hilo de Twitter, una científica estadounidense recopila estudios que demuestran que las vacunas son eficaces y no disminuyen su respuesta inmune contra diversas variantes del SARS-CoV-2. Y estos son sólo algunos apartes de la mucha información disponible que nos tranquiliza asegurándonos la efectividad de las vacunas.
En Colombia nos interesa mucho saber si la vacuna de Sinovac (ampliamente usada en el país) es efectiva contra la variante de Brasil. Y parece que sí
Si los países aceleran la vacunación masiva habrá una menor transmisión en la comunidad y, por lo tanto, disminuirá la aparición de variantes problemáticas en el futuro. Si este año se logra vacunar a gran parte de la población, las vacunas actuales podrían seguir siendo útiles por mucho tiempo.
Por último, importa mencionar que las plataformas vacunales desarrolladas hasta hoy son muy versátiles, de manera que si aparecen mutaciones muy distintas del SARS-CoV-2, bastaría con realizar unos cambios menores en la formulación y una aprobación expedita por parte de los reguladores.
Por todo eso no se justifica el alarmismo frente a la eficacia de las vacunas. Pero es urgente avanzar con rapidez en la vacunación masiva para cortar la transmisibilidad y la probabilidad de mutaciones más peligrosas. Replicar la hazaña de Israel en los países latinoamericanos es un gran reto, pero mientras haya un suministro constante, podemos vacunar a una gran parte de la población. En Colombia podría, incluso, lograrse este mismo año.