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Uribe, el rey de Twitter

Escrito por Omar Rincón
Álvaro Uribe.

Omar RinconUribe tiene el poder de dominar la opinión pública y secuestrar la realidad social por medio de Twitter. Su reinado habla de la muerte del periodismo y de la política en Colombia.

Omar Rincón*

El periodismo de hoy

Cuando ocurría algo “real” en el siglo XX acudíamos a la televisión, pero en el siglo XXI acudimos a Twitter.

En efecto: esta red digital es el periodismo actual, es el lugar donde los políticos dan las noticias, los gobernantes informan, los nuevos presidentes anuncian su gabinete, los que asumen una sexualidad diferente lo cuentan y los periodistas informan y debaten.

Pero el periodismo de Twitter es un no-periodismo. Aquel que reproduce tuits pero no pregunta, no interpreta, no verifica la veracidad, no contextualiza y no se responsabiliza de la información que brinda.

Twitter es un no-periodismo, porque divulga los tuits, sin “ponerle periodismo”, sólo porque quien “informa” es poderoso, o da rating y tiene likes, o la gente tiene miedo de que se moleste, o lo aman y lo admiran, o lo odian y lo admiran…

Uribe es el rey en ese periodismo-twitter. Y podríamos decir que Petro, su alter-ego, es el virrey. Pero dejémoslo para otra oportunidad.

Le recomendamos leer: El Vicky-periodismo y otras especies.

Conversación de cantina

A diferencia de Facebook —donde se guían por el billete y se manipula a la manada a punta de amistad—, Twitter es una red sin control. Por eso sus acciones no son tan exitosas en la bolsa de valores capitalistas.

Pero he ahí su genialidad: su anarquía y su modo de ser un bar donde borrachos, sabios y chistosos parlotean sin cesar. Allí triunfa el “todos hablamos y hablamos al tiempo y como se nos dé la gana”: por eso triunfan las acusaciones falsas, el matoneo a la dignidad del otro, la ira del adjetivo fácil.

El periodismo de Twitter es un no-periodismo.

En Twitter, como en la cantina, todos nos sentimos más sabios y poderosos que los otros, todos nos ganamos el derecho de matonear. Allí no hay verdad y menos realidad, hay egos en exhibición, barras bravas en explosión y matoneo para evadir la realidad.

Y eso no está tan mal, pues así somos en nuestra precaria vida común en el siglo XXI. De hecho, está muy bien, pues nos refleja como sociedad, eso somos: la sociedad del adjetivo denigrante y el capitalismo de “yo soy la ley”.

El rey

Twitter oficial Álvaro Uribe.
Twitter oficial Álvaro Uribe.
Foto: Producción de Razón Pública

Y en esto del matoneo, la confusión y la perversión retórica el rey es Uribe. Lo es porque, a punta trinos, copa la agenda informativa y es el que más aparece en los medios:

  • Exitoso contra Santos, tanto que logró que los medios olvidaran que este gobierno fue muy bueno y el gobierno de Uribe fue muy malo y
  • Exitoso para desinformar y no contestar nada sobre sus procesos judiciales: ni siquiera cuando le dijeron que era un violador salió a decir que no lo hizo, sólo a decir que era un hombre honorable. Pero en cambio cuando asesinan a un testigo en su contra sí lo celebra como “un muerto bueno”.

Puede leer: La no denuncia de Claudia Morales.

Twitter es perfecto para su estrategia de confundir, evadir, matonear, difamar, acusar y no responder. Todo para ser la sensación del momento y el boom mediático. El ruido de su ego, en expansión, es su realidad, y por eso Twitter permite que tenga éxito cuando se trata de eliminar a cualquiera que pretenda ganarle la visibilidad, no importa si este se llama Duque y es su elegido.

La historieta

Las últimas dos semanas hemos estado secuestrados por la historieta Uribe. ¿Que si renuncia o no renuncia? Uribe secuestró otra vez la realidad nacional con su estrategia de confunde, difama, agrede y seguirás delinquiendo con sabrosura.

Acto 1: Renuncio.

Acto 2: Lo investigan en un caso concreto.

Acto 3: Acuso, desinformo, agredo, pero no contesto.

Acto 4: Recuso a quien me investiga.

Acto 5: No renuncio

Eso es lo que ha pasado en dos semanas en Colombia. La realidad desaparece: se desataron los violentos que se sienten autorizados con la victoria de Uribe para erradicar al que piense diferente y matan a muchos líderes sociales.

En esto del matoneo, la confusión y la perversión retórica el rey es Uribe.

No hay realidad: el nuevo presidente Duque no importa, nombra sus ministros y a nadie le interesa. No hay realidad, porque Colombia ni siquiera es lo que haga Uribe, sino lo que dice, sus trinos. Y así se nos va la vida, en ese espectáculo grotesco en que se ha convertido nuestra democracia.

Los medios son de Uribe

Redes sociales.
Redes sociales.
Foto: Gobernación del Valle del Cauca

Pero ni Uribe ni Twitter tendrían tanto éxito si no fuera porque los medios decidieron dejar de hacer periodismo y dedicarse a “vocear” sus mentiras e insultos. Uribe es la realidad colombiana porque los medios son su megáfono y transmiten todo lo que balbucea.

Uribe es puro sensacionalismo político, y de eso viven los medios: del periodismo carroña (gozar de la miseria), y el periodismo vampiro (chupar la sangre de la sociedad). Matador lo mostró tal cual es en la caricatura: Uribe cabalga sobre los medios, los arrea, los puya, los dirige.

Y los medios felices: ganan likes, los opinadores explican el payaseo de Uribe, matoneadores profesionales pasan a ser periodistas y la política se convierte en una polémica de barras bravas. Pierde el periodismo. Desaparece la democracia.

Laura Gil ya lo escribió en El Tiempo: El proceso judicial de Álvaro Uribe es “más de lo mismo: manipulación del micrófono, guerra de filtraciones y poco periodismo investigativo. Eso quedó en evidencia en la conferencia de prensa del expresidente Uribe desde el establo de su casa en Rionegro”.

El rey habla desde su finca para insultar y acusar a otros, pero no dice si renuncia o no. Habla, pero no responde sobre lo que se le acusa. Más que hablar, vocifera, regaña, insulta y agrede. Y no existe contra-pregunta, no hay periodismo y los medios no tienen dignidad, la pierden para ganar un tuit del rey, por unos cuantos likes y por ser parte de su farsa para evadir su responsabilidad judicial.

Por eso Laura Gil concluye su columna diciendo: “La prensa, la radio y la televisión nos deben una explicación del criterio editorial que utilizarán para cubrir al expresidente. No todo puede seguir a las patadas, así las conferencias de prensa se organicen en caballerizas”.

Lo más grave es que los medios les dan visibilidad a las mentiras de Uribe y, por tanto, legitimidad. Y eso va contra la justicia, la democracia y la decencia política porque, como dijo Daniel Coronell, su “estrategia judicial” es no responder a las acusaciones sino dedicarse a confundir y arrojar mantos de dudas sobre sus acusadores.

Todo sería más simple si los medios no les dieran visibilidad a sus mentiras, porque el periodismo enseña que uno no puede informar nada de lo que no tenga datos, y debe tener verdad, contexto y fuentes.

Nuestro periodismo y la democracia serían mejores si Uribe respondieran concretamente a sus acusaciones: ¿Es Ud. un violador? Diga simplemente No. ¿Manipuló testigos? Diga simplemente No. ¿Atentó contra los derechos humanos con las desapariciones premiadas como falsos positivos? Diga simplemente NO.

Lo extraño es por qué le es tan difícil contestar las acusaciones, pero le provoca tantos orgasmos difamar, ofender, tergiversar la verdad y matonear a quien se atreve a mirarlo con la verdad.

Tres salidas

La culpa no es de Twitter (ese es su modo de narrar la realidad), la culpa no es de Uribe (ese es su modo exitoso de ser el rey), la culpa es del periodismo y los medios que no hacen periodismo ni se hacen responsables de la realidad de la que informan. Por eso nos quedan tres salidas:

  1. A punta de tuis, Uribe seguirá secuestrando la realidad, la verdad, la política y la justicia en Colombia (porque los medios lo aman y los periodistas están seducidos y lo seguirán “transmitiendo” como si fuese la voz de Dios).
  2. Los medios eliminan a los periodistas y los reemplazan por un algoritmo que diga Uribe+Uribe+Uribe y así ganarán muchos likes (porque para qué tener periodistas que sólo vocean sus confusiones).
  3. Los periodistas deciden hacer periodismo, silencian los tuits falsos, investigan más, se comprometen con una realidad más ancha y diversa como es la realidad colombiana y liberan a la realidad política de Uribe.

PD: Este análisis podría escribirse de forma casi idéntica para el caso de Petro, pues es el espejo en el que Uribe se reconoce: los dos hacen política exitosamente, difamando por Twitter. La diferencia es que, mientras a Uribe los aman los medios y los periodistas, a Petro le temen y lo detestan.

*Profesor, creador e investigador, Centro de Estudios en Periodismo (CEPER) de la Universidad de los Andes, orincon61@hotmail.com

 

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