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Urbanocentrismo electoral

Escrito por Gustavo Wilches-Chaux

Nota introductoria: ya tenía escrito este artículo para entregarlo a Razón Pública cuando me enteré de que la Universidad EAN, Blu Radio, Caracol TV y El Espectador iban a realizar el martes 19 de Septiembre un foro titulado “El futuro de la ciudad y la región”, al cual están convocados los candidatos a la Alcaldía de Bogotá y a la Gobernación de Cundinamarca. Cuando este artículo se publique es posible, entonces, que las inquietudes que aquí se comparten hayan sido resueltas en ese evento, lo cual sería una buena noticia, así eso determine que el artículo pierda “actualidad”. Vamos a ver

 

Con excepción de algunas menciones tangenciales –cuando las ha habido– las propuestas de los candidatos a la Alcaldía de Bogotá, o al menos lo que ha trascendido en foros, debates, entrevistas y noticias en los medios de comunicación, son esencialmente urbanocéntricas. Como si las aproximadamente 41.000 hectáreas de la costra urbana de Bogotá constituyeran la totalidad del Distrito Capital que aspiran a gobernar, cuando, como es bien sabido, la extensión total de este territorio es de 163.000 hectáreas, de las cuales solamente una cuarta parte es urbana y las otras tres cuartas partes (122.000 hectáreas) conforman la Bogotá rural.

Es comprensible que esas propuestas, que son uno de los factores (no el único) que contribuirán a definir quién será el próximo Alcalde, no de la ciudad sino del Distrito Capital, apunten hacia las angustias cotidianas de una población cercana a los ocho millones de habitantes urbanos de Bogotá, mientras que apenas un poco más de 51 mil personas forman parte de la ruralidad.

Esas angustias son esencialmente los dramas de la movilidad, la inseguridad en sus distintas expresiones y dimensiones, y el desempleo que afecta especialmente a las mujeres y a la población joven que en 2021 “registró la tasa de desempleo más alta entre los grupos etarios en todas las localidades”.

Ver Encuesta Multipropósito de Bogotá 2021

En gran medida la retroalimentación entre estos factores está en la esencia del “estallido social” que tuvo un pico en 2021 pero que a la fecha no ha podido ser totalmente conjurado puesto que sus causas siguen formando parte activa de la realidad nacional.

El imperativo de transformar la relación de la Colombia Urbana con la Colombia Rural

Este imperativo, válido para todo el país, implica unas exigencias urgentes para Bogotá Distrito Capital, entre otras razones porque de muchas maneras esos tres factores que constituyen los ejes de todas las campañas para la Alcaldía, se originan en el hecho de que la relación entre la Colombia Urbana y la Colombia Rural no es de simbiosis (léase: de solidaridad, reciprocidad y corresponsabilidad) sino de parasitismo de la primera frente a la segunda. A lo largo de décadas la inseguridad ha forzado a las comunidades rurales a abandonar sus territorios como consecuencia del conflicto armado, cuando no por esa violencia estructural generada por el modelo de desarrollo urbanocéntrico que considera (en frase atribuida a distintos autores) que “el campo ese ese lugar donde los pollos se pasean crudos”.

Cuando sobre todo la población joven del campo pueda ejercer plenamente sus Derechos Fundamentales a la educación, a la salud, a la conectividad, en resumen: a la Vida con Calidad y Dignidad, sin renunciar a su Derecho a la Identidad Rural, muy seguramente se van a lograr resultados sinérgicos, como que el desempleo en las ciudades va a disminuir, y con ello van a disminuir muchas de las tensiones a que se somete una juventud que no encuentra espacios para su realización personal.

Como efecto colateral la Colombia Urbana no va a ver amenazadas su soberanía alimentaria y su seguridad hidro-climática, que dependen fundamentalmente de la diversidad e integridad de los ecosistemas de los territorios en donde se encuentran inmersas y que constituyen la esencia de la llamada Estructura Ecológica Principal que nos va a permitir responder adecuadamente a los desafíos de la crisis climática.

Aprendizajes desaprovechados

Si en los Planes de Ordenamiento Territorial de Bogotá que se aprobaron con posterioridad al 2003 hubieran sido tenidas en cuenta las conclusiones que en ese año surgieron de la “Mesa de Planificación Regional Bogotá-Cundinamarca – Un espacio para unir voluntades” y se hubiera adoptado el escenario “Red de ciudades compactas y autónomas” que fue el que se recomendó, en lugar de insistir en que, en la práctica, la costra urbana de Bogotá siguiera creciendo descontroladamente sobre la Sabana, anulando inclusive las identidades de los municipios vecinos, seguramente la crisis de la movilidad no tendría las dimensiones que la han convertido en uno de los mayores traumatismos para quienes formamos parte de esta ciudad.

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 En la medida en que no solamente haya empleo en el campo, sino sobre todo oportunidades para el trabajo con sentido, con significado, con calidad integral tanto en la Colombia Urbana como en la Rural; en la medida en que entendamos y vivamos la certeza de que la salud humana física y emocional está estrechamente ligada a la salud ambiental, en esa medida mejorarán también integralmente la movilidad y la seguridad.

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