Unidad Nacional y Oposición, ejercicios para perder el equilibrio - Razón Pública
Inicio TemasPolítica y Gobierno Unidad Nacional y Oposición, ejercicios para perder el equilibrio

Unidad Nacional y Oposición, ejercicios para perder el equilibrio

Escrito por William Duica

Wiliam Duica¿Apoyar o no apoyar a Santos? Las acciones y las declaraciones del nuevo gobierno tienen desconcertada a la oposición. Hay que mantener las diferencias pero afirmar el acuerdo sobre lo fundamental.

William Duica*

"El fenómeno Santos"

Central_2_-_18_de_Octubre_de_2010¿Con cuántas personas se ha encontrado Usted recientemente que le hayan confesado tener dudas acerca de la actitud que habrían de tomar frente al gobierno de Juan Manuel Santos? Yo me he encontrado con tantas que, a estas alturas, he desarrollado una morbosa inclinación a clasificar a mis congéneres, dependiendo de la forma como cada cual termina por declararse confundido. Incluso los que no tienen dudas caben en mi clasificación.

Me ha llamado la atención que, según mi arbitrario criterio, los casos de absoluta claridad suelen estar asociados con una muy particular especie de debilidad mental. Pero el propósito de estas líneas no es dar a conocer mis bizarros hallazgos. Lo que me interesa ahora, a propósito de esas dudas y vacilaciones, es proponer un ejercicio para enfrentar el "fenómeno Santos" y sus curiosas repercusiones en las "coherencias ideológicas".

Unidad y maniqueos

El rasgo distintivo de este gobierno es la idea de unidad nacional, planteada por Santos el domingo 30 de mayo en el discurso pronunciado a propósito del arrollador éxito electoral en la primera vuelta. Así las cuentas, no han pasado todavía seis meses desde que la unidad nacional se planteó como una consigna, ni dos desde que se la viene ajustando a un plan de gobierno.

Sin embargo, es precisamente por lo prematuro de la situación que las dudas y las claridades resultan reveladoras de un rasgo de nuestra cultura política: la tendencia a perpetuar el equilibrio en la polarización entre el statu quo y la oposición. Se trata de la tendencia a pensar la democracia como un juego de roles que se dan en el marco del modelo gobierno-oposición pero pensado como un juego de opuestos excluyentes.

El despiste

¿Cómo asumir la oposición ante el "fenómeno Santos"? Esta es la pregunta que se han venido formulando quienes, sin perder de vista de dónde viene el actual Presidente, encuentran más que aceptables muchas de las medidas que se vienen poniendo en marcha:

  • ¿Cómo interpretar el nombramiento de Juan Camilo Restrepo o del mismísimo Germán Vargas?
  • ¿Cómo entender la iniciativa unilateral del respeto a la Corte Suprema de Justicia?
  • ¿Cómo interpretar el gesto, sin precedentes, de invitar a Gustavo Petro para tratar temas de gobierno (ley de tierras y del agua)?
  • ¿Y el de aceptar que hay víctimas de agentes del Estado que deben ser cubiertas por la ley?

Esto es más de lo que todos esperaban y ciertamente más de lo que muchos desearían.

Lo interesante es que a partir de estos "hechos", que conforman el "fenómeno Santos", se ha producido un desconcierto que todavía reina en el ambiente. Ese desconcierto ha dividido a la política en dos: los claros y los confundidos.

Los claros, de lado y lado

Los uribistas, por ejemplo, hasta hace muy poco estaban claros. Si el "fenómeno Santos" es un fenómeno de tercera vía, estaría claro que no son parte del statu quo (del gobierno) y que deberían asumir una abierta oposición. No es claro todavía que el anuncio del ex presidente Uribe de hacer campaña en las próximas jornadas electorales no sea un llamado a recuperar el poder, aunque se le haya visto salir de Palacio anunciándose como un "modesto… colaborador de la democracia" (dos cosas difíciles de creer).

Yo he sido testigo de la paranoia autocompasiva de alguno de los "más cercanos" colaboradores del ex presidente, que siente la amenaza y habla de sí mismo como si tuviera la certeza de que más temprano que tarde será perseguido, acusado y quizás encarcelado por cuenta del anunciado respeto de Santos a las decisiones de la Corte.

Clara López, como su nombre lo indica, también está en el grupo de los claros. Ante la invitación de Santos a Petro, por ejemplo, no dudó en salir a declarar como inaceptable ese devaneo con el poder; y en una también clara alusión al misterio no revelado de la "oposición deliberativa", agregó que el papel del Polo es asumir una oposición que no tiene adjetivos que la maticen.

Ideologías, no hechos

La izquierda conservadora, es decir, la fuerza del Polo que se ocupa de hacerle oposición a Santos y a Petro, tiene absoluta claridad en su papel de oposición. Independientemente de cuáles sean "los hechos" (del "fenómeno Santos"), aquella no tolera la incoherencia ideológica que supondría cualquier tipo de sintonía con el gobierno.

De otra parte está la derecha conservadora (que no necesariamente está en el partido conservador). Ella considera que la institucionalidad y la legalidad son accesorios de lujo propios de las democracias donde no hay conflicto, accesorios dispensables ante "los más altos intereses de la patria" (frase con la que el ex presidente solía justificar sus desafueros). Independientemente de cuáles sean los hechos que muestren los "éxitos", incluso en el campo de la "seguridad", la oposición de la derecha conservadora no tolera la incoherencia ideológica que supondría cualquier tipo de sintonía con el fortalecimiento de la institucionalidad.

Estos son los casos de claridad en la oposición. En el lenguaje filosófico suele decirse del tipo de compresión del mundo que sobrepone el compromiso con un ideario a la consideración de "los hechos", que es una comprensión ideológica del mundo.

Si esto es así, podríamos decir que los ejemplos de claridad en la oposición, que están situados curiosamente en los sectores conservadores de izquierda y de derecha, son casos típicos de claridad ideológica. Es decir, claridad en el compromiso con unos idearios que pasan acríticamente por alto la consideración de "los hechos".

Los confundidos

Por otra parte están los confundidos, que pueden venir de cualquier punto en un margen que arranca en algún lugar de la izquierda pero que raras veces sobrepasa el centro, máximo centro-derecha.

Esta es gente que de buena fe viene sufriendo ataques de vértigo porque cuando ven con buenos ojos "los hechos" que hacen parte del "fenómeno Santos" y, acto seguido, recuerdan que Santos es Santos, sienten que pierden el equilibrio y que tras un resbalón pueden perder su "coherencia ideológica".

Este es, para mí, el punto clave. Lo interesante de la pregunta acerca de cómo asumir la oposición no es intentar responderla; Mockus lo intentó y sólo le salió una palabra con la que nadie supo qué hacer, ni él. Tras haber desplegado una serie de posiciones que dan cuenta de una cierta crisis de "identidad política", la pregunta parece invitarnos a entender cuál es "la mecánica" de la cual ella misma hace parte. ¿Por qué la gente se está planteando esa pregunta?

Dogmáticos y dudosos

A mí los claros me parecen menos interesantes que los confundidos. Los claros son profesionales en el arte de despreciar "los hechos". Repiten un discurso que se va volviendo una "visión del mundo" y luego ajustan el mundo a su visión hasta hacerlo desaparecer (esta no es una consideración filosófica, piensen en cualquier declaración de Andrés Felipe Arias acerca de cualquier cosa). Su comprensión del mundo está completamente ideologizada. Pero la desaparición del mundo, lejos de ser una proeza es, más bien, el resultado del tipo específico de debilidad mental que se requiere para ser dogmático.

Los confundidos, por su parte, tienen a su favor que aún no han perdido la sensibilidad frente a "los hechos". Un confundido podría decir, por ejemplo, "bueno, es un hecho que este es un gobierno de tercera vía". Pero, en la medida en que comparte con el dogmático la idea de que uno debe conservar cierta coherencia ideológica, agregaría "si este presidente no tuviera el origen que tiene, no dudaría en reconocer su importancia".

Esto es lo que los confunde: "si yo pienso así y asá, ¿qué tan coherente es que reconozca o esté en sintonía con esto o aquello?". Este es el punto. El confundido es alguien a quien de hecho lo que lo confunde es la confrontación que hace entre "los hechos" y sus compromisos ideológicos; y aunque reconoce la importancia de los hechos, cree que debería cuidar de su coherencia ideológica.

El error fundamental

Si se cree que el equilibrio se mantiene conservando la coherencia ideológica, entonces sobreviene la confusión de la que estamos hablando. Cuando se cree que la democracia debe garantizar un espacio para que los diferentes compromisos ideológicos mantengan la polaridad en equilibrio, se desvirtúa la posibilidad de reconocer identidades políticas fundamentales en las que encontramos una legítima cohesión como sociedad. El gobierno de Uribe es un claro ejemplo de polarización en equilibrio "democrático". Un gobierno de "el que no está conmigo está contra mí" acompañado de declaraciones en las que advertía que nunca la oposición había gozado de tantas garantías.

Coherencia ideológica, identidades políticas

Creo que la posibilidad de disipar las confusiones depende de la diferencia que se haga entre la vida política entendida como compromiso con la coherencia ideológica y la vida política entendida como confrontación entre "identidades políticas".

La identidad política es lo que mantiene la diferencia en la forma de entender los problemas y sus soluciones y lo que define los compromisos con diferentes formas de agenciamiento de lo público. Por ejemplo, que la reforma agraria se entienda como un problema cuya solución requiere redistribuir la tierra que se le expropia a las mafias, es una cosa. Que se entienda como una reforma que requiere, además de lo anterior, el desmonte del poder político de las mafias, es otra.

Ahí hay una diferencia acerca de cómo se entienden las formas de agenciamiento para la activación de una ley, pero también una diferencia acerca de cómo se concibe a la sociedad. Esta diferencia define de suyo, identidades políticas distintas. Aquí puede haber un debate político comprometido con las ideas y con "los hechos" (pues el rechazo a la ideología no es el rechazo a las ideas).

Si la primera postura es la que encarna el gobierno, ese es un debate político entre gobierno y oposición.

Pero si ese debate es político y no simplemente ideológico, entonces no está centrado en cuidar la coherencia ideológica sino en la discusión acerca de formas de agenciamiento de lo público. 

El acuerdo esencial

Ese debate requiere un escenario democrático así como un reconocimiento mutuo de las contrapartes en el plano de la legitimidad institucional. De tal manera que, si estamos ante un gobierno que respeta y defiende la institucionalidad en el contexto de la cual se garantiza el debate político, entonces debemos reconocer ahí una causa compartida, un ámbito en el cual no sólo no es necesario pensar en términos de polarización, sino en el que se debe defender esa causa común de la legitimidad institucional y fortalecer la cohesión social en torno a ella.

El ejercicio que propongo consiste en reconocer esa causa común. Este simple gesto permitiría asumir la unidad nacional en torno al compromiso de preservar la legitimidad de las instituciones. Así, sin ambigüedades. Unidad con todos los sectores políticos, de derecha, de izquierda, de centro, en torno a la defensa de la institucionalidad.

Es decir, se trata de asumir un compromiso de unidad política en lo imprescindible, un acuerdo sobre lo fundamental, que en este país, en estas circunstancias históricas, es un compromiso con la preservación de la institucionalidad y el ejercicio legitimo del poder. En este plano está la posibilidad de encontrar una identidad política entendida como cohesión de nuestra sociedad. Pero esto no implica que se desdibujen diferencias sustantivas en las formas de concebir el agenciamiento social.

Lugar de la oposición

El propósito del reconocimiento de una causa compartida no es eliminar las diferencias que definen las identidades de distintos proyectos políticos. Es importante decidir si uno es de izquierda o de derecha, es importante decidir si uno privilegia el desarrollo económico sobre la justicia social o no, es importante asumir o no la oposición.

Pero que la oposición sea crítica y no dogmática, depende de cuánto podamos perder el equilibrio entendido como preservación de la coherencia ideológica. Es decir depende de qué tanto pueda uno comprometerse con la cohesión de la sociedad en torno a la institucionalidad y el ejercicio legítimo del poder y mantener la identidad del proyecto político propio.

* Profesor asociado de la Universidad Nacional de Colombia en el Departamento de Filosofía. Investigador en el grupo Relativismo y Racionalidad.

Artículos Relacionados

Dejar un comentario

*Al usar este formulario de comentarios, usted acepta el almacenamiento y manejo de sus datos por este sitio web, según nuestro Aviso de privacidad

Este sitio web utiliza cookies para mejorar tu experiencia. Leer políticas Aceptar

Política de privacidad y cookies