A ocho años de su creación, ¿cuál ha sido el aporte de este organismo a la integración suramericana, y qué le espera a una entidad que logró sobrevivir a los gobiernos de izquierda que la fundaron?
Mauricio Jaramillo Jassir*
El nacimiento de la unidad
Pese a las muchas suspicacias que despierta en Colombia la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) debido a la influencia que tuvieron los gobiernos de izquierda en su creación, hoy resulta oportuno el balance objetivo sobre este organismo subregional que lleva ya ocho años de actuación.
La Unasur nació tras el intento fallido de establecer una Comunidad Suramericana de Naciones (CASA). El presidente Hugo Chávez jugó un papel decisivo en el tránsito de una institución a otra en 2008, pues consideraba que su nombre debería reflejar el sentido de “unidad” y no apenas el de mera “integración. La diferencia entre esos dos ideales ha sido esencial para Unasur.
Este nuevo organismo fue el resultado de los proyectos de unidad regional por parte de los gobiernos progresistas del subcontinente. Antes se habían dado proyectos de izquierda en distintos países, pero esos nunca llegaron a una sintonía regional. Por eso fue necesario que los gobiernos de Chávez, Lula y Kirchner coincidieran en el tiempo y en su visión sobre el subcontinente – sin por ello negar las particularidades de cada país-.
La Unasur era pues el escenario político que venía a complementar los esfuerzos que en materia comercial ya adelantaban la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y el Mercado Común del Sur (Mercosur). Esta nueva entidad fue dotada de instancias permanentes, principalmente de una Secretaría General.
Además, una de las deudas históricas de la zona era involucrar a Guyana y Surinam en el concierto de sus instituciones. Millones de ciudadanos de la región aún desconocen que esos países hacen parte de Suramérica. Por eso el bloque debía unir varios segmentos que a lo largo de las décadas habían operado por su propia cuenta: el segmento de la Zona Andina, el del Cono Sur y Brasil, el de Guyana y Surinam.
Esta institución que congrega a todos los países de la zona ha tenido entre sus logros el rescate de Cuba del injusto ostracismo al que fue condenada y su reinserción en la región. Igualmente, el bloque suramericano ha promovido la idea de que lo político, además de lo económico, es fundamental para consolidar la identidad regional. En esta instancia no se niega la importancia de lo comercial, pero se da prioridad a los acercamientos políticos.
Buscar la convergencia
![]() El Secretario General de la OEA Luis Almagro. Foto: OEA – OAS |
Algunos se preguntan por la pertinencia de Unasur en medio de una constelación de instituciones que incluye a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la Comunidad Andina (CAN), y el Mercosur, entre otros. Por eso, la Secretaría General se ha esmerado en cultivar la “convergencia” entre estas instituciones, término clave de la gobernanza regional latinoamericana.
Es indudable que en América Latina la creación de organizaciones regionales ha sido una constante. Por eso ahora es el momento de facilitar mayores niveles de cooperación y especialización. En el tema de los derechos humanos, por ejemplo, es necesaria una reingeniería del sistema para su protección y promoción.
En América Latina la creación de organizaciones regionales ha sido una constante.
Hasta el momento, la tarea adelantada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha estado enfocada en la protección de garantías y derechos de ciudadanos frente a los Estados, pero no en la promoción de los mismos.
El trabajo del Instituto de Políticas Públicas de Derechos Humanos de Mercosur -que cada vez se acerca más al Grupo de Trabajo de Coordinación de Derechos Humanos de Unasur- busca ser transversal, lo que demuestra la importancia de la convergencia para la región.
La construcción de Unasur ha sido distinta de otros procesos de integración regional como decir el de la Unión Europea, donde hay miembros, socios y candidatos. En ese continente, la hegemonía de la UE ha sido notoria para bien y para mal, y casi todos los Estados de Europea Central y Oriental ven en esa pertenencia su principal proyecto de política exterior.
Por el contrario, en las distintas zonas de América Latina las instituciones han tendido a la fragmentación. En medio de ella se ha tenido que construir la unidad, reducir las duplicidades y aumentar la especialización de cada foro o institución.
El Grupo de Contadora, por ejemplo, surgió como un espacio de concertación política para promover la paz en América Central, y trascendió al Grupo de Río y a la CELAC. Esa evolución demuestra la trasformación de las organizaciones regionales en un continente donde los objetivos van cambiando al compás de los nuevos desafíos.
Sus logros y desafíos
![]() Hemiciclo del Parlamento Europeo en Bruselas, Bélgica. Foto:Wikimedia Commons |
La conquista más importante de Unasur ha sido consolidar una institución que ha podido ir más allá de los gobiernos de izquierda que la crearon. Es decir, la viabilidad de Unasur no ha dependido de la existencia de administraciones bajo el signo ideológico del progresismo, y su labor ha sobrepasado los objetivos de la izquierda.
A Unasur se le exigirá mayor efectividad en conjurar las crisis
También ha participado activamente en la prolongada crisis de Venezuela como único interlocutor reconocido por Caracas. Asumir semejante responsabilidad ha sido una tarea compleja que deja resultados ambiguos. De un lado puede decirse que se cumplió la tarea de enfriar la crisis entre Colombia y Venezuela. Pero por otro, aún no se halla una salida de fondo para la convulsionada zona que comparten esos dos países.
A esto se suman las dificultades de Unasur para tratar dos temas esenciales para la zona.
- La crisis política en Venezuela parece un tema imposible de desbloquear sin el diálogo directo entre gobierno y oposición. Además la polarización venezolana -en medio de un drama humanitario sin antecedentes- se ha trasladado al resto del continente, y el enfrentamiento entre Nicolás Maduro y Luis Almagro, secretario general de la OEA, muestra la impotencia de esta organización para conjurar la crisis. A la OEA le han salido costosos tantos años de influencia nociva de Estados Unidos, así como su doble rasero a la hora de evaluar los derechos humanos en otras ocasiones.
- El otro escenario espinoso es Brasil, donde poco a poco se está normalizando la situación después del golpe de Estado contra Dilma Rousseff. En este caso sería urgente aplicar el Protocolo Adicional sobre Compromiso con la Democracia (o Cláusula Democrática de Unasur) y superar el dogma del consenso, que bloquea cualquier acción necesaria en un desajuste democrático como el que vive el Estado brasileño.
En sus ocho años de existencia, Unasur ha conseguido tener a doce naciones bajo el mismo paraguas. El reto ahora es mucho más complejo, pues deberá conseguir la convivencia entre gobiernos regidos por ideologías cada vez menos compatibles, en medio de restricciones presupuestales.
Es innegable que la contracción de las economías basadas en materias primas afectará las finanzas de este tipo de instituciones. No obstante, sobrevivir a las dificultades coyunturales siempre es una tarea constante de todas las instituciones.
Además, a Unasur se le exigirá mayor efectividad en conjurar las crisis. Suramérica atraviesa por un momento crítico, pues han revivido problemas que se creían resueltos dentro del marco de la democracia y el Estado de derecho. Y el compás de espera es corto.
Pero más allá de esta urgencia, con Unasur Suramérica tiene por primera vez un lugar de discusión política con oportunidades que aún no han sido aprovechadas.
*Profesor de la Facultad de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.