
Si no se atiende a la brecha laboral entre las mujeres y los hombres, las políticas de reactivación dejarán a los hogares con jefatura femenina en una enorme desventaja.
Natalia Galvis Arias*
El empleo en Colombia
En el mes julio la mayoría de actividades económicas habían reiniciado y las dinámicas sociales empezaban a reactivarse. Al cierre del mes de agosto, el DANE presentó el informe de mercado laboral del periodo pandémico a partir del análisis de la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH).
Esta encuesta permite conocer qué está ocurriendo con el empleo en Colombia, para eso clasifica a la población en edad de trabajar (PET) y la divide entre quienes están económicamente activos e inactivos (PEA y PEI). También cataloga a la población ocupada y desempleada y usa indicadores como las tasas globales de participación, es decir, la relación porcentual entre la población económica activa y la población en edad de trabajar.
El balance nacional para julio de 2020, en comparación con julio de 2019, fue que más de 4.1 millones de personas dejaron de estar ocupadas, casi 2 millones desempleadas y un poco más de 2.7 millones ingresaron a la inactividad. Sin embargo, la contracción de -4.1 millones en la ocupación afectó mayoritariamente a las mujeres entre los 25 y los 54 años, haciendo visible una enorme brecha. Dado que por cada hombre que salió de la población ocupada, dos mujeres lo hicieron.
Cuadro 1. Población ocupada según el sexo y la edad en julio 2020-2019
Fuente: DANE, Resultados Mercado Laboral Julio 2020.
*Variación estadísticamente significativa
Estas diferencias no se habían observado en meses anteriores, y una de las posibles explicaciones radica en las brechas preexistentes en la participación en el mercado laboral de los hombres y las mujeres que se exacerbaron con la reapertura de la actividad económica, poniendo en desventaja a los hogares cuya jefatura es ejercida por una mujer.
Al comienzo de la pandemia, la construcción, la manufactura, el entretenimiento, el comercio y la reparación de vehículos registraron la mayor pérdida de empleos. En el mes de julio, algunas de estas actividades lograron estabilizarse, pero otras siguieron acumulando pérdidas.
Por ejemplo, el comercio y la reparación de vehículos registraron 848 mil personas menos; las actividades artísticas, el entretenimiento y el servicio doméstico 690 mil; el alojamiento y los servicios de comida 636 mil y las industrias manufactureras 504 mil. En el caso del servicio doméstico se registró una reducción de 360 mil puestos de trabajo, aún con la señal de reapertura de dicha actividad económica.
Esto no sorprende. Después del choque de ingresos era probable que se sustituyera el servicio doméstico por el trabajo no remunerado “distribuido” dentro del hogar. Distribuido entre comillas porque lamentablemente quienes asumen esa carga en la mayoría de los hogares colombianos son las mujeres.

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La tal brecha de género no existe
El servicio doméstico y la construcción son buenos ejemplos de las brechas preexistentes en el mercado laboral. Respecto del primero, de las 360 mil personas que perdieron su empleo en julio, 342 mil son mujeres, es decir, el 95%. Ese mismo porcentaje es el que ocupan los hombres en el sector de la construcción, una cifra consistente a través del tiempo en la estructura del mercado laboral en Colombia.
Ambas actividades se reiniciaron unos meses atrás. La construcción lo hizo el 27 de abril y durante ese día cerca de 200 mil trabajadores retornaron a sus puestos de trabajo. El servicio doméstico obtuvo los permisos para su reactivación a partir del 1 de junio, sin embargo, lo que ocurrió fue el ya conocido: “esperemos que esto pase y yo la llamo”.
Esa respuesta debió alertar a quienes están al frente de la reactivación económica, porque era evidente que la mayoría de las personas que perdieron su empleo no lo recuperarían. Eso significa que los hogares que dependían del servicio doméstico quedaron completamente desprotegidos y en riesgo de caer en la pobreza, hogares que en su mayoría tiene jefatura femenina y ninguna otra fuente de ingresos.
Ahora bien, el tamaño de las empresas también reveló otra brecha preexistente. Como sostuvo el DANE en su informe de julio, el 60 % de la destrucción del empleo que dejó la pandemia se concentró en empresas de menos de diez trabajadores.
En ese tipo de unidades económicas hay una mayor participación de las mujeres, particularmente en las actividades artísticas, de alojamiento, comercio, restaurantes y, nuevamente, servicio doméstico. Lo que implica que la brecha se puede estar acentuando en la medida en que la destrucción de empleo se da en unidades económicas y sectores en donde las mujeres están sobrerrepresentadas.

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¿Qué hacen las mujeres en la casa?
La distribución de las tareas y los oficios en el hogar también ejemplifican las brechas entre los hombres y las mujeres. Estos desbalances pueden exacerbarse cuando las mujeres pierden su empleo y permanecen más tiempo en casa.
En el mes de julio, 2,75 millones de personas ingresaron a la inactividad, de estas el 68,7 % son mujeres, eso significa que 1,89 millones de mujeres perdieron sus empleos en todo el país.
La pregunta es: ¿a qué se dedican las mujeres una vez ingresan a la inactividad? Como se observar en el Cuadro 2, la mayoría están volcadas a los oficios del hogar, mientras que sus homólogos hombres están estudiando o realizando otro tipo de actividades.
Cuadro 2. Población inactiva según el tipo de actividad y el sexo en mayo y julio de 2020-2019
Fuente: DANE, Resultados Mercado Laboral Julio 2020.
*Variación estadísticamente significativa
Esto es muy significativo. Las mujeres quedan atrapadas bajo las enormes cargas de cuidado y trabajo no remunerado en el hogar, mientras los hombres acceden a educación o reentrenamiento profesional, situación que acabará ampliando las desigualdades entre ellos.
Países como Corea del Sur, Italia o Filipinas adoptaron Reskilling y Upskilling como estrategias de reactivación de los mercados laborales tras el choque provocado por la COVID-19. Esto significa que los trabajadores adquieren competencias tecnológicas desde sus casas o mediante cursos de recapacitación para ocupar nuevos puestos de trabajo en sectores emergentes.
Pero si Colombia optase por este tipo de políticas, las ventajas para los hombres serían obvias, dado que ellos no permanecen la mayor parte de su tiempo realizando actividades de cuidado y trabajo no remunerado, como sí ocurre con las mujeres.
¿Cómo emplear el enfoque de género?
La reactivación económica y social en Colombia tiene la obligación de incorporar el enfoque de género. Esa frase, aunque obvia, es difícil de materializar. Sin embargo, dejaré algunas ideas para la discusión:
(i) La recién creada Misión de empleo debe tener una amplia participación de mujeres. Esto no es cliché o arbitrario, sino una decisión estratégica para comprender las desigualdades a partir de la experiencia de quienes las padecen.
(ii) Las personas dedicadas al servicio doméstico deberían ser beneficiarias de un sistema transitorio de transferencias monetarias. En este caso, podrían ingresar a la base maestra del Ingreso Solidario.
(iii) Hay que diseñar un esquema de incentivos para la contratación de mujeres en sectores que serán claves en la reactivación económica, particularmente en el sector de la construcción.
(iv) Definitivamente hay que liberar a las mujeres de la carga de cuidado y trabajo no remunerado para que puedan retomar la búsqueda de empleo o acceder a programas de reentrenamiento, para ello es necesario que se inicie la operación de jardines infantiles.
(v) Si el país opta por estrategias de Reskilling y Upskilling para la reactivación de los mercados laborales, valdría la pena inclinar la balanza hacia las mujeres y los jóvenes, dado que son ellos quienes han soportado el golpe más fuerte en esta pandemia.