Una propuesta audaz para evitar el apagón que se viene - Razón Pública
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Una propuesta audaz para evitar el apagón que se viene

Escrito por Óscar Mesa
Óscar Mesa

Óscar MesaHay probabilidad de racionamiento eléctrico en 2016, además algunas plantas están trabajando a pérdida, la propuesta permitiría que los consumidores recibieran un pago por ahorrar. Un negocio redondo para todos.

Óscar Mesa Sánchez*

Medellín ha sido una de las ciudades de la Región Andina donde las lluvias han disminuido como consecuencia del Fenómeno del Niño.

La propuesta

El fenómeno de El Niño 2015-2016 es uno de los más intensos que se haya registrado. Como consecuencia, las lluvias han disminuido (la Gráfica 1 muestra el caso específico de Medellín) y el mercado ha reaccionado con el aumento de los precios de la electricidad en bolsa y con la entrada en operación de las plantas térmicas, incluso a costos mayores que la remuneración.

Gráfica 1. Lluvias mensuales (mm) en Medellín en 2015 (rojo), también se presenta el promedio de 100 años (azul) y también a trazos el promedio más y menos una desviación estándar

Fuente: Elaboración propia con datos EPM y SIATA.

En este artículo presento una propuesta de racionalización del consumo que puede traducirse en un ahorro de hasta el 20 por ciento, lo cual facilitaría reducir los costos para los generadores, los consumidores, el medio ambiente, y traería importantes beneficios institucionales y culturales. Con esta acción se reduciría el riesgo de racionamiento.

La propuesta original es de Diego Gómez, Jaime Millán y Luis Guillermo Vélez y se resume brevemente en que a partir de enero de 2016, durante 4 meses, los consumidores recibirían  300 pesos por cada kWh (kilovario-hora) ahorrado con respecto al consumo en el mes correspondiente de 2015.

La factura debe hacer explícito el ahorro tanto en pesos como en kWh, y el pago se le cargaría a los generadores en proporción a su participación.

Las ventajas

Inundaciones en Riosucio, Chocó, como consecuencia de la fuerte ola invernal del año 2010.
Inundaciones en Riosucio, Chocó, como consecuencia de la fuerte ola invernal del
año 2010.
Foto: Ocha Colombia

1. La justificación económica de esta medida es elemental: en promedio, un usuario paga por generación (una de las componentes de la factura) 153 pesos por kWh, mientras que el costo de producción es de 820 pesos por kWh, según el precio de bolsa actual. Es decir, un kWh ahorrado representa para el sistema un ahorro de 667 pesos.

A partir de enero de 2016, durante 4 meses, los consumidores recibirían  300 pesos por cada kWh (kilovario-hora) ahorrado

Esta estimación se corrobora si se usa el costo variable de generación por las plantas térmicas, que es de aproximadamente  600 pesos por kWh. Los generadores, aunque incurrirían en los 300 pesos por kWh que deben pagar a los consumidores que ahorren, se beneficiarían al evitarse ese costo aproximado de 600 pesos por kWh, y los beneficios se repartirían.

El ahorro total podría significar 1.200 Gwh durante los cuatro meses del período propuesto. Lo cual equivaldría a una térmica de 400 MW en operación continua.

2. La justificación ambiental también es importante, aunque difícil de cuantificar. Para empezar, se darían menores emisiones. Esta acción equivaldría a crear de la nada una planta de generación con 100 por ciento de eficiencia y cero emisiones o impactos ambientales negativos.

Solo teniendo en cuenta las emisiones (calculadas para una planta a carbón que emite aproximadamente 1,3 kg/kWh) se evitaría la emisión de 1.560.000 toneladas de CO2. A un costo ambiental de 100 dólares por tonelada, el ahorro sería de 0,47 billones de pesos, algo nada despreciable frente al ahorro económico, que es de 0,72 billones.

Obviamente, esta cifra puede cambiar si la generación ahorrada corresponde a otro combustible o si el valor social de la tonelada emitida no es el estimado (teniendo en cuenta todos los efectos del calentamiento global) sino el precio del mercado de los bonos. Pero, de todos modos la magnitud del ahorro sería muy significativa.

3. La justificación cultural e institucional de esta medida es fundamental, pues la participación de los ciudadanos en una alianza gana-gana tiene una importancia incalculable. Esta generaría buenos hábitos y puede significar ahorros de largo plazo.

Ha habido experiencias similares en California, en 2000-2001, y en Brasil, en 2001-2002. En este último caso se reportó un ahorro de hasta el 25 por ciento. En Bogotá, durante la alcaldía de Antanas Mockus y ante una crisis en el acueducto, también hubo excelentes resultados.

Sin duda, esta campaña requiere diseño y difusión. Pero la efectividad de este enfoque es mucho mayor que los castigos anunciados al derroche y la desmotivación que produce el aumento injustificado de tarifas. El beneficio institucional sería enorme y los expertos seguramente lo podrán valorar.

4. La cuarta justificación es disminuir el riesgo de racionamiento. La experiencia indica que en 1977, 1980, 1981-1983 y 1992-1993 los costos económicos y políticos del racionamiento fueron muy altos.

Algunos estiman que durante el apagón del gobierno Gaviria los costos económicos fueron del orden de 1.600 millones de dólares. Y los costos políticos tampoco son despreciables.

La Niña 2010-2011 costó 11,2 billones de pesos, y dejó 4 millones de damnificados y más de 500 víctimas. Este costo representa aproximadamente el 45 por ciento de lo destinado a educación en un año. La financiación de este gasto viene de los impuestos y corresponde al 11 por ciento de los ingresos corrientes de la Nación.

Nadie sabe si habrá racionamiento en 2016, pero por baja que sea esta posibilidad el costo que tendría este evento es muy alto. Un simple ejercicio, con un probabilidad del 3 por ciento de racionamiento, da un valor del orden del millón de dólares en costos. Una medida como la propuesta puede reducir esta cifra a valores muy bajos, prácticamente despreciables.

El “maldito” Niño

Represa Hidroeléctrica Porce III sobre el Río Porce en Antioquia.
Represa Hidroeléctrica Porce III sobre el Río Porce en Antioquia.
Foto: WATERLAT GLOBACIT

Los efectos de la variabilidad y el cambio climático son altos y los pronósticos indican que serán mayores.

Todos los racionamientos anteriores han ocurrido durante apariciones de El Niño, aunque con seguridad tienen origen multifactorial. Una de las lecciones de estos apagones ha sido el reconocimiento de la relación entre la hidrología de Colombia y este evento climático, que ocurre de manera irregular con una frecuencia promedio de una vez cada cuatro años. Su duración es más o menos de un año, inicia aproximadamente en abril y tiene su máximo nivel en diciembre-enero.

Sin duda, se ha avanzado mucho en el conocimiento de El Niño, en particular por la observación con satélites, barcos, boyas, y estaciones en tierra y mar. Los modelos también han progresado, aunque todavía hay mucha incertidumbre sobre el tema. Predecir la intensidad o duración del fenómeno está todavía lejos de ser un ejercicio comparable a predecir un eclipse.

El ahorro total podría significar 1.200 Gwh durante los cuatro meses del período propuesto.

También hemos avanzado en entender los efectos del Niño o de la Niña sobre el clima y la hidrología de Colombia. En general, a mayor calentamiento del océano Pacífico hay menos lluvias: la Gráfica 2 muestra el coeficiente de correlación para el trimestre diciembre a febrero; en ella se observan valores absolutos altos para gran parte de Colombia, en particular para las regiones donde están los proyectos hidroeléctricos.

El índice oceánico Niño (ONI), que mide el calentamiento, está actualmente muy alto, de modo que pueden esperarse reducciones de la lluvias en el primer trimestre del año entrante. El registro de temperatura en la región con el fenómeno del Niño ha sido de 3,4 en el Pacífico, el más alto en los registros.

Gráfica 2. Correlación lineal entre índice ONI de El Niño y la precipitación en el trimestre diciembre-enero-febrero. Los valores no significativos se muestran en blanco

../now/euleriana/modoki/BARRA_CORR.png

../now/euleriana/modoki/ODEF_PDEF.png

Fuente: tomado de Gómez, Martínez, Rojo, Hurtado y Mesa (2015)

A todo esto se suma la incertidumbre que trae el calentamiento global sobre la dinámica de esta oscilación natural en el océano Pacífico tropical. Entre los científicos no hay acuerdo  sobre el tema, y algunos hablan de intensificación y aumento de su frecuencia. Por eso, lo mejor es mantener el principio de precaución.

Algunos creen que la variabilidad climática es un argumento a favor de disminuir la dependencia de fuentes tan inciertas como la hidrológica y pasar a una canasta energética con mayor participación fósil. Yo creo que la conclusión es la contraria.

Es inconcebible pasar de un costo de 153 pesos a uno de 600 pesos por kWh. Y la comparación es mucho más desfavorable para las energías fósiles si se tienen en cuenta los demás costos ambientales.

El cambio puede venir de la gestión de la demanda. La crisis de hoy, además de servir para revisar el cargo por confiabilidad, debe servir para que la demanda juegue el papel que merece y el mercado no sea solo de productores.

Hay que pasar de las palabras a la acción cuando se habla de replantear el actual modelo de desarrollo. El cambio climático es real y exige respuestas reales.

 

* Profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia.

 

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