Bien está que el vicepresidente tenga voz y está bien que la use, sin que deje de existir la oposición.
Gustavo Zafra Roldán*
Mejor que un Designado
La Vicepresidencia hay que cuidarla. En la Asamblea Constituyente las opiniones se dividieron:
- Unos constituyentes buscaban mantener la Designatura que había funcionado bien, e impedía los choques entre el presidente y su eventual sucesor. Los designados fueron colombianos representativos de los partidos tradicionales y de su misma filiación política. La institución había sido diseñada recordando el golpe de Estado de Marroquín a Sanclemente, el cual se atribuía a la existencia misma de un vicepresidente. Pero aún entonces tendría que recordarse cómo Mariano Ospina Pérez clausuró el Congreso ante la amenaza de su destitución y su reemplazo por parte del Designado.
- Otros constituyentes, con sentido pragmático, leyeron la fractura del bipartidismo, la irrupción de los movimientos como el M19 y Salvación Nacional, y la posibilidad de coaliciones que serían estimuladas por el sistema de doble vuelta presidencial.
Desde el 91
A algunos les fallaron los cálculos pero a partir de 1991, todos sabemos lo que pasó: debilidad de los partidos, dificultades del funcionamiento del Congreso, y una verdadera rebatiña por lograr apoyos para los candidatos que lograban pasar a segunda vuelta.
Esta tendencia se neutralizó durante los dos períodos de Uribe, por haber logrado la Presidencia en primera vuelta, con un candidato a vicepresidente que tenía la simpatía de los colombianos por su tragedia del secuestro, pero que nunca representó propiamente una tendencia política.
Con Angelino Garzón, líder sindical de amplia trayectoria, ex constituyente, ministro de Trabajo y gobernador del Valle, de algún modo volvemos al esquema de un vicepresidente con representación política y social, como lo fue en su momento Humberto de la Calle (condición de López Michelsen a Samper para la Unión Gavirista- Samperista) y como lo fue Gustavo Bell para los votos del Caribe a Pastrana.
No dejarse cañar
La Constitución de 1991 fue prudente. Estableció una Vicepresidencia sin funciones distintas de la de reemplazar al presidente en sus faltas temporales o absolutas. Por voluntad del propio presidente es posible asignarle otras funciones al vicepresidente, como se ha hecho en materia de derechos humanos, y hoy en temas de conciliación sindical. Esta Vicepresidencia “light” o suave, ha producido embajadores en España y también ministros de Defensa, al arbitrio del presidente de turno.
Aún con la posibilidad de reelección del presidente Santos, el vicepresidente no puede aspirar a la Presidencia, por prohibición constitucional expresa. Angelino Garzón solo podría, como en el caso de Francisco Santos, aspirar a integrar nuevamente la fórmula, si así lo decidiere el presidente Santos (artículo 204 de la Constitución, reformado por el artículo 3 del Acto Legislativo 2 de 2004).
En lenguaje coloquial: presidente Santos, no se deje cañar.
Actitud constructiva
A título anecdótico digamos que esta Vicepresidencia “light” ha dado lugar a situaciones curiosas. De La Calle estuvo varios meses sin remuneración e impedido para trabajar a cambio de honorarios. Gustavo Bell volvió a sus tiempos de estudiante javeriano refugiado donde amigos.
¿Será este el destino del vicepresidente Garzón, si los medios siguen avivando innecesariamente el fuego? Tranquilicémonos todos y recuperemos la bondad de una institución que en tiempos de Unidad puede ser útil.
Lo cierto es que el vicepresidente es elegido por voto popular y no es un funcionario de libre nombramiento y remoción. El vicepresidente puede ser un excelente colaborador en temas donde tiene conocimiento y experiencia. Por supuesto, no es conveniente que se convierta en una especie de Ombudsman del propio gobierno. Pero tampoco se le puede pedir silencio de monja de clausura, porque precisamente no es la vieja Designatura, que fue sustituída para reforzar la legitimidad de la escogencia de quien va a suceder al presidente.
Conociendo los personajes, un escenario de conciliación es posible, y en ello también incluyo al Director de Planeación, un técnico que le ha hecho ya varios goles a los descentralistas y al sector social -ambas preocupaciones del ex constituyente Angelino Garzón.
La línea de pobreza
Los econometristas y los profesionales del sector social deben aprender a dialogar y buscar acuerdos. Los métodos cuantitativos y los cualitativos pueden complementarse.
La medida de la FAO que se está utilizando para establecer el número mínimo de calorías como uno de los indicadores de línea de pobreza, habría hecho delirar al Nobel García Márquez. ¿Será lo mismo si yo me nutro con la rata del Túnel de Sábato o si uso el argumento de un economista serio como Jorge Iván González, que induce a no hacer ejercicio para así consumir menos calorías, y no estar en la línea de pobreza por deshidratación o hambre? [1]. La fórmula de no pobreza sería el resultado del numerus clausus 198.000 pesos, que resulta de una línea de base que fluctúa (?) entre 88.000 y 96.000 multiplicado por un nuevo Pi de aproximadamente 2,04.
Semejante debate trajo a la memoria mis tiempos de consultor de Planeación Nacional, cuando llegamos a entregarle los evangelios al alcalde de Almaguer en el departamento del Cauca: las cartillas sobre planeación, presupuesto, impuestos, administración, y la más agresiva, participación comunitaria -un material que sumaba cerca de medio metro de documentos. El alcalde, con timidez, nos pidió que más bien le ayudáramos a proteger a sus conciudadanos de las FARC, del narcotráfico, de los paramilitares, a llevarles servicios a sus comunidades indígenas, y a lidiar bien a sus concejales. Durante los veinte años que han transcurrido desde aquella escena, Almaguer ha sido destruida varias veces como consecuencia del conflicto armado. Yo empiezo pues por pedirle perdón por la arrogancia al ex alcalde, que ojala esté vivo.
Ni tanto, ni tinto
Si se superan estos fuegos artificiales, el gobierno podría dedicar sus energías a atender una agenda que incluye la reforma tributaria (¡qué bueno sería un Warren Buffet colombiano!), la defensa del buen momento económico frente a las amenazas de la crisis mundial, la lucha contra la desigualdad y la pobreza (no solo su medición), el combate contra la corrupción (lo del DAS es espeluznante), la reforma de la justicia, la búsqueda de salidas al conflicto armado y la consolidación de las relaciones internacionales.
En estos y en otros varios temas decisivos deberían estar concentrados el gobierno y lo poco que queda de oposición. No es sano que el gobierno llene los espacios que debería llenar la oposición, pero tampoco es sano que se admitan amenazas contra la libertad de expresión.
*Exconstituyente