En todo el mundo hispanoparlante ha ganado fuerza esta forma de denunciar la violencia contra las mujeres, que ha animado a muchas a hacer públicas las violaciones de las que han sido víctimas.
Jenniffer Londoño Jurado*
Tendencia mundial
“Un violador en tu camino” es la intervención del colectivo feminista Las Tesis, de Valparaíso (Chile), que denuncia la violencia sexual ejercida contra las mujeres. Su mensaje es contundente: “y la culpa no era mía, ni donde estaba, ni como vestía. El violador eras tú. El violador eres tú”.
¿Por qué se ha convertido en tendencia mundial? y ¿cuáles son las consecuencias jurídicas de la ola de denuncias por violencia sexual que ha despertado?
Desde el pasado 25 de noviembre, fecha en la que se conmemora el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, miles de mujeres se han reunido en plazas y edificios estatales para denunciar la violencia sexual y, en particular, la violación de la que son objeto.
No hay que ser feminista para darse cuenta de que en sociedades como la nuestra la violación es la representación patente del ejercicio de poder que ejercen algunos varones sobre las mujeres.
En la cultura occidental, desde la violación de la virtuosa Lucrecia por Sexto Tarquinio que provocó la caída de los tiranos y el inicio de la República romana, hasta nuestros días, la violación es una práctica frecuente. Otra cosa es que no quiera reconocerse como tal. Amigas, compañeras y conocidas han sido objeto de ese crimen atroz que brilla por su impunidad social y jurídica.
Es violación
Nos obstinamos en hacer de la violación algo excepcional que concierne a unas cuantas mujeres y agresores sexuales. A causa del dolor, la rabia y la connivencia se suele evitar el uso de la palabra violación y su resonancia ética.
En la mayoría de los casos, la mujer que habla de su violación la llama de otro modo. Por actos como este el delito pierde especificidad y puede confundirse con otras agresiones.
La violación es para Virginie Despentes “un acto propio del hombre; ni la guerra, ni la caza, ni el deseo crudo, ni la violencia o la barbarie, la violación es lo único que las mujeres —hasta ahora— no se han repropiado”.
En la mayoría de los casos, la mujer que habla de su violación la llama de otro modo.

Foto: Wikipedia
El performance se ha hecho viral y se ha replicado en diversas partes de Latinoamérica.
Por su parte, Camile Paglia (controvertida profesora de humanidades norteamericana) afirma que la violación es un riesgo inevitable e inherente a la condición femenina por lo que sugiere que debe ser vista como cuestión política, pues no se trata de negarla, lamentarse o morir, sino de sobrevivir y saber vivir con ello.
Una ola de denuncias
De hecho, saber vivir con la violación es el mensaje de fortaleza que nos dejan los cientos de mujeres que, tras las protestas globales, han decidido enunciar y describir las circunstancias de tiempo, modo y lugar que rodearon ese hecho victimizante, una cuestión que, desde luego, no es nada fácil.
Lo interesante de esas denuncias por medio de las redes sociales es que las mujeres muestran, ante todo, su capacidad de recuperarse de una marca que se suele vivir en el silencio y el anonimato.
Las mujeres no se enuncian desde el lugar de “víctimas”, sino en el de soberanas de sí. Afirman que su sexualidad es algo que les pertenece y ese ejercicio les aporta a ellas y a otras mujeres un enorme poder. Sobre todo, cuando existe la idea de que la violación es un crimen espantoso del que las mujeres no deberían reponerse.
La acogida global de “Un violador en tu camino” se debe a que invierte esa perversa lógica en la que se responsabiliza a las mujeres y se exonera de reproche moral a los violadores. Especialmente en sociedades como la nuestra en la que la culpabilidad está sometida a una atracción moral, que hace que todo lo malo recaiga siempre de lado de las mujeres.
El hecho de que ese nuevo “himno feminista” se haya convertido en tendencia mundial se debe a que se suma a la ola de protestas en contra de la precarización de las condiciones de existencia digna de la ciudadanía.
En el “violador eres tú” se denuncia que la vida de las mujeres les siga perteneciendo a los varones, se reivindica el espacio público (porque los cuerpos en la calle plantean sus demandas y reivindicaciones sociales sin necesidad de hablar) y al igual que las demás movilizaciones sociales, tiene en la indignación su impulso fundamental.
Las mujeres salimos a las calles indignadas. Pero sentimos aún la necesidad de afirmar que la violencia no es tampoco la solución frente a la violencia. No obstante, llegará el día que los violadores sientan temor que se les lesione el miembro viril, cuando agredan sexualmente a una mujer y, de seguro, sabrán controlar mejor sus “instintos naturales masculinos” y comprenderán lo que significa decir “no”.
Por lo pronto, el panorama es un poco desalentador porque mientras haya una cultura de la violación que nos hace creer que no hay nada más grave y que no tenemos el derecho a defendernos ni de vengarnos, seguiremos siendo presa de esa violencia inaudita que día a día nos fuerza a sentirnos inseguras.

Foto: Caricatura @Anyelik para Razón Pública
El performance feminista ha permitido que muchas mujeres cuenten los relatos de la violencia que han padecido.
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¿Habrá consecuencias legales?
En el caso colombiano, las denuncias por violencia sexual que circulan a través de las redes sociales después del 25 de noviembre se encuentran amparadas en el derecho de opinión y a la libertad de expresión siempre y cuando no inciten la violencia.
La Corte Constitucional en un emblemático fallo judicial advierte que las redes sociales son fundamentales para superar la discriminación de género y fortalecer el empoderamiento de las mujeres.
Desde esta perspectiva, la ola de denuncias que ha desencadenado “Un violador en tu camino” no traerá consecuencias jurídicas para las mujeres, a menos que publiquen la identidad de los presuntos agresores. En este último evento podrían ser denunciadas por el delito de injuria o calumnia.
Si bien ambos delitos son desistibles pueden llegar a convertirse en un verdadero dolor de cabeza, pues serían ellas las judicializadas. Eso sí que sería un despropósito.
Las mujeres muestran, su capacidad de recuperarse de una marca que se suele vivir en el silencio y el anonimato.
En la actualidad, la sanción social se ha convertido en una forma de control informal que bien puede llegar a incidir en la desaprobación de conductas violentas y discriminatorias en contra de las mujeres. Por supuesto tiene sus riesgos: desencadenar una ola de descrédito y ejercicio de venganzas privadas con repercusiones sociales graves.
La impunidad judicial es lo que hace que las mujeres recurran a las redes sociales ante la impotencia frente al Estado y, en particular, al sistema de justicia que no logra garantizar su derecho a una vida libre de violencias. Además, en el escenario judicial los operadores jurídicos no están formados o no tiene educación suficiente para tratar los delitos sexuales.

Performance Feminista Parkway
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La lucha por denunciar la violencia sexual ha abierto nuevas dinámicas, gracias a las redes sociales, pero sobre todo al sentimiento de indignación colectiva que las feministas han sabido capitalizar muy bien. No sorprende que en este contexto la violación sea nombrada como lo que es: una práctica social que confisca el cuerpo de las mujeres y que es más frecuente de lo que parece.
* Abogada, magíster en Comunicación y Derechos Humanos y docente universitaria.