Un hombre íntegro: Fernando Garavito Pardo, in memorian - Razón Pública
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Un hombre íntegro: Fernando Garavito Pardo, in memorian

Escrito por Super web
El periodista y abogado Fernando Garavito.

El periodista y abogado Fernando Garavito.

En el quinto aniversario de la muerte de Fernando, el compañero, el maestro, el editor emérito de Razón Pública, hacemos nuestras las palabras atinadas y sentidas de una colombiana que también tuvo el privilegio de ser parte de su vida.        

Ana Fernanda Urrea*

Quiero agradecer de todo corazón a Melibea, Fernando y Manuela, los hijos de Fernando, por haber invitado a una ciudadana del común -que de escritora no tengo ni una gota- a que hablara sobre mi amigo del alma, Fernando Garavito. Para mí es un honor.

Hoy le rendimos homenaje para conmemorar cinco años de su muerte, pero además para dar luz a su libro inacabado de poemas De la luna y el sol, dedicado a su esposa, la bailarina, maestra de ballet y coreógrafa Priscilla Welton.

Garavito vivió 66 años. Nació el 10 de septiembre de 1944 y murió el 27 de octubre de 2010.

No perdió un minuto de su vida. La vivió de una manera muy intensa. Siempre con la más suicida honestidad, con el más audaz y riguroso sentido profesional, con el convencimiento de que la palabra es la humanidad y con un fino humor para atenuar la vida de tristezas, soledades y sacrificios.

Y también la vivió amorosamente. No conocí a Fernando cuando estuvo casado con María Mercedes Carranza, pero soy testigo del amor que desplegó, tuvo y mantuvo con Melibea, hija de María Mercedes, con Fernando y Manuela, hijos de Priscilla, y por supuesto con Priscilla, su inseparable compañera. Y con sus padres y hermanos. Recuerdo la desolación de Fernando con la enfermedad que padeció Édgar, su hermano filósofo, y del texto brillante que escribió in memoriam.

Fernando Garavito estudió en el antiguo Colegio Mayor de San Bartolomé.
Luis Carlos Galán, amigo personal de Fernando Garavito.
Foto: Centro Nacional de Memoria Histórica

Sus principios éticos, inculcados desde la cuna, fueron inquebrantables. Los fue analizando, madurando, solidificando durante toda su vida. Fue un hombre de una inmensa cultura, inteligente, y de estruendosa calidad.

Honesto hasta la médula, cualidad que admiraron muchísimas personas, que le otorgó amistades sinceras, expresadas tanto en vida como en el momento de su muerte, y característica que repudiaron otros, pues sus valientes escritos despertaron odios profundos y duraderos.

Bogotano a la antigua. Cachaco. De vestimenta tradicional. Espeso bigote, ojos negros, calvo, ni gordo ni flaco, dientes prominentes, feo. Pero hermoso de espíritu.

En el trasegar de la vida se graduó de abogado, fue periodista desde 1968 hasta su muerte, cumpliendo con creces como director, editor, jefe de redacción, cronista, entrevistador, columnista. Además fue excelente administrador cultural, crítico literario, diplomático, catedrático, escritor, poeta, candidato a la Cámara de Representantes, y obtuvo premios y reconocimientos en Colombia y en el exterior.

Escribió muchos libros. Yo he contado dieciocho. Pero como el asunto no es la cantidad sino la calidad, el talento, el compromiso sin equívocos y la disciplina brillan en su obra. ¡Y lo que falta por publicar! pues no paraba de escribir.

No era fiestero. Tomaba limonada natural y decía que de ese sabor deberían ser los ríos del mundo. En la entrevista que le hace Armando Orozco en abril de 2010, que se titula “Entrevista Proust a Fernando Garavito”, donde a la pregunta: “¿Cuál es la idea de la felicidad terrenal?”, contesta: “La respuesta la dio Marilyn Monroe, un martini seco antes y un cigarrillo después. Pero aclaro, yo sólo tomo limonada natural y no fumo”.

El desayuno era su comida preferida. En múltiples textos hace alusión a éste, su manjar preferido. En uno, por ejemplo dice que los ingleses son los que mejor comen porque se desayunan tres veces al día. Dormía poco. Quería a sus gatos y a Pip, su labrador negro, quien también estuvo y murió en el exilio. Tenía su flamante Volkswagen azul claro, en el que hacía todas las diligencias imaginables, con o sin conductor.

Pienso que Garavito y yo nos quisimos muchísimo porque siempre pasábamos un buen rato. Yo me divertía permanentemente con él. Decía las cosas más serias de una manera absolutamente chistosa. Nos teníamos confianza y una amistad cómplice. Hablábamos de política, de literatura, de periodismo. A pesar de sus ocupaciones, siempre tenía el detalle de preguntarme cómo iban mi trabajo y mi vida.

Gozaba de un especial humor y en él es cuando uno se da cuenta de su inteligencia. En Requiem por Fernando Garavito, en El vuelo de las moscas dice de él mismo “tenía actitudes risueñas”, “defendió con vigor la expresión de su particular sentido del humor.” Y dentro de este peculiar humor creó un poeta llamado Orlando Iregui Rumazo, Pasto, que ridiculizaba situaciones de la vida diaria. A pesar de saber muy bien que día tras día el país se deterioraba, no se amargaba, se reía de él mismo e ironizaba sobre lo ironizable, lo cual le producía cierta alegría.

No perdió un minuto de su vida. La vivió de una manera muy intensa.

Yo conocí a Fernando en 1988 en el diario La Prensa. Garavito trabajaba sin tegua. Y producía periódicos estelares. Era el editor. Se leía todo lo que iba a salir cada día. Corregía todo. Y, por supuesto, escribía muchas líneas de ese diario. El contenido y la profundidad de sus páginas marcaron un punto alto en el periodismo colombiano. En la sección Tópicos de la Prensa, planteaba tres conceptos profundos sobre tres acontecimientos nacionales, los cuales redactaba diariamente, y casi todos los días hablábamos sobre ellos; aunque no son poemas, podrían encajar perfectamente en esta denominación por su cercanía a la perfección.

Estaba de editor en este periódico en 1989 cuando Luis Carlos Galán fue asesinado. Con Galán estableció una amistad fraternal y compartió años de estudio de derecho, de periodismo y de compatibilidad política. La indignación que sintió fue de raíz, porque ya para 1989 había adelantado varias investigaciones sobre los nexos entre el  narcotráfico y el paramilitarismo, conociendo con datos y no con especulaciones, las andanzas y los vínculos de éstos con sectores de la clase dirigente, de políticos y de funcionarios estatales.

Como todos sabemos firmaba sus columnas como Juan Mosca y como el Señor de las Moscas. Y le hizo un homenaje a la mosca. Fernando sostenía que ese seudónimo era en alusión a los muiscas porque los españoles entendieron que la nube de indígenas que se les había aparecido y que estaba en todas partes, se llamaban los moscas y no los muiscas. Aterrizando hoy, esas moscas de entonces, decía: no son esos horribles insectos que se posan donde todo el mundo cree que se posan sino en los banquetes donde los politiqueros se reparten el presupuesto y en los bordes de las copas del brindis entre políticos y empresarios. Y por eso hay que ser mosca: para entrar y pararse sobre estas viandas.

Por su valiente periodismo recibió las amenazas que lo obligaron a abandonar el país. La última columna que escribió en El Espectador debía ser publicada el 22 de diciembre de 2002 y fue censurada. Él ya se encontraba en el exilio en Estados Unidos.  Desde ese país escribiría:

“Yo salí a raíz de mi tarea de denuncia sobre las dolencias que vivimos en este preciso momento, y que amenazan con agravarse a medida que avanza la gestión de Álvaro Uribe, el actual presidente. El grupo político que él encabeza y que hoy gobierna a Colombia, tiene un oscuro pasado. Fui el primero en denunciarlo en una columna de prensa que se publicó en El Espectador, de Bogotá, en noviembre del año 2000. Allí enumeré las relaciones entre Uribe, un candidato que en ese entonces era insignificante, con el narcotráfico. Y luego, en una serie de artículos posteriores, que aumentaban en desolación y aislamiento a medida que ese individuo subía en las encuestas hasta ser elegido presidente de la República, dije sin temor cómo en su tarea administrativa se había apoyado sobre grupos terroristas que atropellaron durante años –y aún atropellan– los derechos humanos y sociales de personas y comunidades marginadas. Fueron muchos los artículos que escribí en ese sentido. El 17 de febrero de 2002, cuando la elección del candidato parecía inminente, volví a denunciar las relaciones que él mantuvo con el narcoterrorismo, y puse de presente que en un discurso en el Senado defendió la posición del cartel de Medellín, de infausta memoria. Fue entonces cuando Carlos Castaño, el jefe paramilitar (“comandante” lo llaman en Colombia) me advirtió en su página de internet que tuviera cuidado. Detrás de ese delincuente común, a quien ahora quieren darle status de político extraviado, hay un ejército de 20 mil sicarios que obran a su acomodo. No encontré protección. Desde hace varios años en Colombia no se hacen advertencias: simplemente se mata. Cuando comprobé que en la esquina de mi casa se apostaban extraños individuos que controlaban todos mis movimientos, y supe que un grupo de choque preguntó en la universidad por mi salón de clases y mis horarios, resolví salir del país. Viajé a Estados Unidos porque era el único sitio del que tenía una visa vigente, pero mi propósito era el de seguir hacia el Canadá o Suecia. En ese sentido, adelanté gestiones ante los consulados en Bogotá, pero la distancia complicó mucho las cosas. De ahí que en septiembre de 2002 decidí presentar en Maine, donde me acogieron algunos parientes de mi mujer, una solicitud de asilo político para mí y mi familia.”

Fernando Garavito estudió en el antiguo Colegio Mayor de San Bartolomé.
Fernando Garavito estudió en el antiguo Colegio Mayor de San Bartolomé.
Foto: Wikimedia Commons

Y así como le cayó la muerte en el exilio, antes y durante la diáspora era cabalmente solidario con los periodistas y personas intimidadas. En julio de 2010, a raíz de una nueva conminación a Gonzalo Guillén, escribió:

“Hay otras amenazas, también muy graves. A Gonzalo Guillén, el gran periodista colombiano que mantuvo en vilo la información "oficial" del régimen durante los años del terror, hasta que Santos (precisamente Santos) logró que lo despidieran del Miami Herald, lo persiguen con saña porque, según dicen los agentes del DAS, es él quien informó sobre las chuzadas a Chávez y Correa. Esa muerte anunciada, como cualquiera, sería una mancha imborrable sobre la conciencia del país. Tenemos que impedir que se produzca.”

Honesto hasta la médula.

“Siempre recordaré la última conversación que tuve con Luis Carlos Galán, que era mi amigo personal, con quien había compartido mis años de Universidad y mis primeros trabajos. Tal vez fue el 16 o 17 de agosto de 1989, uno o dos días antes de su asesinato. Cuando le pregunté cómo estaba, me contestó: "Solo". ¿Por qué?, le pregunté. "Porque me van a matar y nadie, absolutamente nadie, ha dicho una sola palabra sobre el peligro que corro". De ahí que la explosión de dolor colectivo que siguió a su muerte siempre me ha parecido una insignificancia mediocre.”

Su constancia en el trabajo era incontrovertible: desde que fue desterrado del país en marzo de 2002 escribió sin pausa, fue perseverante en la red y desarrolló múltiples actividades.

Sus hijos van creciendo y estudiando, él y Priscilla consiguen trabajo. Y ocurre la muerte de Priscilla que también fue la muerte de Fernando papá, de Fernando hijo, de Manuela y de muchos.

Garavito lucha cotidianamente contra la adversidad. En su desgarramiento trata de levantarse y se levanta.

La pasión de Fernando por seguir luchando y hacer algo por el país se concreta en su candidatura a la Cámara por la Circunscripción Internacional, para las elecciones de marzo de 2010. Esta candidatura fue una propuesta de Jairo González, del PDA de Alemania, líder del colectivo Polo Mosca, en cuyo nacimiento participó Garavito. La plataforma de Garavito se llama “Un camino por la dignidad de Colombia”. Plantea la representación de los colombianos en el exterior, y como columna central, de los que se han visto sometidos al desplazamiento forzoso; aboga por los derechos de estos ciudadanos desde el exterior y desde Colombia. No sale elegido.

Se asoma, sin embargo, un Garavito íntegro que si se inició como liberal fue dando un giro hacia la izquierda pues en su candidatura a la Cámara hacía alusión en su plataforma a la necesidad de una integración de estirpe popular y en sus últimos escritos publicados, manifiesta que el capitalismo debe ser desechado por ir en contra de las urgencias del hombre, habla de la necesidad de un socialismo contemporáneo, critica el sometimiento de América Latina a Estados Unidos, se declara contra el bloqueo a Cuba, defiende los derechos humanos de todas las comunidades, reprueba la sociedad de consumo, la privatización desenfrenada, la injusticia, la convivencia con el crimen, la corrupción, la falta de independencia de los medios y periodistas. Podría decir que fue un demócrata radical y que murió con esta convicción.

Desde su expatriación tuvimos contacto permanente y fue en esos momentos de gran cariño y amistad cuando me confesó su intención de publicar el libro que hoy se presenta. En efecto, en un primer correo en abril de 2009 me dice que lo que va a contarme debe ser un secreto. Y sí, lo guardé. Sólo cuando conocí la decisión de los hijos de publicar esta obra, me atrevo a develar la custodia del tesoro que me encomendó. Me dijo:

“Escribo y escribo, un poco a ciegas. Perdí el norte, y mi escritura es tan distinta que yo mismo me desconcierto. Resulta que he querido desde hace tiempos hacer una exégesis de Priscilla, pero no esas cosas llorosas que hacen los viudos, sino algo con el estilo característico que ella tuvo, inteligente, sensible y de muy pocas palabras. Después de mucho pensar, resolví centrarme sobre una de mis obras musicales preferidas, las "Romanzas sin Palabras", de Mendelssohn. Hablo de ella en los dos prólogos del Banquete de Cronos, el de Mosca y el mío. Son 48. Identifiqué entonces 48 momentos en la vida de Priscilla y traté de relacionarlos con alguna de las Romanzas, buscando no hacer de la música algo descriptivo, sino algo tan profundo como debió pensarlo Mendelssohn. Esto fue bastante difícil. De pronto una frase musical que me llevaba a algún momento, me permitía ubicar ese recuerdo. Creo que oí las Romanzas no menos de quinientas veces. Además, quise quitarle a la poesía las palabras. Fue también muy difícil. En este punto tengo una gran deuda con María Mercedes y su "Canto de las Moscas". En mi prólogo a sus "Obras Completas" sostengo eso: que en "El canto de las moscas" ella hace poesía sin palabras. Yo trato de llegar a un resultado semejante, pero debo reconocer que fue ella quien abrió el camino.

“Eso es todo. En ninguno de los textos hablo de Priscilla. Se trata de hacer un libro para todos. En ninguno uso pronombres ni adjetivos. (Hasta el momento llevo un solo pronombre y un solo adjetivo). Lucho tremendamente contra lo adjetivo. Y trabajo con desvelo en algo que, tal vez, sólo tú entenderás o que, por lo menos, sólo a ti te contaré. Dime, por favor, qué te parece. Con el corazón en la mano. Si tu opinión es negativa, de cualquier manera seguiré adelante (porque yo soy testarudo). Si es positiva, me ayudarás a no desmayar en este camino tan extraño. Si me dices que esto no vale la pena, tal vez te querré más que antes, Fernando.”

De la luna y el sol tiene 44 poemas bellamente terminados y 6 por terminar.

Como ustedes lo leerán, esos 44 momentos que espero, graviten en la inmortalidad, son los del más profundo realismo entre dos personas que se amaron con toda el alma, y que fueron elaborados letra por letra para que nosotros los podamos tomar como nuestros y entregar a quienes amamos con todo el alma.

Oyendo las Romanzas de Mendelssohn, me puedo imaginar a Fernando sonriendo mientras Priscilla baila alguna de ellas.

De no ser por su ética política y periodística, no habría tenido que salir exiliado no habría tenido que padecer un destierro tan doloroso, traumático y dramático, como lo fue ese camino a la muerte que significó el éxodo de él y de su familia.

A mí no me cabe un solo adjetivo más para exaltar la vida y obra de Garavito, mi adorado amigo. ¡Ay de mí si me oyera! Él, que siempre ahorró adjetivos y pronombres.

Muchas gracias.

 

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