Aunque el cierre duró apenas tres días, es muy probable que la administración federal vuelva a quedar paralizada gracias a la polarización de Washington y a la ineptitud de un presidente que tiene mayoría en el Congreso. Los migrantes y el muro siguen en el aire.
Andrea Arango Gutiérrez*
El eterno debate
En el primer país capitalista del mundo es natural que la intervención del Estado en la economía sea objeto especial de controversias y controles – y esto incluye la planeación del presupuesto federal y su aprobación por parte del Congreso-.
La experiencia de sucesivas crisis financieras ha hecho que el equilibrio fiscal sea una meta o un criterio prioritario de la política macroeconómica. Por eso desde 1976 se adoptó una figura muy drástica de ajuste, según la cual si el Congreso no aprueba un presupuesto debidamente financiado para el año en curso, automáticamente se congelan los fondos y se produce el cierre de muchas dependencias de la administración federal.
Este asunto es especialmente relevante en la agenda de los conservadores fiscales, un sector del Partido Republicano que ha pujado históricamente por reducir el tamaño del Estado.
El problema resurgió con el Acto para el Control Fiscal (BCA, por sus siglas en inglés) de 2011, negociado entre Obama y el congreso de mayoría republicana para salir paulatinamente del enorme endeudamiento que contrajo el Gobierno federal para salvar a los bancos de la crisis de 2008.
El cierre del Gobierno debe ser entendido como una herramienta política que aprovecha la oposición
Pero a pesar de los límites que establece la ley, cada presidente se las arregla para modificar o exceder los topes en cuanto sea necesario para mantener al país funcionando y ejecutar sus planes de gobierno.
Tanto la administración de Obama como la de Trump han propiciado el déficit fiscal, y por lo mismo se han visto obligados a negociar con sus opositores políticos para mantener al gobierno federal abierto y ejecutar sus agendas políticas. En el caso de Obama para aumentar el gasto doméstico, y en el de Trump, para aumentar el gasto en defensa.
La estrategia de la oposición
![]() Expresidente Barack Obama. Foto: White House President Barack Obama |
Para evitar el cierre del gobierno federal se necesita llegar a un acuerdo antes de la fecha límite que establecen las leyes pertinentes.
Es más: debido a la importancia del equilibrio fiscal, en el Congreso no basta con una mayoría simple (la mitad más uno de los votos) sino que se requiere mayoría calificada de tres quintas partes vale decir, de 60 senadores y el 60 por ciento de los miembros de la Cámara, cuando se trate de aumentar el presupuesto total o de ampliar el margen de endeudamiento.
Sin presupuesto ajustado y sin acuerdo para ampliar la deuda, el gobierno federal tiene que suspender la ejecución de algunas de sus tareas y la prestación de algunos de sus servicios “no esenciales” (como parques y monumentos), dejando así de pagar a muchos funcionarios o contratistas.
Es histórico que el cierre de gobierno le haya ocurrido a Trump apenas iniciando su segundo año y con las mayorías de su partido en el Congreso
Pero detrás de este asunto que parece técnico y financiero sobre el funcionamiento del aparato estatal se esconde una cuestión de alto valor político y estratégico. El bloqueo de los fondos y la necesidad de un nuevo pacto fiscal es una oportunidad para que la oposición obstaculice o impida el desarrollo de los planes del ejecutivo, especialmente cuando este necesita elevar el techo de endeudamiento.
De modo que en un sistema político como el estadounidense, con real división y contrapeso entre poderes, no es fácil lograr acuerdos sobre el presupuesto. El cierre del gobierno es una herramienta política que sirve a la oposición para buscar concesiones de fondo. Por ejemplo:
- en 2013, durante la segunda administración Obama, hubo un cierre para desfinanciar el programa estrella de salud “Obamacare”
- el cierre entre el 19 y el 21 de enero de este año resultó del intento de presionar a Trump para evitar el desmonte del programa de Acción Diferida para los Llegada en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés). Este programa evitaba la deportación de personas que habían llegado a Estados Unidos cuando eran niños y habían construido sus vidas en suelo norteamericano.
Un cierre de gobierno histórico
Desde la dimensión técnica hay que decir que tanto Obama como Trump incurrieron en irresponsabilidad fiscal y en falta de planeación. Pero las diferencias son muy dicientes:
- en el caso Obama, el desbalance fiscal resultó del costoso paquete de salvación a los bancos para salir de la crisis financiera.
- en el caso Trump, el cierre se debió a su propio anuncio de que el DACA dejaría de operar en un plazo de seis meses, y a su tardanza en iniciar la discusión sobre el endeudamiento, pues el año fiscal había culminado en Octubre de 2017, pero Trump estaba empeñado en tramitar el recorte de impuestos – lo cual logró en noviembre- y con esto descuidó el pacto fiscal.
No sorprende que a Obama le haya sucedido en su segundo mandato y con un Congreso de mayoría republicana. Pero es un “récord histórico” que a Trump le haya ocurrido cuando apenas comenzaba su segundo año como presidente y con las mayorías de su partido en el Congreso: en efecto, ninguno de los 18 cierres anteriores se había producido cuando un mismo partido controlaba el gobierno y las dos cámaras.
El cierre de hace unos días se resolvió con el acuerdo de mantener la financiación hasta el próximo 8 de febrero – y nada garantiza que en este plazo se llegue a un acuerdo sobre temas tan complicados como DACA o la construcción del muro.
Y en todo caso el incidente muestra a las claras la incapacidad de Trump para llegar a acuerdos interpartidistas, sobre todo cuando el mismo dio origen del problema y cuando la no extradición de los entre 750.000 y 1.800.00 jóvenes “soñadores” tiene el apoyo abrumador de los estadounidenses (87 por ciento en la última encuesta).
El “mal negocio”
![]() Manifestaciones en pro de la protección de DACA. Foto: Wikimedia Commons |
No es la primera vez que Trump se muestra incapaz de entender y manejar situaciones complejas.
El presidente pudo evitar el cierre si hubiera sostenido las promesas que hizo apenas diez días antes de que este se diera. En la reunión bipartidista del 9 de enero, Trump habló de dar estatus legal a los “soñadores” a cambio de mejorías en la seguridad fronteriza y fondos para el muro en la frontera con México.
El presidente invitó a los congresistas a llegar a un acuerdo sobre estas bases y se comprometió a correr con el costo político que implicara ese acuerdo. Un grupo de senadores de ambos partidos llegó en efecto al acuerdo, pero Trump reculó ante la presión de sus seguidores más radicales en materia de migración.
El compromiso presupuestal se logrará con la misma fórmula inicial: los dreamers a cambio del muro con la frontera de México.
Y así dejó que el Congreso, de mayoría republicana, discutiera la destinación del presupuesto. Mientras que los republicanos pedían más seguridad fronteriza y gasto militar, los demócratas pedían beneficios migratorios y disminución en el gasto militar.
Pero no se lograron los 60 votos necesarios para evitar el cierre, aunque cinco senadores demócratas apoyaron la agenda de Trump por provenir de estados republicanos y cuatro republicanos se sumaron al “no” de los demócratas. Y así se dio el cierre del gobierno federal de tres días.
El cierre se superó porque los jefes de las dos bancadas acordaron extender por seis años la financiación del Programa de Seguro Médico para Niños (CHIP, por sus siglas en inglés), con lo cual se llegó a los 60 votos necesarios. Pero la prórroga se extiende como dije al 8 de febrero.
La base de electores progresistas se desilusionó por la poca resistencia del Partido Demócrata ante un cierre cuya culpa, según las encuestas, fue atribuido más a Trump y a los republicanos que a los demócratas. O en todo caso por haber perdido la oportunidad de avanzar en una reforma migratoria que no siguiera recortando beneficios a los inmigrantes.
Pero ahora parece que el compromiso presupuestal de largo se logrará sobre la fórmula inicial: los “soñadores” a cambio del muro en la frontera.
El jueves de esta semana, Trump propuso abrirle el camino a la ciudadanía de 1,8 millones de “soñadores” (incluyendo a los que aún no se han inscrito en DACA), a cambio de 25 mil millones de dólares para el muro y otras medidas para frenar la inmigración.
Trump, el “mejor negociador del mundo” no resultó capaz de negociar. El punto de llegada se parece al punto de partida, pero su “mal negocio” fue evidente: ahora los demócratas no tienen 750 mil sino 1,8 millones de “dreamers” y la infancia cubierta con seguro médico.
*Politóloga de la Universidad de Antioquia, magíster en Ciencia Política de San Diego State University en California (SDSU), profesora de la Universidad de Antioquia y de la Universidad Eafit. andrearango09-15@hotmail.com