Recuento de los principales conflictos entre los ambientalistas y el dos veces alcalde de Bogotá. ¿Qué tanto será el daño para la ciudad?
Daniel Bernal*
Una vieja pelea
Hace unas semanas, en un recorrido en bicicleta por algunos humedales de Bogotá, se me acercó un adulto mayor y me regaló tres folletos impresos del año 2000, cuando Enrique Peñalosa fue alcalde por primera vez.
En los folletos encontré que los reclamos ciudadanos de entonces eran los mismos que los de ahora. Entre los títulos más destacados figuraban, por ejemplo: ¿Cuál es el destino de la zona norte de Bogotá?, a propósito de la urbanización de la Reserva Thomas Van der Hammen; o No al cemento en los humedales, un reclamo sobre la intervención del Distrito en el Humedal Santa María del Lago
Hoy, por segunda vez, Peñalosa está enfrentado a una ciudadanía cada vez más ambientalista que le exige dejar de lado su visión antropocéntrica. Estos son solo algunos de los conflictos ambientales que hoy vivimos en la capital.
Los cerros orientales
![]() Peñalosa logró convertir al Jardín Botánico en la institución más detestada. El último evento: la tala en el parque Japón. Foto: Cortesía del autor |
En los cerros orientales, Peñalosa propuso construir el “Sendero de las Mariposas”, que conectaría Usme con Lagos de Torca y que incluye:
- un sendero cortafuegos;
- ciclorrutas;
- accesos y caminos;
- un puente colgante peatonal de 300 metros para unir Monserrate y Guadalupe,
- y un teleférico en Usaquén que se conectaría con el Embalse de San Rafael.
Según el Distrito, el sendero creará un cordón de protección en caso de incendios en los cerros y un espacio de recreación único para Colombia.
Peñalosa está enfrentado a una ciudadanía cada vez más ambientalista que le exige dejar de lado su visión antropocéntrica.
Sin embargo, varios expertos y organizaciones defensoras de los cerros consideran que este sendero:
- afecta gravemente el ecosistema;
- contradice la sentencia del Consejo de Estado que en 2013 ordenó crear un área de aprovechamiento ecológico en los cerros “de modo que compense los perjuicios ambientales sufridos por los habitantes de la ciudad”;
- y es una excusa para iniciar la urbanización de la franja de adecuación de los cerros.
Además, muchos advierten que los senderos que ya existen en los cerros cumplen la función turística, que es la que más promociona el alcalde.
Sumado a lo anterior, el Distrito derogó en 2017 la Resolución 1197 de 2013, que protegía el sector de Cerro seco, en el barrio Arborizadora Alta —localidad de Ciudad Bolívar—. Allí se encuentra uno de los pocos relictos de bosque subxerofítico y es el único lugar donde se avista la Alondra Cornuda (Eremophila alpestris). Pero con la derogación, el área queda expuesta a actividades extractivas o de construcción.
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Humedales y ríos
Con el Decreto 565 de 2017 de la Secretaría de Ambiente de Bogotá, Peñalosa dio vía libre para construir en los humedales, como siempre ha soñado: ciclorrutas, puentes peatonales, luminarias, alamedas adoquinadas, equipamientos, restaurantes y zonas de comida. Además, se modificaron los usos permitidos en los humedales y se cambió el concepto de recreación pasiva de la Política Distrital de Humedales.
El Decreto se expidió sin consultar a nadie, aunque existían espacios de diálogo como la Mesa de Humedales. Y la modificación fue “socializada” con una publicación que duró cinco días en una página web.
Además, como hace veinte años, Peñalosa sigue insistiendo en construir la Avenida Longitudinal de Occidente (ALO), que afectará directamente tres humedales:
- Capellanía. Para construir la ALO se rellenará la parte occidental del humedal —el 26 por ciento de su área—, lo que amenaza la subsistencia del ecosistema a mediano plazo;
- Juan amarillo o Tibabuyes. La avenida atravesará la parte más biodiversa del humedal: la “chucua de los curíes”,
- Conejera. La ALO pasará por encima del humedal —el último lugar en el mundo donde aún existe la Margarita de Pantano (Senecio Carbonelli)— y continuará por la Reserva Thomas Van der Hammen en toda su extensión.
Mientras que los humedales se secan y requieren el ingreso de aguas limpias, el Distrito pretende gastar miles de millones en obras que acabarán con la fauna y la flora de estas zonas y con su conectividad ecológica.
Algo parecido sucede con los ríos de la ciudad. Junto a los ríos Fucha, Tunjuelo, Salitre y Bogotá, el Distrito planea construir ciclorrutas, alamedas adoquinadas, luminarias y equipamientos.
En el río Bogotá, Peñalosa imagina un malecón urbanizado, convertido en el eje de la ciudad y un río navegable con aguas cristalinas. Todo eso sin tener en cuenta los ecosistemas que existen en la zona y los graves peligros de inundación.
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La Reserva Thomas Van der Hammen
![]() El problema con la calidad del aire en Bogotá parece lejos de solucionarse. Foto: Cortesía del autor |
La actual administración ya tiene un largo historial de afectaciones a la Reserva Thomas Van der Hammen:
- empezó por quitarle la figura de utilidad pública;
- después derogó la Resolución 819 de 2015 que agregaba 131 hectáreas a la Reserva y al humedal Torca-Guayamaral;
- desmontó varias vallas de la Corporación Autónoma Regional (CAR) de Cundinamarca que señalizaban la Reserva y se eliminó de los mapas oficiales virtuales;
- finalmente, se instauró el proyecto Lagos de Torca, que sin tocar un centímetro de la Reserva destruye la posibilidad de conectarla con los cerros orientales, pues cambió el uso del suelo en algunas zonas para permitir el uso industrial y comercial.
Hoy, la CAR estudia la propuesta de la Alcaldía de sustraer y realinderar la Reserva. Y aunque los expertos más connotados de las mejores universidades del país, los ambientalistas y los urbanistas han solicitado a Peñalosa que respete el Plan de Manejo Ambiental de la Reserva, el alcalde sigue soñando con urbanizar y acabar con esta zona.
El Distrito pretende gastar miles de millones en obras que acabarán con la fauna y la flora.
El arbolado urbano y la calidad del aire
Por la tala de árboles en Bogotá, Peñalosa logró convertir al Jardín Botánico, la institución distrital más querida por los bogotanos, en la más detestada.
Los conflictos por el arbolado atraviesan toda la ciudad, y Peñalosa ha llegado hasta el absurdo de usar a la policía antimotines y el ESMAD para detener las protestas de vecinos que no están de acuerdo con el cambio de árboles maduros por canchas sintéticas. Como ya es costumbre para esta administración, se han amañado las cifras para mostrar que en realidad se han sembrado más árboles que nunca. Pero los líderes sociales y algunos concejales han aclarado y desmentido esas afirmaciones.
Sumado a lo anterior, la Secretaría de Ambiente desmontó el ambicioso Plan Decenal de Descontaminación de 2010 y lo convirtió en un conjunto de medidas sin ningún norte. Así, por ejemplo, se propuso enseñar a los conductores de servicio público a conducir quemando menos combustible, lo cual mejoraría poco o nada la calidad del aire de la ciudad. Bogotá padece actualmente de una Red de monitoreo de calidad del aire oficial en franca decadencia y perdida de confiabilidad, algo realmente grave para la toma de decisiones respecto a este importante tema.
Y en los asuntos que de verdad podrían mejorar el aire de la capital, como el reemplazo de los buses de las fases I y II de Transmilenio, el Distrito se quedó corto. Las promesas de una flota de tecnologías limpias se quedaron en el aire y al final el resultado fue paradójico: los patios licitados con diésel Euro V—prohibido en Europa— quedaron en el sur, la zona más contaminada de la ciudad; mientras que los Euro VI —menos contaminantes— quedaron en el norte.
Por el momento el diésel sigue siendo el rey en Bogotá.
Lea en Razón Pública: Talar o no talar los árboles de Bogotá: ¿esa es la cuestión?
Las basuras
En febrero de 2018, el cambio de modelo de la recolección de basuras produjo una crisis ambiental: las basuras no se recogieron durante casi veinte días en ciertas localidades de la ciudad.
Ahora se instalaron unos nuevos contenedores en las calles con el fin de separar el material reciclable del ordinario. Pero la falta de señalización, el desconocimiento de los horarios de recolección de basuras, la falta de contenedores para el reciclaje y la falta de comunicación con los recicladores ha hecho inútil la medida, de modo que la labor de reciclaje queda en manos de los ciudadanos y de los carros recolectores.
Adicionalmente, hace una semana Peñalosa anunció que ampliaría la vida útil del relleno sanitario Doña Juana por treinta y siete años más. Eso significa treinta y siete años más de calvario para los habitantes del Mochuelo y de las veredas vecinas, así como para la cuenca del Río Tunjuelo.
Esta administración no ha propuesto soluciones de raíz para mejorar el servicio de aseo en la capital. Al contrario, la privatización del operador de las basuras dejó todo en manos de unos pocos cuyo negocio es, justamente, que las personas reciclen poco para que sus ganancias sean mayores.
Todo lo anterior muestra que, desde hace veinte años, Peñalosa sigue anclado en una visión retrógrada, autoritaria y antropocéntrica, que hace oídos sordos a la ciudadanía y que le da la espalda a las comunidades.
En materia ambiental, Peñalosa parece más un emperador que un alcalde. Su insistencia en convertir la ciudad en un negocio para los constructores y en un medio para satisfacer sus propios caprichos será nefasta en el largo plazo.
*Ciencia ciudadana, activista por la Calidad del Aire, Sapiens Colombia, Fundación Humedales Bogotá, Veeduría de la Reserva Thomas van der Hammen, programa RetroCD. Ingeniero electrónico.
@danielbernalb