El mundo cambia, pero el periodismo sigue anclado al siglo XX. En vez de “neutralidad” e “imparcialidad”, necesitamos narrativas y estéticas plurales y disruptivas. Llegó la hora del periodismo feminista, negro, indígena y democrático.
Omar Rincón*
Un país incoherente
Colombia es un país muy incoherente y muy raro. Con la Constitución del 91, nos convertimos en un país diverso e intercultural que salvaguarda los derechos humanos. Una maravilla en el papel. Pero ni la Iglesia ni los evangélicos ni los terratenientes ni el establecimiento estaban dispuestos a cambiar y decidieron destrozar la Carta Magna en nombre de la guerra.
En 2016, firmamos el Acuerdo de Paz, pero el establecimiento insistió en la guerra e impidió el cambio. Ahora la derecha premoderna –aquella que defiende a Dios y a la propiedad privada por encima de los derechos y la democracia– llora porque finalmente la Corte despenalizó el aborto hasta la semana 24. Numerosos medios, entre ellos el podcast El Hilo, celebraron este acontecimiento histórico y señalaron que Colombia quedó en la vanguardia del continente. Pero como somos Polombia, el cinismo y la ignorancia llevaron al presidente Duque a afirmar que esta decisión podría facilitar que “el aborto se convierta en un método anticonceptivo recurrente y regular”. Señor presidente, gústele o no, el aborto ya no es un crimen, sino un derecho.
Periodismos arcaicos
Todos los acontecimientos relevantes para la sociedad son narrados por los medios. Paradójicamente, las nuevas agendas y éticas de los feminismos, el aborto, la paz y la defensa de la vida siguen siendo narrados como si fueran una guerra o un partido de fútbol, es decir, como una lucha de machos y no como formas alternativas de habitar el mundo y edificar la sociedad.
Es hora de que los periodistas seamos un poco más autocríticos frente a nuestra labor. Nos hace falta reflexionar sobre el modo en el que reportamos, narramos y construimos sentido y criterio.
El asunto es que el periodismo solo sabe contar la realidad desde el discurso bíblico occidental blanco y masculino. Ese discurso sostiene que el periodismo debe decir “la verdad”, ser “objetivo”, “neutral” e “imparcial” y, además, vigilar el poder y “hablar por el pueblo”. El maestro Javier Darío Restrepo decía que el periodismo es un “servicio público” y el gran Kapuscinski decía que solemos creer que los periodistas son “buenas personas” y, por ende, no es un oficio para los cínicos.
Es hora de que los periodistas seamos un poco más autocríticos frente a nuestra labor. Nos hace falta reflexionar sobre el modo en el que reportamos, narramos y construimos sentido y criterio. A continuación, presento algunas opiniones sobre los grandes mitos de nuestro oficio:
- “Periodismo occidental-blanco-masculino-religioso”: Hemos comprado el modelo gringo-europeo. Queremos “investigar” para tumbar a un presidente-ministro-gerente al mejor estilo de Watergate. Nos encanta denunciar corrupción, aunque después no pase absolutamente nada. O somos muy new journalism a lo Capote y describimos “poéticamente” lo que no importa como las vacas, las flores, los músicos…
Ese modelo fue diseñado a imagen y semejanza de Occidente (los dueños de la libertad). Por eso es blanco, masculino y religioso: busca ser hegemónico, salvar la patria y liberar a la sociedad. Noticias como la despenalización del aborto han puesto en evidencia que en Latinoamérica necesitamos un periodismo indígena, negro, mestizo, femenino, democrático y ciudadano. Esto apenas se atisba en algunos medios digitales e independientes.
- “La verdad”. ¿De verdad seguimos insistiendo en que decimos la verdad? Todas las teorías, la ciencia y la filosofía han dicho que no hay una verdad absoluta, sino múltiples verdades móviles y cambiantes. En la ciencia, se mueve con cada experimento de laboratorio. En la filosofía, depende de la mirada desde la que tratamos de comprender y explicar la realidad.

Muchos medios convocan al victimario y a la víctima, pero solo investigan a la víctima. Otros le dan más visibilidad al corrupto que al ciudadano. Y con el aborto, hicieron más énfasis en el moralismo católico y machista que en la autonomía de las mujeres.
Dado que la verdad es plural, diversa y móvil, la pregunta verdaderamente importante es por el sentido. El periodismo debe esforzarse por mostrar desde dónde y cómo construye su verdad. Debe dar cuenta de sus criterios de reportería, de sus fuentes y del contexto.
Volvamos al caso del aborto: si bien la despenalización es un hecho, cada medio divulgó esta noticia usando criterios y enfoques distintos que dependen de los principios morales de sus periodistas. Algunos provocaron polémicas innecesarias al ignorar los criterios éticos y jurídicos que respaldan esta decisión. Muchos replicaron afirmaciones falaces e irresponsables según las cuales, la despenalización “promueve” el aborto o terminará por convertirse en un método anticonceptivo.
- “Objetivo” y “neutral”. Siempre hay una mirada, un encuadre o una ideología y, por ende, la información no es neutral. Lo realmente importante es hacer explícito el enfoque. En el caso del aborto, los periodistas debieron dejar los moralismos para sus cuentas de Twitter y no para las notas de prensa que escriben.
- “Imparcialidad”Todos los medios son militantes, sin excepción. El Tiempo, por ejemplo, ha defendido el statu quo desde su fundación. El Colombiano es un medio conservador y El Espectador, un medio liberal. Así pues, todos los medios militan y defienden distintas causas: algunos defienden a Uribe, otros a Petro, otros al feminismo y otros los derechos humanos. Las publicaciones sobre la despenalización del aborto están mediadas por las posturas ideológicas de cada medio.
- “Ambos lados”. Muchos medios convocan al victimario y a la víctima, pero solo investigan a la víctima. Otros le dan más visibilidad al corrupto que al ciudadano. Y con el aborto, hicieron más énfasis en el moralismo católico y machista que en la autonomía de las mujeres… Si bien hay verdades y posiciones diferentes, los “dos lados” rara vez tienen los mismos derechos en términos éticos y políticos. Hay posiciones, como el machismo, la xenofobia o el racismo, que simplemente son o deberían ser inadmisibles en nuestra sociedad y, por ende, no deberían tener un lugar privilegiado en los medios de comunicación.
- “Contra-poder”. En Colombia, los medios son parte del poder. Muchos duermen en la misma cama del gobierno de turno, los empresarios, la iglesia y los militares. Esto quedó en evidencia en el último estallido social y fue corroborado tras la despenalización del aborto, pues en muchos medios primó la narrativa de la Iglesia y del establecimiento.
- “Hablar por el pueblo”. Efectivamente, los medios hablan por el pueblo… Si por “pueblo” entendemos empresarios, políticos y otros poderosos. En realidad, esta es otra falacia periodística que no admite el fact-checking.
- “Fact checking”. Si no hay verdad, pero sí subjetividad, militancia y moralismo… es difícil hablar de hechos. Y lo cierto es que nadie quiere revisar sus propias creencias. ¿Cómo hacerle fact checking a las afirmaciones de Duque sobre el aborto?
- “Servicio público”. El periodismo no es un servicio público, sino un servicio privado que favorece a sus dueños, a los políticos afines al medio, a la iglesia y a la moral del establecimiento. En definitiva, no es un servicio sino un negocio privado.
- “Buenas personas”. Esta exigencia es absurda, pues los periodistas siempre queremos joder a alguien: a través de nuestras denuncias buscamos que alguien pierda su poder, su dignidad y su verdad. Además, defendemos nuestro ego incansablemente y somos arrogantes: presumimos nuestros premios y las invitaciones a viajar y a comer.
Ser una buena persona es un embuste, pues las buenas personas hacen mucho daño con su indolencia y su ineptitud. Duque es el ejemplo perfecto, pues pese a ser un “buen tipo”, como dicen muchos, le ha hecho mucho daño al país. Así mismo, las buenas personas de muchos medios vendieron el aborto como un acto de “malas personas”. Pero entonces, ¿darles derechos a las mujeres es de “malas personas”? ¿No será al revés?
1,2,3: Tenemos que re-inventarnos
Entonces, la noticia en desarrollo es la necesidad urgente de autocriticar nuestros periodismos y re-inventarlo. He aquí un 1,2,3 necesario.
- Dejar de informar en modo guerra o partido futbol. La complejidad requiere trabajo, comprensión e imaginación.
- Nuevas éticas políticas. El objetivo ya no debe ser la verdad, la objetividad ni la imparcialidad sino el reconocimiento de nuestras posturas. Es momento de afirmarnos como feministas, diversos y ambientalistas.
- Otros formatos y narrativas. Estamos aburriendo al infinito: escribimos mal, hablamos peor y cubrimos todo de la misma forma. Debemos volver a promover conversaciones interesantes y disruptivas.