En Colombia se gobierna con ideologías y no con evidencias: por eso los problemas no se arreglan.
Hernando Gómez Buendía*
Las ideologías nos inducen a creer que hay un remedio simple para cada problema complicado. Y por eso ninguna ideología resuelve los problemas que quiere resolver.
Un ejemplo perfecto de este tipo de falacias se está dando a raíz de la propuesta del gobierno para combatir la criminalidad mediante el pago de un subsidio a los jóvenes que se dedican al hurto o a la violencia callejera.
La idea ha merecido burlas y rechazos de la ciudadanía, porque implica nada menos que premiar las conductas criminales: los jóvenes delincuentes serán mejor tratados que los millones de jóvenes que viven dentro de la ley. La senadora Cabal o Enrique Peñalosa añaden que la verdadera intención del presidente es financiar una milicia petrista, una especie de “primera línea” que le ayude a realizar su secreto proyecto autoritario.
Pero las cosas en realidad no son tan simples. Para no enredarnos demasiado, recordaré que la idea ya fue aplicada en Bogotá…y que no fue el fin del mundo como teme la derecha, ni fue el remedio eficaz que dice ahora el gobierno.
Precisamente porque en Colombia se gobierna con ideologías —y no con evidencias— el programa de “Jóvenes en Paz” que subsidió a miles de pandilleros bajo la alcaldía de Petro nunca fue evaluado: nadie sabe qué tanto redujo la delincuencia o que tanto estimuló a los delincuentes. Lo que sabemos es que, según algunos testimonios, hubo jóvenes que sí se dejaron de delinquir, y que las tasas de hurto o de violencia en general no cambiaron. Es decir, que tal vez el programa sirvió para algo, pero no para tanto que digamos.
la idea ya fue aplicada en Bogotá…y que no fue el fin del mundo como teme la derecha, ni fue el remedio eficaz que dice ahora el gobierno.
Las ideologías entonces se limitan a exagerar los beneficios de sus propias recetas y a subestimar los daños que les advierten sus críticos. Lo malo es que ninguna de las dos ideologías hace lo que en efecto debe hacerse para tratar algún problema real, porque los problemas reales son problemas complicados.
En este caso hay cientos de estudios que muestran la relación entre juventud marginada y pandillerismo. No hay duda de que los hombres entre 15 y 24 años que no estudian ni trabajan ni tienen futuro ni esperanza en una ciudad dura y una cultura insolidaria, son la reserva que alimenta las pandillas en cualquier país del mundo. Esta es la evidencia que toma y que deforma el presidente Petro para inferir que la marginalidad es causa de la violencia, y que “pagar para no robar” es el remedio perfecto.
Pero también hay cientos de estudios que muestran la relación entre probabilidad efectiva de ir a la cárcel y reducción de la delincuencia. No hay duda de que el castigo previene la criminalidad en todas sus variantes. Esta es la evidencia que toma y que deforma la derecha para pedir mano dura como remedio perfecto contra la delincuencia.
Las ideologías nos inducen a creer que hay un remedio simple para cada problema complicado.
Bukele, en El Salvador, es el ejemplo de moda en la derecha, del simplismo que aplica la mano dura, pero ignora las causas reales del pandillerismo…y acaba por hacer más mal que bien. Petro, su ministro de justicia (y su comisionado de paz) son el ejemplo de moda en la izquierda, del simplismo que aplica la mano blanda, pero ignora que la impunidad es el caldo de cultivo de la delincuencia… y acaba por hacer más mal que bien.
¿Cuándo tendremos un gobierno maduro, una oposición madura y una opinión madura para entender que los problemas no se arreglan con ideologías sino con el conjunto de herramientas disponibles, utilizadas de manera racional, en función de circunstancias específicas y sobre la base de las evidencias?
2 Comentarios
[…] Gómez, H. (16 de Julio de 2023). ¿Cómo tratar las pandillas? Obtenido de razonpublica: https://razonpublica.com/tratar-las-pandillas/ […]
De nuevo cierta visión desactualizada y anacrónica del derecho penal para Colombia, impera. Las condiciones reales socioeconómicas de estas débiles democracias de papel, no soportan las benévolas e ingenuas políticas criminales de ciertas corrientes que, bajo el epitome de humanismo, desconocen los índices de ignorancia, enfermedad mental y capacidad de daño de ciertos y concretos grupos humanos delincuenciales. No todo es transable, no todo es perdonable. No. Y menos tratándose de conducir una Estado fallido como el colombiano. Cárceles resocializadoras y rurales, delincuentes convertidos en mano de obra rural y urbana, paga y resocializada.