Se cumplen 35 años de Mi vecino Totoro, película insignia de estudio Ghibli. ¿Cuál es la magia de esta película y a qué se debe el éxito de este estudio de animación japonés?
Ana María Ferreira* y Santiago Ferreira**
Ghibli y su mascota Totoro
El estudio de animación japonés Ghibli fue fundado en 1985 por los directores Hayao Miyazaki y Isao Takahata, junto al productor Toshio Suzuki. Hoy en día es uno de los estudios de animación más importantes en el mundo. De estos tres personajes sobresale ampliamente Miyazaki, quien no es solo un director sino que su personalidad y ética han creado un aura de genio extravagante y excéntrico que ya es parte también del mito del estudio Ghibli.
Hace 35 años, en 1988, el estudio de animación lanzó su película “Mi vecino Totoro”. La película sigue la vida de dos hermanitas Satsuki y Mei, quienes tienen que mudarse al campo con su padre para estar cerca a su madre quien está enferma e internada en un hospital. Esta historia aparentemente simple se encuentra entrelazada con la magia y el mito de Totoro, un espíritu del bosque que hace crecer los árboles, que mueve el viento y que junto a muchos otros espíritus y criaturas mágicas puebla la realidad de las dos hermanitas.
Las películas de Miyazaki a pesar de parecer, a primera vista, películas fantasiosas donde personajes y tecnologías de otros mundos afectan la realidad, en el fondo son películas que hablan sobre sentimientos humanos muy reales.
Totoro no es solo el protagonista de la película que celebramos este año, sino que es también la mascota del estudio. Este enorme y silencioso personaje aparece en el logo de Ghibli y es definitivamente su personaje más reconocido.
No todas las películas de Ghibli han sido dirigidas por Miyazaki. Hay diferentes directores trabajando con el estudio e incluso su hijo, Goro Miyazaki, ha trabajado en varias. Sin embargo, ningún otro director ha logrado su éxito o su prestigio. Algunas de las películas dirigidas por Miyazaki que han sido éxitos mundiales son “Kiki: entregas a domicilio” (1989), “El viaje de Chihiro” (2001) y “Ponyo” (2008) solo por nombrar algunas de sus más famosas.
Las películas de Ghibli se caracterizan en general por tener como protagonistas a niñas valientes, tercas y al mismo tiempo muy dulces. Son personajes tocados por la fantasía y la magia, pero también con problemas muy reales como la enfermedad, la muerte y el abandono.
Las películas de Miyazaki a pesar de parecer, a primera vista, películas fantasiosas donde personajes y tecnologías de otros mundos afectan la realidad, en el fondo son películas que hablan sobre sentimientos humanos muy reales. En sus obras hay mucho amor y alegría, pero también mucha desesperanza.
La desesperanza muchas veces tiene que ver con el comportamiento egoísta de los adultos, pero también está relacionado con la belleza de la naturaleza y el efecto destructor que los humanos tenemos en ella. En una de sus películas más fuertes “La princesa Mononoke” (1997) por ejemplo hay una ciudad de hierro en guerra con los dioses del bosque que crea desbalances, dolor, enfermedad y muerte tanto entre los humanos como los dioses y el mismo bosque.
La idea de que los hombres y las mujeres estamos destruyendo e hiriendo la naturaleza, no es presentada sin embargo de manera panfletaria o simplificada. De hecho los personajes y la trama de las películas son complejos y muestran no solo héroes unidimensionales o estereotípicos –como a los que nos tienen acostumbrados las películas de Hollywood– sino que son muy reales, al mismo tiempo nobles y valientes, pero también con sentimientos controversiales e incluso egoístas o mezquinos.

Una alternativa a Disney
Una parte del éxito de las películas del estudio Ghibli tiene que ver también con la saturación del mercado de animación con las películas de Disney, que fueron por muchos años las únicas que se consumían masivamente en occidente. El ratón Mickey y la larga lista de hermosas princesas, un tanto sosas, esperando a ser rescatadas por un príncipe guapo y fuerte, no dejaban mucho espacio para otros proyectos de animación que se estaban creando en lugares como Japón.
El internet y la posibilidad de acceder a estes películas sin tener que esperar a sus lanzamientos en las salas de cine, ha permitido a los espectadores buscar y encontrar otras formas animadas de narrar historias en la pantalla grande.
Estas películas en particular son tan llamativas, porque de manera fundamental son distintas a las que estábamos acostumbrados. Por una parte, los dibujos presentan un estilo diferente y por otro, la animación se hace con bases completamente distintas. La animación en occidente sigue los 12 principios de la animación que fueron inventadas por los “ancianos de Disney” mientras que la animación japonesa no se rige bajo esto principios. Además, usualmente los dibujos animados norteamericanos están asociados con un público más bien infantil mientras que las de Ghibli no necesariamente se enfocan exclusivamente en este público.
Por todo esto y más, las películas del estudio tratan temas tan complejos y de hecho en varias ocasiones las obras de Ghibli muestran una alergia a la occidentalización en Japón y debido a su amplia distribución hoy en día han logrado casi el efecto opuesto, el de la japonización del mundo. Muchos espectadores de películas animadas se cansaron con razón de los finales felices, casi siempre demasiado sencillos y predecibles y probablemente también de los estereotipos de género en el que las bellas princesas no tienen agencia, ni voz. Las niñas protagonistas de los filmes de Miyazaki están casi siempre vestidas con camiseta, pantaloneta y tenis, y siempre son su propia valentía y perseverancia las que las sacan de sus problemas.
Al mismo tiempo, no deja de ser fascinante el éxito que el estudio Ghibli ha tenido en occidente. Japón produce una gran cantidad de anime (anime simplemente significa, el estilo tradicional de animación japonesa), pero no muchos se popularizaban por fuera de sus fronteras, de hecho los fans de este género por mucho tiempo fueron estigmatizados por tener un gusto poco convencional.
El anime, sin embargo, no es una forma de animación desconocida en Colombia, de hecho famosos programas japoneses son inmensamente populares en nuestro país. Incluso personas que no saben o no les gusta el anime han visto o escuchado de series como «Dragon Ball», «Caballeros del zodiaco», «Sailor Moon», «José Miel» o «Super campeones» entre muchos otros que también han sido bastante populares.
Interesantemente la razón de que hayamos consumido estos programas tiene que ver con que las licencias de traducción y distribución en América Latina eran mucho más baratas que las de los estudios norteamericanos, por lo que fue una manera rentable para tener contenido en los canales nacionales. Esta conexión y está familiaridad de los consumidores de televisión colombianos con la estética del anime, probablemente dejó a muchos televidentes listos para entender y apreciar otras formas de contar historias, como las que proponen directores como Miyazaki.
El fenómeno artístico y comercial de las películas de Ghibli es muy interesante. Disney reconoció la calidad de un filme como «El viaje de Chihiro» y está fue finalmente distribuida en occidente por el propio Disney. Esta película se ganó el Oscar a la mejor película animada en el 2003 y no deja de ser paradójico que parte de su trama sea una fuerte crítica al consumo desmesurado propio de las sociedades occidentales.
Totoro parece un muñeco de peluche enorme, pero su ternura no ofrece solo una forma de entretenimiento, es también una profunda reflexión sobre el mundo en el que vivimos y la forma como interactuamos con la naturaleza.
La enorme popularidad de las películas del estudio Ghibli, de su director estrella Hayao Miyazaki y de un personaje tan especial como Totoro, son un fenómeno interesante de analizar y evidencian la importancia de abrir las puertas a diferentes formas de expresión artística y cultural.
Reflexión sobre el mundo
Totoro parece un muñeco de peluche enorme, pero su ternura no ofrece solo una forma de entretenimiento, es también una profunda reflexión sobre el mundo en el que vivimos y la forma como interactuamos con la naturaleza. Es también una revisión a nuestras ideas sobre los héroes y superhéroes y a los valores que le asignamos a la fuerza, a la destrucción y a la violencia.
En una escena de «Mi vecino Totoro», las hermanitas Satsuki y Mei siembran en el patio varías semillas, y esa noche Totoro y un par de otros espíritus visitan el patio y junto a las niñas bailan y hacen música para hacer brotar las semillas.
Al otro día cuando las niñas se levantan y corren a ver los árboles enormes que hicieron crecer con sus bailes nocturnos, solo encuentran unos brotes diminutos que salen tímidos de la tierra, pero esas plantas pequeñas tienen en sus hojitas la posibilidad de convertirse en árboles gigantes. Las niñas gritan de alegría ante la humilde magia de la naturaleza, esa que nos rodea todos los días.
Las películas de Miyazaki hacen eso: señalan los pequeños milagros, lo extraordinario de lo cotidiano y nos recuerda de lo complejos que son las personas y el mundo que nos rodea.