La tierra ha sido botín de guerra y fuente de capital social, pero también de poder político cuando una élite emergente logra que la élite tradicional dependa de ella. Esto explica la expansión paramilitar en el sur de Córdoba. Una hipótesis alternativa.
Kyle Johnson*
Una mirada alternativa sobre la tierra
Existen varias estimaciones sobre la cantidad de tierra despojada en el marco del conflicto armado: van desde 1,2 millones hasta 10 millones de hectáreas [1], según el VI Informe a la Corte Constitucional de la Comisión de Seguimiento a la Política Pública sobre Desplazamiento Forzado. La mayor parte de esta extensión fue acumulada ilegalmente por paramilitares mediante el robo de tierras, su venta forzada, el desplazamiento y el despojo.
La literatura especializada ha enfocado este fenómeno desde dos perspectivas:
• se argumenta que la tierra ha sido un botín de guerra, un premio para los comandantes con suficiente poder.
• muy relacionada, aunque diferente, es la segunda línea: la tierra como instrumento para producir riqueza.
En este texto propongo una tercera forma de entender el papel de la tierra en el conflicto colombiano: la tierra ha servido sobre todo para aumentar el poder político de los paramilitares y los neo–paramilitares [2].
![]() Graffiti en zona de influencia de las AUC. Foto: Cameron Alexander |
Capital social + dependencia = control y cooperación
Para desarrollar este argumento es necesario definir primero qué es poder político y por qué es importante para los actores armados.
Michael Mann [3] sostiene que el poder político es “la regulación centralizada y territorial de la vida social”. Aunque Mann cree que solo el Estado puede lograr ese poder “centralizado y territorial”, aquí adoptaré la hipótesis de que un grupo armado ilegal también puede obtener algún grado de control en el plano local.
Ese control es una auténtica necesidad para los grupos armados ilegales que requieran algún apoyo de la población civil. Mientras la violencia es suficiente para que la mayoría de los civiles no denuncien a la organización [4], los ejércitos ilegales necesitan de un pequeño grupo de personas que los apoye directamente [5].
La sola violencia no es suficiente para obtener el apoyo y la colaboración este grupo pequeño, pues la coerción tiende a hacer que las personas se alejen de un actor, en vez de unirse a él [6].
Por esta razón los grupos armados deben recurrir a otros mecanismos para convencer a este grupo de personas, tres de los cuales son los siguientes:
1. El concepto de capital social resulta útil para entender cómo los primeros paramilitares acumularon tanto poder político en lugares como Córdoba y Urabá. Lin [7] propone una teoría sobre el capital social – recursos valorados que hacen parte de la estructura social – donde supone que las acciones de las personas tienen como propósito mantener por lo menos su nivel de capital social; en otros escenarios, tienen el fin de aumentarlo.
• En el primer caso, normalmente los actores buscan a otros que estén en una posición semejante en la jerarquía de capital social.
• En el segundo caso, deben acceder a personas que ya tienen más capital social y están ubicadas en un lugar más elevado dentro de la estructura social.
En ese sentido, para mantener su capital social – o adquirir más – un actor depende de otro.
2. La idea de dependencia como fuente de poder social argumenta que un actor A tiene poder sobre otro actor B, cuando B es consciente de que depende de A para lograr alguna meta [8].
Las relaciones de dependencia entre ciertos sectores de la población y el actor armado son la causa de que éste tenga poder político, pues dichas relaciones se traducen en que cuando menos parte de la población tenga interés en que el actor armado permanezca en su territorio.
3. De esa forma se crea una situación de control y cooperación entre el actor armado y la sociedad local. Para quienes no tengan un interés directo en la presencia del actor armado, la violencia puede minimizar esa falta de interés [9].
Los paramilitares se salieron de control
Ahora bien, ¿cuál ha sido el papel de la tierra en estos procesos?
Utilizando el caso del sur de Córdoba — una zona donde los paramilitares consiguieron mucho poder político — es posible explicar cómo estos mecanismos interrelacionados llevaron a ese aumento del poder político.
Comienzo por un asunto obvio: en Colombia, la tierra es un recurso altamente valorado. El propio conflicto armado gira en torno del acceso a la tierra: sus raíces, sus fuentes de reproducción, su continuidad… hasta su terminación negociada. El origen y la evolución de las FARC, la colonización de los baldíos, los cultivos de coca, el desplazamiento: todo tiene algo que ver con la tierra.
No he encontrado una forma más precisa de expresar este hecho que las palabras de Alejandro Reyes: “El control de la tierra ha sido la fuente de acumulación de riqueza y poder de más larga duración en la historia colombiana” [10].
A medida que Fidel Castaño y otros narcotraficantes en Córdoba fueron acumulando tierras, se fueron convirtiendo en una élite emergente. Por lo tanto se ubicaron en la parte alta de la estructura social local. Pero eso es solo parte de la historia.
La percepción compartida sobre la amenaza que les planteaba la guerrilla a los dueños de la tierra, hizo que los ganaderos tradicionales buscaran protección de los emergentes [11]. La idea de la “autodefensa” había sido aceptada por la élite tradicional, dada su extrema polarización y ante el “éxito” del modelo en el Magdalena Medio.
Fidel Castaño decidió aprovechar la situación [12]. El era parte de la élite emergente gracias a sus inversiones en tierra, ganadería e infraestructura para traficar drogas. Realmente había logrado acumular mucho capital social.
Según Mauricio Romero, en el departamento de Córdoba la “solidaridad y colaboración entre esas élites emergentes y establecidas, las cuales coincidieron en la recuperación del orden rural perturbado, consolidó una red de cooperación y una identidad política…” énfasis añadido) [13].
Se crearon lazos de solidaridad entre la élite emergente narcotraficante y la establecida, que buscaba mantener su capital social y acabó cooperando con los paramilitares de los hermanos Castaño. En este caso, uno de los principales grupos pequeños que apoyaba directamente al grupo armado ilegal estuvo conformado por la élite tradicional local.
La solidaridad con la Casa Castaño provino de su capital social, que fue la base para obtener cierto poder político local, incluso sobre la propia élite tradicional, que pasó a depender esencialmente de los paramilitares para mantener su posición.
Este hecho es clave: tal cooperación no se produjo entre iguales. Ahora, los paramilitares tenían un cierto control social sobre la élite tradicional. Para ilustrar este hecho, resultan útiles los ejemplos de influencia y hasta de indicación en el juego político legal.
El alcalde de Tierralta — donde Salvatore Mancuso compró grandes extensiones — fue designado por este líder paramilitar. Con el Pacto de Granada, el alcalde fue indicado para las sucesivas elecciones de 2001, 2004 y 2007. Es más: tras la desmovilización de Mancuso — cuando en teoría no podría utilizar el clientelismo armado — el acuerdo siguió cumpliéndose a la perfección.
En 2001, Mancuso ya dirigía el Bloque Catatumbo, pero logró conservar su control sobre la política y sobre la élite del sur de Córdoba, en parte porque ésta lo buscó para conservar su propio capital social. En otras palabras, el costo de depender del líder paramilitar fue ceder parte del poder político legal local.
No solo fuente de poder económico
Los argumentos sobre el papel de la tierra en el conflicto armado colombiano generalmente se enfocan en lo económico: se utiliza para generar ingresos y es un botín de guerra. Aquí he intentado explorar otra vía: propongo que la tierra – acumulada ilegalmente por grupos paramilitares – también sirve para conseguir poder político, necesario para la supervivencia de los grupos armados ilegales, pues este poder les garantiza que un grupo pequeño de personas los apoye directamente: la élite tradicional local. Para los demás — los que no apoyan directamente al grupo armado y podrían ceder a la tentación de denunciarlo — sencillamente se utiliza toda la gama de violencia.
Este proceso se estaría repitiendo en esta misma zona hoy en día, pues algunas élites terratenientes y narcotraficantes locales en Córdoba se han aliado con los Urabeños, quienes a su turno atacan a los reclamantes de tierra en la zona [14]. Otra vez una élite que está buscando mantener su capital social sirve de base para un grupo armado en al área mediante una relación de dependencia.
Esta hipótesis deberá ser validada más a fondo.
Para las zonas de colonización probablemente se requiera un enfoque distinto, aunque posiblemente los procesos para acumular capital social y obtener poder político guarden algunas similitudes.
* Politólogo de la University of Connecticut, magister en Ciencia Política de la Universidad de los Andes. Las opiniones son responsabilidad exclusiva del autor.
[1] Comisión de Seguimiento a la Política Pública sobre Desplazamiento Forzado: “VI Informe a la Corte Constitucional”. 2008.
[2] El artículo no pretende explorar todas las vías de obtención de poder por parte de los grupos armados, sino solo pensar en la tierra como una de esas vías: un mecanismo mediante el cual éstos obtenían poder político.
[3] Mann, Michael.. “The sources of social power revisited: a response to criticism”. En “An Anatomy of Power: The Social Theory of Michael Mann”. John A Hall y Ralph. 2005
[4] Kalyvas, Stathis N.: “The Logic of Violence in Civil War”. New York, NY: Cambridge University Press. 2006
[5] Leites, Nathan Constantin y Charles Wolf: “Rebellion and Authority: An Analytic Essay on Insurgent Conflicts”. Santa Monica, CA. RAND Corporation. 1970.
[6] French, John R.P. Jr. y Raven, Bertram. 1959. “The Bases of Social Power.” En Studies in Social Power, Dorwin P. Cartwright (Ed.). University of Michigan: Ann Arbor, 150 – 167.
[7] Lin, Nan: “Social Capital”. Cambridge University Press: New York. 2001
[8] López y López, Fabiola: “Social Power and Norms: Impact on Agent Behavior”. Disertación presentada para el título de Ph.D en la University of Southampton. 2003.
[9] Johnson, Kyle: “Resurgir de la ceniza: Un análisis preliminar del surgimiento y la consolidación de los grupos neo-paramilitares en Colombia”. Tesis para obtener el título de Magister en Ciencia Política. Universidad de los Andes. 2012.
[10] Reyes Posada, Alejandro: “Guerreros y Campesinos, El Despojo de la Tierra en Colombia”. Editorial Norma: Bogotá. 2009.
[11] Romero, Mauricio: “Paramilitares y Autodefensas 1982-2003”. Planeta & Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales: Bogotá. Schroeder (Eds.), Cambridge University Press: Nueva York. 2003. Páginas 139 – 140.
[12] Idem. Página 140.
[13] Idem. Página 124.
[14] Véase por ejemplo, Ávila, Ariel. 15 de Julio, 2012. “La guerra contra la restitución”. Verdad Abierta. 24 de Abril, 2013. “Urabeños’ amenazan a reclamante de tierras de Urabá”. También información proveniente de la zona.