
El Ministerio de Defensa pretende calificar algunas publicaciones en contra de las fuerzas públicas tildándolas de “terrorismo digital”. Este artículo analiza el papel de las redes sociales durante el paro.
Pilar Sáenz*
“Colombia es mi verdad”
Este 6 de mayo el ministro de Defensa Diego Molano lanzó la campaña “Colombia es mi verdad”.
El video de la campaña empieza con imágenes de publicaciones en redes sociales que involucran a las fuerzas públicas durante las protestas con un sello de “falso” en rojo. Mientras pasan las imágenes, una voz dice: “Nos intentan bloquear, pero nosotros seguimos de pie protegiendo a los colombianos. Información como esta es terrorismo digital y es falsa”.
De este video resalto, primero el afán de asociar la verdad con la propaganda sobre las actuaciones de las fuerzas públicas. Segundo, el término “terrorismo digital” que parece designar acciones amplias en redes sociales que se tildan de noticias falsas. Tercero, que reviven la idea de “ciberpatrullaje” dónde activamente el ejército y la policía “buscan” noticias falsas en redes sociales y las desmienten.
Es preocupante que en el video el ministro y los generales se apropien del término “la verdad” como si hubiera apenas una y le perteneciera a la fuerza pública y que además desconozcan las denuncias de abusos cometidos por la policía y el ESMAD.
Su llamado a creer en la institución y en su papel de proteger a los colombianos se siente forzado. Como si en los últimos días no hubiéramos visto las masacres de jóvenes indefensos.
En decenas de videos se oyen disparos y se ve a las autoridades, a veces sin identificación, y a civiles armados y a su paso personas muertas y heridas en varias ciudades. Eso sin contar las denuncias de abusos y violencia sexuales de más de una decena de mujeres.
Las denuncias
La verdad del ministro Molano contrasta con el comunicado de prensa de la ONG Temblores según la cual en 10 días de protestas, han documentado y registrado:
- 39 homicidios;
- 278 hechos de violencia física; y
- 12 hechos de violencia sexual cometidos por miembros de la fuerza pública.
El Ministerio de Defensa está llegando al absurdo, pues llama terrorismo digital a los cientos de acciones descoordinadas que espontáneamente son llevadas a cabo por cientos de personas que comparten videos en internet y que han expresado una y otra vez que sienten rabia, impotencia y dolor.
Los que están detrás de un teclado expresan su descontento de maneras diferentes. Durante las protestas en los espacios físicos hay todo tipo de manifestaciones pacíficas que pasan por la toma de las calles, las arengas, la música, el baile, los grafitis y los cacerolazos.
El llamado de los generales y el ministro a creer en la institución y en su papel de proteger a los colombianos se siente forzado.
En el mundo digital estas expresiones se dan a conocer, y la protesta pacífica en redes se vuelca a viralizar los videos sobre lo que está pasando, las denuncias de los abusos y el uso de hashtags para llamar la atención sobre ciertos temas.
Los algoritmos en redes sociales premian los contenidos que llaman la atención, atraen interacciones y mantienen abierta la conversación.
Las protestas físicas y digitales son una forma de expresión política, y en la medida en la que vemos cómo la situación del país se deteriora se recurre a las protestas para pedir un cambio.
Estamos lejos de que en las redes se esté formando un clima de terror e inseguridad que intimide al gobierno o las fuerzas públicas. Sin embargo, que las fuerzas públicas llamen terrorismo digital a las manifestaciones de descontento en redes da desconfianza y trae una sensación de inseguridad. ¿En verdad serán vigiladas todas nuestras acciones en redes por las autoridades? ¿Es esto el ciberpatrullaje?
Las redes en las protestas
Las redes sociales han jugado un papel importante durante las protestas. Debido a que son un espacio público para informar e informarnos, los organismos internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) reclaman a los Estados su protección.
Los medios digitales de comunicación y específicamente las redes sociales son de gran importancia porque los medios masivos evitan hablar de algunos temas y porque para los medios es imposible estar en todas partes y capturar lo que pasa a toda hora.
Los algoritmos en redes sociales premian los contenidos que llaman la atención, atraen interacciones y mantienen abierta la conversación.
La ciudadanía es quien cubre las protestas por medio de los omnipresentes celulares. Además, se ha transmitido en tiempo real aprovechando la conectividad que existe en las ciudades. Esto es algo novedoso en este país donde las protestas prolongadas ocurrían más en zonas rurales donde la brecha de conectividad sigue siendo abismal.
La protesta ahora se ve a través de los “en vivo” de Instagram, se analiza trino a trino en Twitter, se organiza en publicaciones de Facebook y es creativa en TikTok. Por eso causan revuelo las denuncias sobre bloqueos de contenidos, la cancelación o inhabilitación de perfiles o la pérdida de conexión.
Son pocas las declaraciones oficiales sobre las censuras que han afectado las protestas durante el paro nacional. Instagram dijo que hubo fallas técnicas que llevaron a la desaparición masiva de historias en esta red social que afectaron particularmente a las publicaciones asociadas con la protesta en Colombia.
Por su parte, el MinTIC, la CRC y Movistar descartaron los problemas de conectividad en Cali como una estrategia contra las manifestaciones. Aunque estas declaraciones ayudan a tener algo de información sobre lo sucedido, no acaban de despejar todas las dudas que expresa la ciudadanía en las redes.
Necesitamos más transparencia por parte de autoridades y plataformas sobre las solicitudes de eliminación de contenidos, la aplicación de las reglas de comunidad, la discriminación de tendencias políticas creadas por los algoritmos y las afectaciones a la infraestructura de comunicaciones.

Las kpopers
Si dejamos que gane la narrativa del terror que ve enemigos en aquel que levante la voz y piense diferente estamos ante la llegada de una post verdad en la que un grupo de fanáticos y fanáticas de la música pop coreana se convierten a los ojos de las autoridades en terroristas.
El fenómeno de las kpopers no es nuevo y sus acciones políticas tampoco. Su creatividad consiste en usar las mismas reglas de las plataformas para denunciar tendencias que consideran perversas.
Las kpopers inundan con hashtags videos de sus bandas y cantantes favoritos para volverlos tendencia mientras se vuelven insignificantes, para el algoritmo y el público, los mensajes originales de lo que inicialmente intentaban ser tendencia. Así en este caso, sepultados entre cientos de videos de cantantes pop, desaparecen los mensajes que estigmatizan la protesta.
El comunicado del Ministerio de Defensa que acompaña al video critica que numerales en redes sociales «que eran propuestos para dialogar” de manera transparente fueron «atacados» por la “manipulación” y «ridiculización” de grupos de pop coreanos.
Es paradójico que uno de los enemigos para las autoridades sean las kpopers que usan el entretenimiento como una acción política y no la política como entretenimiento; mientras que el presidente opta por comunicarse de forma unilateral a través de un programa de televisión que parece más entretenimiento que un medio de información para la prevención del contagio y la divulgación de acciones encaminadas a proteger a los más vulnerables del país.
Que las acciones de las kpopers se consideren como terrorismo digital es ridículo. Pero dado que el término ya surgió, recordemos que Colombia ya había vivido experiencias que sí pueden llamarse terrorismo digital.
No olvidemos las noches de pánico por cuenta del rumor de “se están metiendo en el conjunto del lado” que sufrimos en noviembre de 2019 y cómo esas investigaciones quedaron en nada.
Si el terrorismo es crear un clima de terror e inseguridad susceptible de intimidar a los adversarios o a la población en general, ese sería el mejor ejemplo de terrorismo digital y no la acción creativa de las kpopers.