
Marchando con banderas y lágrimas, los uruguayos nos despedimos del presidente que hizo posible la llegada de la izquierda al poder.
María José Álvarez Rivadulla*
Tabaré Vázquez
El pasado 6 de diciembre murió Tabaré Vázquez, expresidente de Uruguay. Cuando en el extranjero descubren mi nacionalidad inmediatamente mencionan a un futbolista, probablemente a Suárez, Muslera o Cavani, pero también hablan del Pepe Mujica. Hace poco, Mujica dejó un mensaje a los estudiantes en los grados de la Universidad de los Andes, donde trabajo. Al comienzo pensé que era un hacker, pero me equivoqué. Era él, mi expresidente. Hoy Mujica es una estrella de rock cuya historia de exguerrillero, preso y torturado político durante la dictadura, así como su posterior entrada a la política, presidencia y filosofía popular lo catapultaron a la fama internacional. Pero pocas personas fuera de Uruguay saben que el Pepe no habría llegado a la presidencia de no ser por Tabaré Vázquez.
Escribo como ciudadana en tránsito con el corazón partido entre Colombia y Uruguay. Como una extranjera que como decía Simmel está lejos y cerca al mismo tiempo y por eso puede (o espera) traducir, analizar e iluminar una realidad. Como una militante del Frente Amplio que, como muchas, despidió a Tabaré en medio de un mar de coches con banderas uruguayas y del partido, con tapabocas, el puño en alto, mensajes a mano y algunas flores.
Para un país que marcha mucho es muy raro no poder hacerlo, abrazarse y estar con los amigos en un evento histórico como lo es la muerte de un gran líder. Sin embargo, el domingo pasado, acompañamos a Tabaré hasta el cementerio de La Teja, el barrio que nunca olvidó, un barrio popular como sus orígenes. Aunque la marcha fue extraña debido a la pandemia, la emoción estuvo allí.

Había gente en cada esquina saludando al cortejo, con los ojos llorosos por encima del tapabocas, con miradas que pretendían otros ojos, con bocinas que decían eso que no podía decirse con palabras.
Pasé por la puerta de la casa donde vivió Tabaré y me bajé del auto. Allí vi ese altar espontáneo que la gente armó: “Gracias Tabaré”, “Gracias por las ceibalitas”, “Gracias por ese apretón de manos”, flores, mensajes, fotos, banderas y más flores.
Parecía que las flores de los jacarandás de esa hermosa calle del barrio del Prado se hubieran desprendido para la ocasión y formaron una alfombra violeta sobre los adoquines grises. Con la cabeza gacha, sentíamos que reunidos allí estábamos más cerca.
Lea en Razón Pública: ¿Por qué fracasa la izquierda en América Latina?
Político popular
Tabaré Vázquez representa la historia de movilidad ascendente del país que los uruguayos queremos tener, pero que según los datos es parte del pasado. Vázquez fue hijo de un obrero, tuvo una educación pública y comenzó a trabajar a temprana edad. Entró tarde a la universidad pública para estudiar medicina y oncología, pero se convirtió en un médico próspero.
Fue un militante barrial de izquierda, amante del cuadro de fútbol de su barrio, Progreso, club relativamente menor que dirigió por un tiempo cuando ganó el campeonato uruguayo. Y es que Tabaré logró hasta eso.
Además, llevó al Frente Amplio a su primer cargo ejecutivo en 1989 cuando ganó la intendencia (alcaldía) de Montevideo. También en 2004 ganó la presidencia con el Frente Amplio y rompió con el bipartidismo que impero durante dos siglos en el Ejecutivo.
Cabe aclarar que el Frente Amplio es una coalición compleja y variopinta de movimientos y partidos desde el centro hacia la izquierda. Es un esfuerzo paciente de creación colectiva y trabajo duro de articulación que comenzó en los años 70, antes de la dictadura, sobrevivió la represión y se desarrolló cuando regresó la democracia en 1984.
El Frente Amplio es un partido programático. De hecho, Tabaré no era el candidato obvio. Pero el partido, encabezado por el general Liber Seregni en ese momento, decidió que Tabaré se convertiría en su candidato al gobierno local.
Su estilo era llano, cordial, sencillo, de profesor o doctor que cuenta noticias difíciles pero que se responsabiliza. Esto lo convirtió en un presidente popular y un líder respetado por sus adversarios, siempre en el marco de un país donde los partidos definen la política y hay poco espacio para el personalismo.
Fue presidente dos veces: del 2005 al 2010 y del 2015 al 2020. Durante esta época marcó el país. Durante su primer periodo tropieza con un país que sale de la peor crisis económica de su historia reciente. Pero siguiendo el programa del Frente Amplio, logró salir adelante al hacer énfasis en la redistribución y esta es para mí su principal contribución. Para ello propuso una reforma tributaria progresiva creando un impuesto a la renta.
La lucha contra la pobreza fue uno de sus propósitos y legados fundamentales. La pobreza monetaria bajó del 39,9 % en 2004 al 6,4 % en 2015, la negociación colectiva se puso nuevamente en marcha en Uruguay y el salario real aumentó. Además, la reforma de la salud aumentó la cobertura y fue también revolucionaria.
Por supuesto que el éxito de las commodities que la región disfrutó fue muy útil, pero hubo un enorme esfuerzo por progresar con equidad. El índice de Gini bajó de 0,46 a 0,38 entre el 2005 y el 2017, si bien el panorama mirando registros tributarios de los más ricos es más desalentador.

Por estos días la gente lo recuerda por las ‘ceibalitas’, las computadoras otorgadas como parte del revolucionario plan ‘una computadora por niño’. Pero este gasto y otras políticas sociales fueron posibles únicamente por el esfuerzo redistributivo.
También fue icónica su lucha contra el tabaco para cambiar la conducta de los ciudadanos prohibiendo fumar en sitios cerrados y peleando contra las grandes industrias como Phillip Morris y Monsanto.
Además, logró confiar en el saber técnico para desarrollar sus políticas y asesorarse sin dejar de oír a la doña del barrio.
Pero no se trata de un personaje unívoco. Tabaré fue también un palo en la rueda en la lucha por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, vetando la ley de aborto por sus convicciones y por ello muchos protestamos. También le reclamamos, como a Mujica, no reformar la educación cuyas cifras son un desastre para los más pobres desde hace mucho tiempo (y esta es otra de las realidades que poco se saben fuera de Uruguay).
El futuro del Frente Amplio
El balance está claro. La amplia convocatoria de su despedida en el cortejo y luego con gente aplaudiendo el domingo a las nueve de la noche desde sus ventanas, debido a una convocatoria del partido para evitar aglomeraciones, deja claro que se trató de un líder que extrañaremos.
El Frente Amplio tiene hoy un desafío enorme: encontrar nuevos personajes capaces de ganar la presidencia. Al ser una coalición tan diversa y no exenta de tensiones, la figura de un líder articulador es clave, siempre en el marco de un partido fundamentalmente programático.
La tarea es clara y la vara que deja Tabaré esta alta. El contexto será más difícil. Con las commodities perdiendo valor internacional, la torta para redistribuir será cada vez más pequeña. Pero hay que garantizar que más hijos de obreros de barrio popular puedan convertirse en médicos.