Suspender la fumigación con glifosato: sofismas e inconsistencias en materia de drogas - Razón Pública
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Suspender la fumigación con glifosato: sofismas e inconsistencias en materia de drogas

Escrito por Francisco Thoumi
Una de las presentaciones comerciales del glifosato.

Una de las presentaciones comerciales del glifosato.

Fancisco Thoumi Con el argumento de que pueden causar cáncer, tendría que prohibirse la marihuana, el tabaco…y también los celulares. Revisión y explicación de las falacias, incoherencias y supuestos dudosos en la decisión de suspender las fumigaciones y -en el debate que la ha rodeado-.           

Francisco E. Thoumi*

Causas versus factores de riesgo

Quienes presentan argumentos sobre la política de drogas afirman que son totalmente racionales y que se basan en la evidencia científica.  Sin embargo todas las posiciones acerca de los temas importantes para la gente – en especial aquellos que crean identidad, como decir los asuntos sexuales, de nacionalidad, étnicos, políticos y religiosos- se basan en las intuiciones forjadas por los sentimientos y experiencias de cada persona, las cuales son simplemente validadas por la razón. En efecto, la gente racionaliza las intuiciones y cree firmemente que son válidas, ¡que tiene la razón!

Es difícil elaborar una posición rigurosa sobre estos temas, porque los fenómenos sociales complejos como la producción, tráfico y consumo de drogas, no tienen causas directas como sucede en el mundo de la química y de otras ciencias “duras”,  donde rigen relaciones del tipo “Y es función de X”, de modo que si cambia X puede saberse exactamente qué pasa con Y.

Pero en el mundo social solo se tienen factores de riesgo, como la pobreza, la exclusión, la corrupción, las crisis económicas, etc., que aumentan la probabilidad de que se den determinadas  consecuencias. Por ejemplo, si afirmo que la “droga ilegal causa violencia” me enfrento con el hecho indiscutible de que la mayoría de los mercados de drogas ilegales, durante la mayor parte del tiempo y en la mayoría de lugares del mundo no son particularmente violentos. En este caso solo puedo saber que cuando surgen los mercados de drogas ilegales, aumenta la probabilidad de que exista más violencia.

La gente racionaliza las intuiciones y cree firmemente que son válidas, ¡que tiene la razón!

La diferencia entre las causas y los efectos de factores de riesgo es muy importante: cuando hay causas los resultados son predecibles e inevitables, independientemente de las decisiones individuales. Cuando se habla de factores de riesgo, el resultado depende de las decisiones de los individuos; por ejemplo, la mayoría de los colombianos ha decidido no involucrarse activamente en el narcotráfico, pero algunos sí lo han hecho (y además, posiblemente, la mayoría ha colaborado con el lavado de dinero del narcotráfico al comprar productos de contrabando).  

La ausencia de causas en los mercados de drogas ilegales impide que haya acuerdos sobre las políticas – y hacen que éstas,  en el mejor de los casos, ataquen simplemente alguno o algunos factores de riesgo-. La controversia en materia de drogas refleja esta situación, de modo que por regla general tanto quienes apoyan la prohibición como los partidarios de la “legalización” escogen la evidencia o las razones que apoyan lo que buscan “probar” o defender de antemano.

Plantación de coca.
Cultivo de plantas de marihuana.
Foto: MarihuanayMedicina

El glifosato

La suspensión de las fumigaciones con glifosato es un ejemplo claro de este modo de actuar.

La suspensión se basa en un estudio de la rama de la Organización Mundial de la Salud (OMS) dedicada a investigar sobre el cáncer, según el cual el ingrediente activo en el glifosato  “podría ser cancerígeno para los humanos”.

La OMS clasifica los agentes cancerígenos en dos categorías: una donde hay suficiente evidencia de causar cáncer en los humanos, y otra donde tal evidencia es limitada. A raíz del estudio reciente, la OMS incluyó el glifosato en la lista de substancias sobre las cuales hay evidencia limitada de que podría causar leucemia o linfoma.

Aquí importa notar que entre los agentes con evidencia suficiente se encuentran el alcohol, el tabaco, y actividades como trabajar en la industria del caucho, en la producción de coque, en tareas de pintura o con asbesto, y muchas drogas comunes en medicina, como el estrógeno usado en la terapia para la menopausia y la ciclosporina para evitar el rechazo de los trasplantes. También se incluyen algunas radiaciones y campos magnéticos, como los generados por los teléfonos celulares. Esta lista es larga y muestra simplemente que algunas actividades o usos de algunas sustancias aumentan la probabilidad de que algunas personas desarrollen cánceres.

La lista de agentes sobre los cuales hay evidencia limitada es más corta. La OMS clasifica los cánceres en 10 grupos y el glifosato aparece solamente en uno, mientras que muchas otras sustancias aparecen en varios.

Un acierto equivocado

En su reencarnación anterior, cuando era académico, el ministro de Salud argumentaba que “La única solución” era la legalización. Yo concuerdo con Gaviria sobre la futilidad de la aspersión para resolver los problemas de las sociedades rurales de Colombia, pero no porque el glifosato pueda causarles cáncer a algunas personas.

La política pública moderna debe basarse en el análisis de costos y beneficios, incluyendo las “consecuencias no buscadas”- que pueden ser benéficas o perjudiciales-. La fumigación debe ser evaluada en estos mismos términos. Desde mi perspectiva y desde la de investigadores como Alejandro Gaviria, Daniel Mejía y Pascual Restrepo, por ejemplo, el balance es negativo y convendría eliminar la fumigación, aunque el glifosato fuera agua bendita.

Cultivo de plantas de marihuana.
Plantación de coca.
Foto: Matthew

El apoyo a la fumigación es muy fuerte entre los prohibicionistas que niegan la validez de los sistemas modernos de evaluación de costos y beneficios, y generalmente tratan las “consecuencias no buscadas” del narcotráfico como un “daño colateral” atribuible al gran mal social contra el cual se está luchando y no como algo que deba tener en cuenta quien formula esta política.

Otras veces apelan a razones alarmistas como: “sin fumigación Colombia sería un mar de coca”, ignorando que ese aumento de la oferta  disminuiría enormemente el precio del producto, lo cual reduciría el ingreso de las guerrillas, traficantes y paramilitares y facilitaría la inserción de los cultivadores en la economía legal.

Si el argumento de Gaviria (la fumigación debe acabarse porque el glifosato podría producir  cáncer en algunas personas) se acepta como criterio para decidir si una política es buena o mala, se abriría una caja de Pandora.

Por ejemplo, fumar marihuana es un comportamiento cancerígeno. Algunos estudios concluyen que es más cancerígeno que fumar tabaco, aunque  otros concluyen lo contrario. Sin embargo, no hay estudios que demuestren que no es un cancerígeno. Si esto es así quienes – basados en la evidencia científica- piden suspender la fumigación con glifosato porque produce cáncer  deberían pedir también que se prohíba la marihuana – sobre la base de una evidencia científica comparable-.

Claro que la lista de la OMS da pie a otras varias preguntas semejantes, por ejemplo: ¿debería prohibirse el uso de teléfonos celulares sin auriculares?

Convendría eliminar la fumigación, aunque el glifosato fuera agua bendita.

Reconozco que cabe replicar que el símil entre glifosato y marihuana es falso porque la gente que fuma marihuana decide hacerlo por sí misma, mientras que los campesinos no deciden que sus cultivos sean  fumigados. Por eso importa identificar los supuestos implícitos debajo de  esta crítica.

En efecto, para que ella sea válida debemos aceptar que cada ser humano se preocupe solo de las consecuencias de una conducta para sí mismo y no para otras personas. Pero entonces la adicción a las drogas sería un asunto personal, no social, de suerte que los involucrados en producirlas y traficarlas no tienen responsabilidad con la sociedad – o sea que  sus ganancias son legítimas-.

De este modo no sorprende que en Colombia -sin duda una de las sociedades más individualistas y con menos controles sociales sobre el comportamiento- pueda atacarse la fumigación porque puede causar  cáncer, pero apoyar el libre consumo de marihuana aunque produzca más cáncer que la fumigación.

Otra objeción a la analogía surge de quienes argumentan que la fumigación es una política impuesta por Estados Unidos y que debemos recuperar la soberanía nacional. Por ejemplo, el primer objetivo del conversatorio convocado por varias organizaciones indígenas (“Cultivos de uso ilícito y post acuerdo de la Habana  en territorios indígenas”) a celebrase este martes es “Examinar el contexto histórico y político de las guerras contra las drogas y la pérdida de la soberanía de Colombia.”

Pero resulta que la fumigación no fue diseñada  para limitar los derechos al uso tradicional de la coca sino para atacar la cocaína para exportación ilegal a países que -ejerciendo su soberanía- prohibían la producción, tráfico y consumo de esa droga. ¿Será que las organizaciones indígenas y quienes las apoyan consideran que el ejercicio de la soberanía colombiana permite que los colombianos exportemos cocaína ilegalmente?

Al final, el problema radica en que las argumentaciones sobre las drogas ilícitas están profundamente influenciadas por los sentimientos que reflejan la interpretación del mundo y de la sociedad que tiene cada cual, de dónde se derivan sus creencias sobre los derechos y deberes que le asisten y sobre su manera de relacionarse con las demás personas.

Los argumentos tienden entonces a ser simples pretextos para defender convicciones profundas de quienes no intentan ponerse en los zapatos de otro para entender posiciones contrarias a las propias. Por eso, el enfrentamiento entre prohibicionistas y anti-prohibicionistas convencidos de sus verdades es el mayor obstáculo para mejorar las políticas de drogas en el mundo.

 

*Cofundador de Razón Pública. Para ver el perfil del autor, haga clic en este enlace.

 

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