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Sobre la figura de la vicepresidencia

Escrito por Alberto Bejarano

Presidentes vemos, pero de vicepresidentes… no sabemos.

Alberto Bejarano*

Se mueve la baraja política por estos días en Colombia. Los candidatos presidenciales anuncian sus fórmulas vicepresidenciales. Ese fue el tema del día el 10 de marzo en El Espectador. Allí se presentaba la noticia en términos de "golpe de opinión", se hacía un oportuno repaso de algunos momentos de la historia del país, y se recordaba en especial el famoso golpe de Estado del vicepresidente Marroquín al presidente Sanclemente en plena Guerra de los Mil Días.

Quiero insistir en ese último punto. Para esos días, julio de 1900, ya la Regeneración (proyecto político bipartidista liderado por el antiguo liberal Rafael Núñez) se había dividido y el viejo partido conservador había renacido de sus cenizas para asegurar el nuevo rumbo del país: oscurantismo y represión. El conservador "tradicionista" Miguel Antonio Caro, co-autor de la Regeneración y verdadero artífice de la Constitución de 1886, había heredado las banderas de Núñez y a la muerte de éste, en 1894,  había gobernado a Colombia en su calidad de vicepresidente hasta 1898.

Ante la imposibilidad de presentarse como candidato presidencial en 1898, Caro ideó una estrategia que le permitiría manejar los hilos del poder desde la sombra; su propuesta fue presentar la fórmula Sanclemente-Marroquín, dos ancianos que a priori no tendrían cómo asumir el gobierno. Pues bien, la jugada le salió mal por punta y punta, a Caro y sobre todo a Colombia, que perdió a Panamá y vivió la peor guerra civil (declarada) de su historia.

Por supuesto la Regeneración tiene muchas cosas en común con el uribismo (algo que han recordado varios columnistas desde hace rato), pero he querido señalar sólo éste aspecto. Esta semana el columnista de El Espectador Santiago Montenegro recordaba también el nombre de Rafael Reyes, el relevo de la Regeneración, a partir de 1904. ¿Será Sergio Fajardo el Reyes de nuestro tiempo?

Eso de los vicepresidentes parece algo entre decorativo y estratégico en una campaña electoral, pero la historia ha probado que no es así.  Esta vez hay que decir que los nombres que figuran como vicepresidentes son casi todos moderados e invitan a la convergencia. Se destaca entre ellos alguien como Julio Londoño, un luchador en nuestras fronteras, quien le da altura intelectual a la política. Es uno de esos personajes en la sombra acostumbrados a hacer largos maratones sin fatigarse. Sin embargo, lo que no me queda claro es: ¿qué pensará hacer y cuál será la estrategia del Miguel Antonio Caro de nuestros días?

* Politólogo, París

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