Aunque hasta hace poco parecía que llegaba la calma a Siria, hoy el país es, de nuevo, un campo de batalla internacional. Y las consecuencias del anuncio de Trump esta semana están cambiando el tablero de la geopolítica mundial.
Massimo Di Ricco*
El acuerdo y la traición
El pasado 17 de octubre, los gobiernos de Estados Unidos y Turquía acordaron un cese al fuego de 120 horas en el norte de Siria. Turquía accedió a detener su ofensiva militar en Siria, y a permitir la salida “ordenada” de los kurdos, a cambio de lo cual el gobierno de Trump se comprometió a no imponer sanciones a Turquía.
Una semana antes, Trump había ordenado retirar las tropas del norte de Siria. Su decisión había sido duramente criticada, pues se decía que Estados Unidos le había dado el “visto bueno” al gobierno turco para atacar a los kurdos, quienes habían ayudado al gobierno estadounidense en la ofensiva contra el Estado Islámico.
El acuerdo entre Turquía y Estados Unidos confirmó el objetivo inicial de Trump: dar el visto bueno para que Turquía ingrese militarmente a Siria y establezca una zona de control directo. Así, Trump “abandonó” a las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF, por sus siglas en inglés), es decir, a los kurdos de las Unidades de Protección Popular (YPG), quienes hasta hace una semana eran aliados de Estados Unidos.
Hoy, las acciones de Trump muestran que el presidente se tomó muy en serio su lema de campaña: “primero Estados Unidos” (America first).
Del letargo a la sorpresa
Aunque la nueva jugada del presidente estadounidense parece otra de sus locuras, las condiciones para esta nueva coyuntura se habían ido cocinando, por lo menos, desde el principio de este año.
La sorpresa que producen los nuevos hechos es muestra de que el mundo se había ido a dormir pensando que la guerra en Siria ya había concluido. Casi aniquilado el peligro del Estado Islámico, muchos creían que el ambiente se iba a apaciguar.
En realidad, el presidente de Estados Unidos llevaba meses lanzando pomposas declaraciones sobre el pronto retiro de sus tropas, no solo de Siria, sino también de Afganistán e Irak. En diciembre del año pasado Trump había anunciado su intención de retirarse de Siria, lo que provocó la dimisión del secretario de defensa, Jim Mattis.
Esta no es la primera vez que Estados Unidos y los países europeos abandonan a los kurdos a su suerte.
En enero empezaron a salir las primeras tropas, y de los casi 2.000 soldados que se encontraban allí antes de febrero, quedaron poco a poco menos de un millar. Hoy, solo quedan unos centenares de tropas de los cuerpos especiales en la base militar de Al-Tanf, en el sur de Siria, cerca del confín jordano e irakí.
Por su parte, Turquía había sugerido al menos dos posibilidades:
- Al principio del año, el presidente Recep Erdogan anunció su intención de atacar a los kurdos del YPG, que siempre había considerado como una rama del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), una organización kurda que lleva décadas enfrentándose militarmente con Ankara en el sur de Turquía.
- Luego, en los últimos meses, empezó a proponer una “zona segura” en el norte de Siria, que pudiera acoger hasta tres millones de refugiados sirios procedentes de su país, de Europa y otros lugares del mundo.
Eso es importante porque muestra que la decisión de Turquía de entrar en la Siria kurda tenía una motivación de política interna: apaciguar el malestar que sienten los turcos por los refugiados sirios que residen en su país.
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Rebotes peligrosos
Turquía y Estados Unidos llevaban meses intentando encontrar un acuerdo para crear una zona de contención en el norte de Siria: ahora Trump cedió ante Erdogan sin que ese acuerdo sea claro y sin que sean claras las garantías de su cumplimiento.
Las fuerzas kurdas de Siria también sabían que el territorio conseguido en la lucha contra el Estado Islámico era difícil de controlar sin la presencia disuasiva de las tropas estadounidenses.
Por otra parte, al ser abandonados por Estados Unidos, los kurdos llegaron a un acuerdo con el gobierno de Siria y con el de Rusia, lo cual hace evidente la precariedad de su control sobre el territorio y la naturaleza de su interés principal en medio del conflicto: seguir existiendo.
Foto: Facebook: President Donald J. Trump |
Mientras tanto, los movimientos de otros actores en el conflicto sirio han pasado desapercibidos. Por ejemplo, la avanzada del ejercito ruso-sirio en la región de Idlib, en nombre de lo que el presidente sirio Bashar al-Ásad ha llamado públicamente la reconquista de “cada centímetro del país”. Se trata de una ofensiva cruenta contra una zona aún controlada por fuerzas rebeldes, con bombardeos a hospitales y masacres de civiles, que sin embargo no provocaron ninguna indignación internacional.
La entrada de Turquía en territorio controlado por los kurdos de Siria es también consecuencia de la avanzada hacia el norte del gobierno sirio apoyado por los rusos.
Como si se tratara de un plan preestablecido para la región, se repiten las traiciones históricas de siempre, se disparan los juegos geopolíticos y se reproduce el selectivo y a la vez escaso interés en la población, que sufre los bombardeos y desplazamientos continuos.
Una historia de traiciones
Esta no es la primera vez que Estados Unidos y los países europeos abandonan a los kurdos a su suerte.
La madre de las traiciones se dio al final del Imperio Otomano, con el tratado de Sevres (agosto de 1920), cuando los principales países europeos desestimaron la posibilidad contemplada anteriormente de conformar un Estado nacional kurdo.
Por eso, los kurdos quedaron divididos entre Turquía, Siria, Irán e Irak, en la mayoría de los casos relegados a la condición de ciudadanos de segunda categoría. Durante la primera guerra del Golfo (1991) Estados Unidos alentó los kurdos de Irak a sublevarse contra Saddam Hussein, para luego abandonarlos a su suerte y a la represión del dictador irakí.
A finales de los noventa, el gobierno italiano recibió con bombos y platillos a Abdullah Ocalan, líder del PKK—el partido político de los kurdos a quien Turquía considera “terrorista”— como refugiado político. Pero un par de meses después, lo abandonó y Abdullah Ocalan fue atrapado por los agentes de inteligencia turcos en Kenia.
Como se ve, la relación entre los kurdos y los países occidentales es una historia de apoyo, amor recíproco, pasión, esperanza y tristes traiciones.
El nuevo escenario geopolítico
La salida de Estados Unidos del norte de Siria reconfigura el mapa geopolítico de la región.
La primera consecuencia es el abandono declarado por parte de Estados Unidos de su papel de sheriff mundial, y su decisión de retroceder a sus confines para disparar desde su fortaleza a los demás enemigos globales, ya sean China, Irán o Venezuela. En ese “nuevo” rol, Estados Unidos usará, sobre todo, las armas del embargo y del proteccionismo económico.
Europa se transformó en una gran potencia, que es prácticamente inútil.
También es claro que Europa se transformó en una gran potencia, que es prácticamente inútil y que no tiene un verdadero peso en la región. Desde el comienzo de sus aventuras coloniales, probablemente este es el momento cuando Europa ha tenido menos proyección exterior. La impotencia europea es evidente en los comunicados de los varios gobiernos y sus seudoamenazas de cortar el negocio de armas con Turquía. Pero Europa no puede esconder “bajo la alfombra” el gran pacto que hizo con Turquía para frenar la llegada de migrantes a su continente.
A estas alturas, es casi patético que los gobiernos europeos se preocupen por un posible resurgimiento del Estado Islámico en Siria y por un escape de sus miembros de las cárceles controladas por los kurdos. En los últimos dos años, cuando las fuerzas kurdas de Siria le pidieron a Europa que juzgara a sus propios ciudadanos miembros del Estado Islámico, Europa miró para otra parte. En total, se trataba de entre 1.000 y 2.000 combatientes extranjeros, la mayoría nacidos y criados en Europa.
En la óptica del avance militar en Siria, Turquía demuestra que todavía tiene tareas pendientes en la región, después de haber dado la espalda a Europa, y el fracaso de haber apostado todo por las sublevaciones árabes y el movimiento de los hermanos musulmanes.
Por su parte, Rusia tiene un enorme poder en las manos, como nunca lo tuvo en la historia reciente. Mientras no tenga intenciones de irse de Siria, Rusia tendrá que lidiar con otra potencia regional, Irán, que tiene presencia militar en el país, y cuyos intereses a menudo no coinciden con los rusos.
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Pierden los sirios
A pesar de lo anterior, todo indica que quienes más perdieron, otra vez, fueron los sirios.
Perdieron los que están bajo el fuego del gobierno sirio y los aviones rusos, así como los que se refugiaron en la zona de control kurda en los últimos años, y que ahora enfrentan un claro peligro de persecución por varios bandos.
![]() Foto: Wikipedia |
El acuerdo entre el SDF, por un lado, y Siria y Rusia, por el otro, y el supuesto cese al fuego acordado entre Turquía y Estados Unidos muestran que el proceso de ajuste territorial anteriormente descrito no necesariamente llevará a otra guerra.
Cada vez más, parece que Siria quedará fracturada en feudos de poderes locales que, junto con potencias regionales e internacionales, entrelazarán sus fuerzas para ganar más peso en las disputas de poder interno. Poco a poco, Siria se convierte en un espejo de las pujas de poder en el plano internacional.
Ciertamente esa no es la mejor receta para lograr una estabilidad a largo plazo y para acabar con el ciclo de impunidad que dejó la violencia de los últimos ocho años.
* Ph.D. en Estudios Culturales Mediterráneos, M.A en Investigación en Comunicación y Periodismo, profesor e investigador. @riportag