El 21N puso en evidencia las grandes diferencias que existen entre los sindicatos y las nuevas ciudadanías. ¿Lograrán aliarse para luchar contra los abusos de los poderosos?
Omer Calderón*
Inconformidad social
El II Encuentro Nacional de Organizaciones Sociales que tuvo lugar en Bogotá el 30 y 31 de enero terminó dividido en dos por un incidente en la acreditación de algunas delegaciones a las cuales se les impidió participar pese a haber sido escogidas por sus bases respectivas.
Ese impase da cuenta de varios problemas de fondo y de coyuntura que dificultan la relación entre el sindicalismo y otras formas diversas de movilización social que están teniendo lugar en Colombia.
El Acuerdo de La Habana aboga por cambios económicos y sociales que permitan aumentar la capacidad productiva del país y distribuir la riqueza de forma más equitativa. Lamentablemente, estas transformaciones se truncaron por el triunfo de un presidente conservador que promueve el recorte de las garantías sociales para solventar la crisis económica en ciernes.
La ciudadanía ha manifestado su inconformidad con el actual gobierno votando por políticos de oposición y protestando en las calles. Los manifestantes han mostrado su desacuerdo con el deterioro de los ingresos de los sectores populares, el aumento de excepciones y rebajas tributarias a las grandes empresas y el aumento de la inflación. Así mismo, han reclamado su derecho a la educación, la salud y la seguridad social.
En el 21N confluyeron sindicatos, organizaciones populares, políticos y personas del común que alzaron su voz para manifestarse en contra de las medidas políticas y económicas del gobierno de Duque y exigir soluciones reales a los problemas arriba mencionados.
Tras prolongarse varias semanas, un comité nacional emitió un pliego de peticiones que contenía 104 exigencias agrupadas en trece categorías temáticas.
Mientras que las organizaciones populares se manifestaron a través de paros, mingas y marchas, el sindicalismo se encargó de emitir los pliegos de solicitudes de los empleados de empresas públicas y de representar a los trabajadores ante las empresas privadas.

Foto: Facebook CUT Bogotá
Marchas 21 de febrero
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El debilitamiento del sindicalismo
Aunque la fase neoliberal de acumulación capitalista que estamos viviendo no es favorable para ningún trabajador, la tasa de sindicalización entre la población económicamente activa es tan solo del 4,6 por ciento, es decir, una tercera parte del pico alcanzado entre 1965 y 1974 y la mitad de la sindicalización registrada en 1984.
Los índices más altos coinciden con auges de la lucha sindical, como el Paro Cívico Nacional de 1977 y del proceso de paz de 1985, y los más bajos con el período de la violencia de los años cuarenta y de extensión de la guerra interna en 2002.
Pese a su evidente debilitamiento, el sindicalismo mantiene su capacidad de negociación porque está presente en el sector público de la educación, con FECODE que agrupa cerca de la mitad de los afiliados a la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), la mayor organización sindical que reconoce el Ministerio de Trabajo. Además, cuenta con la Unión Sindical Obrera de la Industria de Petróleo (USO) y la organización gremial del sector manufacturero que quedó después de la apertura económica de la década de los noventas.
La tasa de sindicalización entre la población económicamente activa es tan solo del 4,6 por ciento
La pérdida de fuerza del sindicalismo se debe a la destrucción del aparato productivo y a las medidas regresivas en materia laboral que han traído consigo los desarrollos recientes del capitalismo. Los ajustes económicos realizados desde finales del siglo pasado provocaron la quiebra de la producción agrícola y la desindustrialización del país, dándole prioridad al sector de servicios, la explotación minera y la ganadería extensiva. Todos estos sectores presentan altos niveles de informalidad laboral e índices bajos de agremiación sindical.
Las políticas de flexibilización laboral promovida por las leyes 50 de 1990 y 789 de 2002 propiciaron la desestructuración del ámbito laboral y, con ello, opacaron la organización gremial de los trabajadores. Así mismo, la ofensiva sistemática contra las organizaciones sindicales durante décadas ha acabado con la vida de muchos de sus miembros.
Sin embargo, el descontento social ha logrado manifestarse en otras formas de organización popular y en el aumento de votantes que optan por partidos que distan radicalmente del Centro Democrático.
Desacuerdos ideológicos y tácticos
El sindicalismo débil, pero con capacidad de negociación que predomina en nuestros días ha dado pie a desencuentros identitarios, programáticos y tácticos en las movilizaciones sociales: mientras que el sindicalismo hace énfasis en la defensa de los derechos conquistados, los movimientos sociales llaman la atención sobre asuntos estructurales que deben ser transformados.
El sindicalismo débil, pero con capacidad de negociación que predomina en nuestros días ha dado pie a desencuentros identitarios
Por consiguiente, los sindicatos se enfocan en lograr acuerdos parciales mientras que los segundos exigen cambios de fondo. Unos defienden la importancia del “buen comportamiento” y los otros, el derecho a la protesta.
Por todo esto, el sindicalismo se rehúsa a reconocer a las nuevas ciudadanías y sus demandas. Si logra asumir su vocería, lo más probable es que logre atenuantes a la reforma laboral y pensional, pero deje de lado los reclamos culturales, ambientales y de género que caracterizan a las nuevas ciudadanías.

Foto: Twitter Unión Sindical Obrera
Celebración aniversario de la USO.
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La situación es sumamente compleja porque la pugna electoral de cara al 2022 ofrece dos alternativas: una que pretende transformar aspectos estructurales y otra que aboga por construir sobre lo construido.
En definitiva, el movimiento sindical debe superar sus divisiones internas para articular sus exigencias a las de sectores como los indígenas, campesinos y estudiantes que denuncian otras contradicciones del capitalismo tan importantes como las que existen en el plano laboral.
*Doctor en Educación, profesor asociado de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, director del grupo de investigación Formación de Educadores, categoría A1 de Colciencias.