El virus amenaza con acentuar la informalidad, precariedad y falta de recursos que caracterizan al arte y la cultura en Colombia.
Marla Castellanos*
Un sector golpeado
Las alarmas se prendieron el pasado 11 de marzo cuando el veedor Guillermo Rivera solicitó cancelar los eventos de más de quinientas personas para prevenir la propagación del COVID-19. Rápidamente, los realizadores de eventos masivos y los gestores culturales nos dimos cuenta de que la crisis era inminente y nosotros no estábamos preparados.
El 12 de marzo el gobierno lanzó un comunicado de respaldo a la solicitud de Rivera y de inmediato se anunció la cancelación o aplazamiento de grandes eventos y festivales, y el cierre de museos, bibliotecas y salas de cine, lo cual dejó sin empleo a miles de artistas, gestores culturales, técnicos, productores, difusores y freelancers.
Esta situación suscita las siguientes preguntas: ¿Por qué, pese a proporcionar tantos empleos, el sector de las artes y la gestión cultural no está lo suficientemente preparado enfrentar esta emergencia? ¿Qué medidas ha tomado el gobierno para ayudar a este sector? ¿Qué medidas se han tomado dentro del sector en cuestión?
Importante y vulnerable
De acuerdo con el DANE, en 2019 el sector de la Cultura y la Economía Naranja contaba con un total de 539.933 empleados repartidos en tres grandes áreas: Artes y patrimonio (255.144 empleos), Industrias culturales (72.014 empleos) y Creaciones funcionales (212.775 empleos). Indudablemente, las áreas de Artes y Patrimonio e Industrias Culturales son las que más sufrirán por el cierre de la infraestructura cultural y la cancelación o aplazamiento de los eventos.
Antes de la aparición del virus, la cultura ya enfrentaba una situación sumamente difícil
Es importante aclarar que el COVID-19 puso en jaque al sector cultural, pero no provocó su crisis. Antes de la aparición del virus, la cultura ya enfrentaba una situación sumamente difícil por numerosas razones: la mala gestión del Ministerio de Cultura, el poco presupuesto que se le destina desde hace años y los pocos funcionarios, infraestructura y estímulos con los que cuenta. Todo esto ha hecho que el sector se caracterice por la precariedad e informalidad laboral.
Dos mundos distintos
Pero una cosa son las grandes industrias que tienen fondos privados y realizan eventos con aforos superiores a las 5.000 personas, y otra los centros culturales locales que sobreviven gracias a la financiación pública y hacen eventos que no superan las cincuenta personas. La brecha entre los dos es evidente.
Lo mismo ocurre entre los artistas: una cosa es hablar de músicos, actores, dramaturgos, comediantes, circenses, pintores y escritores formalizados que cuentan con un público amplio y demanda laboral, y otra de aquellos que viven de la autogestión. Esta brecha se manifiesta claramente en la situación que ha provocado el COVID-19 pues, aunque todos se han visto afectados, el primer grupo puede enfrentar la crisis con seguridad social.

Foto: Alcaldía de Bogotá
Muchos conciertos y festivales debieron ser cancelados a causa del COVID-19
Primeras reacciones
En su último comunicado, la Asociación Colombiana de Actores demostró ser consciente de esta situación al solicitar bonos económicos y expresar su solidaridad con los colegas de la tercera edad que no cuentan con una pensión pese a haberles entregado su vida a las tablas o a las cámaras.
Ante la emergencia, muchas personas cercanas a la cultura y la gestión de las artes se han organizado para recopilar información que no tiene el gobierno, darle visibilidad a la terrible situación que experimenta el sector y buscar soluciones pertinentes.
Aunque el consumo de productos audiovisuales aumenta con la pandemia, las plataformas que se verán más beneficiadas (como Netflix, HBO y Amazon Prime) no son colombianas.
El 13 de marzo apareció el hashtag #eventosencrisis promoviendo la reunión del sector de la industria del entretenimiento que se organizó en menos de ocho horas con el fin de adelantar una ruta de trabajo para censar y proponer soluciones al gobierno nacional mediante el nombramiento de delegados regionales por sector. Esta reunión dio como resultado varios comunicados incluyendo el de la Industria de Producción de Eventos y Espectáculos (IPEE).
Posteriormente, el IPEE solicitó diligenciar una encuesta que arrojó un total de 21.775 empleos en la industria, de los cuales el 53,01 por ciento son indirectos y el 46,9 por ciento son directos. Esto representa una carga parafiscal de aproximadamente $6.447.892.929. La emergencia actual podría significar una pérdida total de $253.676.057.701.
Cines, bibliotecas y museos
El 14 de marzo Cine Colombia anunció el cierre de todas sus salas y en los días siguientes Royal Films y las salas públicas e independientes hicieron lo mismo. Así mismo, el FICCI, uno de los festivales de cine más importantes del país, fue cancelado. El sector audiovisual es uno de los más fuertes de la industria cultural y uno de los pocos que cuenta con una legislación propia. En 2018, generó un valor agregado de $3.894.389 millones, es decir, el 65,5 % del aporte de las Industrias Culturales. Estas cifras corresponden a la exhibición de películas y a la producción audiovisual.
En su último comunicado, la Asociación Colombiana de Productores de Cine (ASOCINDE) solicita compensaciones económicas por el cierre de cines y fondos de emergencia, licitaciones y nuevas convocatorias para que las empresas creativas puedan subsistir, pues se ha cancelado la difusión de contenidos y también su realización.
Aunque el consumo de productos audiovisuales aumenta con la pandemia, las plataformas que se verán más beneficiadas (como Netflix, HBO y Amazon Prime) no son colombianas. Para tratar de competir con esos gigantes, los realizadores audiovisuales nacionales han decidido colgar sus películas en plataformas más pequeñas con el fin de que sean difundidas así no produzcan ingresos.

Foto: Museo Nacional de Colombia
Los museos también cerrados
Por otro lado, las bibliotecas públicas mantuvieron sus puertas abiertas hasta el 17 de marzo a pesar de que sus funcionarios prendieron las alertas el 12 de marzo. Sin duda, la respuesta tardía y confusa del gobierno puso en riesgo a los empleados y al público, pues hasta ese día no contaron con los suministros de salubridad necesarios para enfrentar el virus. Actualmente, los profesionales de las bibliotecas públicas están tratando de evitar que sus contratos sean cancelados mediante la creación de contenidos virtuales para la promoción de la lectura.
Por su parte, los centros culturales del Banco de la República y otros 28 centros culturales cerraron sus puertas el 14 de marzo. Quizás los más damnificados del gremio de la lectura fueron los miembros de Arcadia, pues el grupo Semana la cerró “temporalmente” y despidió a casi toda la nómina.
Al igual que los centros culturales, los 16 museos de competencia gubernamental cerraron el 14 de marzo. Los museos académicos cerraron a la par que las instituciones educativas a las que pertenecen y los privados lo hicieron a lo largo de la semana.
Interrogantes abiertos
Todos estos datos y cifras ponen en evidencia la importancia de este sector, pero también su variedad y fragilidad. Así mismo, dejan abiertos muchos interrogantes: ¿Será que las medianas y grandes empresas le brindarán su apoyo mediante la inyección de capital? ¿Emergerá una entidad robusta que sepa enfrentar las secuelas que el COVID-19 dejará en este sector? Los fondos Bancoldex no son suficientes para reactivar el sector porque funcionan como créditos y, además, no todos podrán acceder a ellos. El panorama es bastante oscuro porque históricamente los bancos no han invertido en las artes y la cultura.
Como señala el IPEE, más allá del entretenimiento, el sector del arte y la cultura brinda “emociones en un mundo de sueños”. Además de los artistas y gestores culturales, el gran perdedor es el público, pues se está perdiendo de la experiencia artística y del encuentro con el otro.
*Gestora cultural y organizadora del Festival Manizales Blues.