Por más que se quiera disminuir la importancia de lo ocurrido en Mesetas es un hecho que la entrega de armas de las FARC fue un momento crucial para la historia de Colombia. Con este acontecimiento se abre un nuevo capítulo de la historia del país.
Medófilo Medina*
Se hace camino al andar
El 26 de agosto de 2012 la opinión nacional e internacional conoció el documento que abrió la fase pública de las negociaciones de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la insurgencia de las FARC-EP. Ya entonces el tablero de la paz señalaba muchos kilómetros recorridos: las exploraciones, el intercambio de plenipotenciarios y las negociaciones secretas en Cuba que hicieron posible el diseño y firma del Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera.
Desde entonces la paz fue trazando su difícil y vacilante recorrido, que fue acotando con hitos decisivos en fechas precisas. Cada uno de ellos ofrece un registro peculiar y necesario. Menciono los más importantes:
- 19 de octubre de 2012: instalación pública en Oslo;
- 19 de noviembre de 2012: apertura de las conversaciones en La Habana;
- 25 de mayo de 2013: “Hacia un nuevo campo colombiano: reforma rural integral”;
- 6 de noviembre de 2013: “Participación política: apertura democrática para construir la paz”;
- 16 de mayo de 2014: “Solución al programa de drogas ilícitas”;
- 6 de junio de 2014: “Declaración de principios para la discusión del punto 5 de la agenda: “víctimas””;
- 22 de agosto de 2014: la subcomisión militar se hace presente en la mesa de La Habana presidida por el general Javier Flores, jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Militares;
- 20 de diciembre de 2014: comienza la primera tregua unilateral e indefinida de las FARC;
- 23 de septiembre de 2015: Acuerdo sobre Justicia transicional;
- Enero de 2016: Estados Unidos se compromete a apoyar el proceso de paz de Colombia;
- Enero de 2016: la ONU acepta ser el organismo verificador;
- 24 de agosto de 2016: las partes negociadoras firman el Acuerdo final.
- 2 de octubre de 2016: plebiscito por la paz.
- 24 de noviembre de 2016: las partes firman el nuevo Acuerdo final y definitivo.
Paralela a la línea de tiempo anterior se puede seguir otra tejida por los hechos adversos a la paz que en cada uno de sus momentos cortaba el aliento a los partidarios del proceso y que al ser superados lo fortalecieron.
La culminación de esa historia breve de la paz, y por supuesto de cara a los anales del prolongado conflicto interno, es el evento en la vereda Buenavista del municipio de Mesetas, Meta, el 27 de junio pasado.
La coreografía entre el barro
![]() Acto de dejación de armas de las FARC. Foto: Presidencia de la República |
Hasta este paisaje de carpas y plásticos arribaron el presidente Santos, los estoicos representantes de los países garantes, figuras del proceso de paz y de la política nacional. Allí ya estaba desde días antes el comandante Timochenko. Los visitantes subieron a las tablas con sus botas enlodadas. El hombre de las FARC lo hizo en pantaneras, a las que cualquier guerrillero colombiano debe tanto. Allí se congregaron los 520 excombatientes, la mayoría jóvenes y muchachas, ya en parte con familia, y la gente de comunidades vecinas y de lugares más distantes.
La escena tuvo un toque de autenticidad que ya se había podido advertir en los actos de entrega de armas realizados en Caño Indio, municipio de Tibú en Norte de Santander, el 7 de junio y en el municipio de Buenos Aires en el departamento del Cauca el 16 de junio de 2017.
No es retórico el calificativo de histórico que le han dado al hecho de Mesetas sus protagonistas.
Se reconoció en los medios de comunicación que la culminación del asunto de las armas había sido impecable. El éxito se debía a la diligencia y al talento organizativo de Aldinever Morantes, el responsable de la zona veredal de Mesetas. El 27 de junio se llegó al número de 7.132 armas que representan el 100 por ciento de las armas individuales en poder de las FARC.
Veinte días sin reverso
![]() Inicio de los diálogos de paz entre el Gobierno y las FARC en La Habana, Cuba. Foto: Presidencia de la República |
En veinte días se cerró la entrega de armas. Eamon Gilmore, enviado de la Unión Europea para la Paz en Colombia, estimó pertinente señalar que en Irlanda la entrega de armas duró siete años.
Lo más peculiar y notable del evento del Meta en comparación con todos los hechos anteriores del proceso de paz es el sello de lo irreversible. Dejó de existir la formación militar insurgente más grande y organizada de la historia de Colombia. El 27 de junio fluyeron las grandes palabras, pero en esta ocasión sonaron justas, genuinas. No es retórico el calificativo de histórico que le han dado al hecho de Mesetas sus protagonistas, así como comentaristas y observadores.
Lo anterior lo confirma la historia. Hace 115 años, en los tres últimos meses de 1902, se acabó la Guerra de los Mil Días gracias a la firma de tres tratados: el de Neerlandia, el de Wisconsin y el de Chinácota. Esos acuerdos cancelaron la guerra que se había prolongado por 63 años y que enfrentó a los campesinos liberales contra los conservadores comandados por terratenientes, ganaderos y gamonales en trance de generales en siete guerras civiles nacionales. A raíz de la firma de esos tratados Colombia dio la espalda a la modalidad de la violencia política plasmada en la guerra civil declarada. El país vivió 45 años de paz. Los acuerdos o tratados de paz no son inanes.
Subrayo lo anterior por cuanto en el imaginario ha tendido a tomar forma una especie de mito nacional: la violencia en Colombia no es histórica sino congénita. No es un mito exaltante como para los mexicanos lo es el de la Virgen de Guadalupe, sino un mito-pesadilla. Por ello cuando me refiero a lo anterior no falta en el auditorio quien enumera con irritación algunos hechos de violencia acaecidos entre 1902 y 1946. Con aprendida paciencia yo explico que esos hechos de violencia no tuvieron la capacidad de provocar las espirales de violencia que han cubierto los otros períodos de la historia colombiana.
No me cabe duda: Colombia va a ser un país distinto. Cambiarán muchas maneras de actuar, tanto de las élites como del pueblo; también habrá mutaciones en la manera de ser de los colombianos.
El proceso que hoy nos es dado llamar –sin riesgo de ser estigmatizados– conflicto interno gozó de una centralidad indudable en la sociedad colombiana, en particular en la reproducción de su sistema político, sobre todo a partir del final del decenio de 1970. Sustraído ese dispositivo el organismo social podrá funcionar de manera menos traumática.
Firma de los Acuerdos de Paz con las FARC-EP. |
Entre el aplauso y la descalificación
Fueron muchas las voces de aclamación del acontecimiento de Mesetas por parte de quienes vivieron y siguieron la escena, tanto en el país como en el exterior. En una breve muestra publicada por El Tiempo en su edición del 28 de junio, de nueve declaraciones reproducidas de figuras nacionales e internacionales siete correspondían a reacciones muy positivas y dos a comentarios adversos.
Entre los encomiásticos sorprendió el de José Miguel Vivanco, director para América de Humans Rights Watch (HRW), por su reiterada crítica a la mesa de La Habana: “Felicitaciones. La dejación de las armas es una oportunidad histórica para los DD. HH. En Colombia”.
No se pueden ignorar las posiciones descalificadoras de lo ocurrido en Mesetas. El senador Uribe sacó a relucir su personal contabilidad en una pregunta confusa: “¿en qué quedan los 10.000 fusiles, que no sean 50.000, que adquirieron a través de Montesinos?” Juan Carlos Pinzón, exministro de Defensa, con no menos confusión sentenció: “Es un error celebrar la entrega de las armas como si fuera la totalidad. Es claro que Farc y disidencias tienen armas”.
No obstante, es obvio que a las FARC no se les puede pedir cuentas por la acción de las disidencias. Además, el 1 de septiembre de 2017 debe de haber finalizado el desmantelamiento de 900 depósitos de armamento inestable de cuya ubicación la ONU tiene ya las coordenadas suministradas por la guerrilla.
Es claro que el arsenal que sí ha aumentado es el de los adversarios de la paz que han agregado una nueva pieza propagandística contra el Acuerdo. Ahora operan con el fetiche de las armas como con un peligroso juguete.
Estas posiciones son apenas fórmulas de quienes seguramente lamentan la entrega de las armas por parte de la guerrilla porque desde hace mucho tiempo han acumulado su capital político sobre la explotación de la guerra y ahora, con desesperación, buscan proyectar hacia el futuro las coordenadas de un conflicto interno que ya no va.
Adicionalmente la desaparición de las FARC como formación militar les crea a esos medios sociales y políticos la dificultad de seguir proclamándose como lo defensores de las Fuerzas Armadas del Estado y como sus voceros oficiosos.
Entregadas las armas, ¡cambiemos de tercio!
Provoca desconcierto la posición de corrientes políticas y de dirigentes que presentan al debate público la idea de que la paz es un tema agotado y también agotador. Invitan a voltear la página y a poner en marcha otras agendas. Pero, ¿puede un país cancelar, así de pronto, todo una etapa prolongada y fragorosa de su historia?
Es claro que el arsenal que sí ha aumentado es el de los adversarios de la paz.
Además, los asuntos cruciales de la Colombia de hoy –como los de la tierra, el empleo, el narcotráfico, la reforma política, el papel del Ejército Nacional, el alarmante nivel de la desigualdad social, el desequilibrio de la relación centro-regiones, los temas ambientales, de género, la minería, etc.–, ¿no son los temas que se discutieron, diagnosticaron y para los cuales se ofrecieron algunas soluciones tanto en la mesa de La Habana como en el debate nacional que la acompañó? ¿Acaso un propósito nacional por la paz no crea mejores condiciones para la lucha contra el cáncer de la corrupción?
Realmente la construcción de paz es un proceso que hasta ahora comienza y que tiene por delante enormes desafíos.
* Cofundador de Razón Pública. Para ver el perfil del autor, haga clic en este enlace.