El turismo por motivos comerciales está acabando con la isla. Cómo proteger y recuperar esta reserva vital para Colombia.
June Marie Mow* y Juan Diego Ayala**
Un modelo depredador
En un artículo anterior describimos el escenario actual de San Andrés, una isla que ha tocado fondo desde la adopción del modelo de turismo masivo —que también podría describirse como una forma de monocultivo—.
Este es un modelo agotado, fracasado y depredador, basado en fugaces viajes de fin de semana, que ya de por sí implica una completa desconexión entre el visitante y el destino.
La vida en las islas, y no solo las actividades turísticas, está en peligro por los efectos del cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad.
Si se destruyen los ecosistemas y la sociedad insular ¿cómo podemos compensarlo? El dinero nunca será suficiente para recuperar el sustento de la vida en la isla.
Esta es una crisis existencial y paradójica —la principal actividad económica de la isla es la que la está llevando a su destrucción, y al mismo tiempo es una de sus mayores esperanzas de salvación— que necesita medidas urgentes, transformadoras, dando prioridad al bienestar de los habitantes y ecosistemas insulares.
Este es un modelo agotado, fracasado y depredador, basado en fugaces viajes de fin de semana, que ya de por si implica una completa desconexión entre el visitante y el destino.
Mantener el mismo rumbo significaría un desastre que acabe de hundir el barco.
Una reserva vital
San Andrés cuenta con los elementos primordiales: el mar y el paisaje marino, su gente única y su invaluable biodiversidad.
Tomarlo con calma, deliberadamente, para cambiar de rumbo hacia el desarrollo regenerativo sería el modo cierto de migrar de las medidas cuantitativas a las cualitativas y convertir esa isla en un lugar de reencuentro entre la gente y la naturaleza.
Esta sería una fuente vital de ingresos para la comunidad, para la recuperación ante potenciales desastres naturales y para conservar el patrimonio biocultural.
Hacia un turismo regenerativo
Lo ideal es desarrollar un modelo de turismo basado en experiencias enriquecedoras en términos culturales y ambientales, en donde el visitante de mente abierta y sensible a los temas sociales pasa suficiente tiempo en la isla para descubrir y comprender a su gente, y donde los habitantes insulares están orgullosos de su isla y sepan que vivir allí es un enorme privilegio.
Así, se transforma el modelo de negocio, considerando la condición de insularidad. Se promueven entornos donde el visitante descansa, se renueva y retorna inspirado a su casa, habiendo dejado en el camino un interesante intercambio cultural y un cierto número de beneficios económicos, que se quedan en la isla como reinversión de dinero para el bienestar de todos.
¿Cómo hacer que reviva la Isla de San Andrés?
Necesitamos trabajar en cuatro frentes.
- Nuevo marco normativo
Primero y principalmente se necesita aumentar la participación de la comunidad en el desarrollo insular y la distribución equitativa de valor; esto implica que los habitantes insulares participen en el diseño de un nuevo marco normativo, en la planificación del turismo y estén en primera línea en la ejecución de los planes.
A manera de ejemplos, los cambios normativos específicos deberían referirse a
- Limitar drásticamente el número de vehículos;
- Favorecer los vehículos no motorizados en mar y tierra para logar una movilidad limpia y saludable;
- Permitir únicamente el ingreso de productos químicos amigables con el entorno, y
- Usar prioritariamente envases retornables.
También necesitamos normas claras sobre el uso del espacio público, especialmente las playas, y sobre la conservación de la arquitectura típica de la Isla. Urge una nueva normativa en materia de construcción que detenga o desacelere las construcciones y mejore los sistemas de control urbanístico y turístico, porque el territorio insular ha alcanzado los límites de crecimiento.
Las nuevas normas deben frenar la construcción de nuevos edificios, además de contribuir con la descarbonización, ya que la construcción irregular e ilegal es una de las principales causas de la actual saturación que padece la isla.
Necesitamos además normas para evitar actividades humanas que deterioran la calidad del litoral, así como medidas de adaptación a los efectos del cambio climático actuales y futuros.
También es necesario promover la reubicación planificada de asentamientos en el territorio continental, como única opción para mantener a las familias a salvo y aumentar su resiliencia frente a los efectos del cambio climático y reducir la presión humana sobre un territorio limitado.
Finalmente, se necesita una política con enfoque de derechos humanos, en el que se sigan procesos auténticos, participativos e inclusivos, dada la alta complejidad y sensibilidad de la cuestión.
- Nueva estrategia de desarrollo.
Hay que lograr un desarrollo con bajas emisiones de carbono y efectos mínimos sobre el medio ambiente y la comunidad local. Hay que impulsar el uso eficiente de la energía y del agua, las fuentes de energía alternativas, mejorar la gestión de residuos sólidos y líquidos y preservar la identidad del pueblo raizal.
Hay además que estimular a los productores primarios y a los prestadores de servicios para que adopten buenas prácticas ambientales y sociales, invertir esfuerzos en prácticas alimentarias sostenibles mediante la recuperación del “backyard garden”, fomentar la pesca artesanal para asegurar el acceso a alimentos marinos sanos y reducir el uso de plásticos.
Por su parte, los operadores turísticos y las aerolíneas deberían realizar inversiones permanentes en programas regenerativos de largo alcance.
- Infraestructura resiliente
Regenerar los ecosistemas insulares ayudaría a salvaguardar a las comunidades costeras, a la vez que mejora la calidad ambiental y la de vida.
Estos activos naturales constituyen un seguro, son el “colchón” de la naturaleza contra el aumento del nivel del mar y las marejadas ciclónicas. La estrategia debe encaminarse a preservar y mejorar estos sistemas naturales para que cumplan sus funciones.

Hay además que estimular a los productores primarios y a los prestadores de servicios para que adopten buenas prácticas ambientales y sociales, invertir esfuerzos en prácticas alimentarias sostenibles mediante la recuperación del “backyard garden”, fomentar la pesca artesanal para asegurar el acceso a alimentos marinos sanos y reducir el uso de plásticos.
Para aumentar la resiliencia de la isla ante el cambio climático, tanto desde el punto ambiental como desde el socioeconómico, es crítico definir un concepto claro de adaptación y transformación.
Se aprovecha la oportunidad para trabajar con la naturaleza, es decir usar la naturaleza y la infraestructura natural combinada con una infraestructura “gris” cuidadosamente planificada e integrada a la natural para hacer la isla más resiliente frente al cambio climático.
- Financiamiento de la inversión
Para cambiar el modelo de turismo, hay una completa necesidad de que el Estado Colombiano:
- Ponga a disposición recursos financieros (créditos) para diseñar y poner en marcha mejores programas de desarrollo estratégico, teniendo en cuenta la importancia del archipiélago y la Reserva de Biosfera Seaflower.
- De prioridad a las inversiones en la calidad de los hoteles, infraestructuras turísticas, certificaciones y programas de capacitación, teniendo en cuenta el entorno natural y los habitantes insulares en vez de seguir licenciando nuevas construcciones.
El cambio de rumbo que necesita San Andrés es urgente, pero es también complicado y de largo aliento. Por eso un buen comienzo es adoptar desde ya la estrategia participativa o el modelo de desarrollo incluyente para todos los sectores y habitantes de la Isla.
Hay que adoptar un cronograma de actuación de largo plazo que se extienda, al menos, durante diez años, equilibrando las balanzas de poder político y sobre todo económico, comprometiendo la voluntad política y garantizando inversiones estratégicas para salvar este barco que se hunde si no lo remediamos.