Detrás de la pelea entre Correa y Moreno – que no es similar a la de Uribe y Santos- lo que está en juego es el pluralismo y la rotación dentro de la izquierda. A qué se debe la pelea y cuáles son las cartas de los protagonistas.
Mauricio Jaramillo Jassir*
No son Uribe y Santos
La disputa reciente y creciente entre el actual presidente Lenín Moreno y su antecesor Rafael Correa (quien reinventó el sistema político de Ecuador y se mantuvo diez años en el poder) ha sido causa de una intensa polarización política en el país vecino.
Algunos analistas y medios de comunicación han dado en equiparar a la ligera esta situación con la que hemos vivido en Colombia, pues según ellos Lenín Moreno sería el equivalente de Juan Manual Santos en 2010, cuando fue elegido como continuador “designado” del gobierno de Uribe, pero súbitamente decidió distanciarse y así causó una ruptura política irreparable.
Pero la situación en Ecuador es muy distinta:
- Lenín Moreno fue vicepresidente de Correa, pero jamás fue su escudero o su ministro estrella (como Santos de Uribe). Tampoco estuvo de acuerdo con todas las medidas o declaraciones – y en especial de algunas muy polémicas. Asimismo, cuando era asesor del Secretario General de las Naciones Unidas en temas de población discapacitada, tomó distancia del gobierno de Correa.
- Sin embargo Moreno no dejó de pertenecer a Alianza País, el movimiento político que surgió en la llamada Revolución Ciudadana – el proyecto político de Correa que impulsó sus reformas por la vía de consulta popular en 2011 y de la nueva Constitución en 2008.
El dilema de Correa
Después de tres períodos de gobierno (2007-2007), el presidente Correa se encontraba en un dilema delicado para las elecciones generales (Ejecutivo y Legislativo) del 19 de febrero de este año:
Se trataba de un candidato mucho más independiente, que jamás le rindió pleitesía a Correa como lo hacían otros funcionarios.
- La primera opción de Alianza PAIS era escoger como candidato a Jorge Glas, persona sobre la cual el hoy expresidente tenía gran influencia (se dice que “control”), pero una menor probabilidad de ganar frente a una oposición que controlaba las poderosa región de Guayaquil y empezaba a arriesgar seriamente la hegemonía del proyecto correísta.
- La segunda opción era postular a Moreno – con Jorge Glas como vicepresidente- quien tenía mejores opciones de ganar. No obstante se trataba de un candidato mucho más independiente, que jamás le rindió pleitesía a Correa como lo hacían otros funcionarios, especialmente los jóvenes a quienes Correa ayudó a impulsar en sus carreras políticas –este fue el caso de Gabriela Rivadeneira, ex presidenta de la Asamblea Nacional y férrea defensora del expresidente-.
Un divorcio previsible
![]() Movimiento político ecuatoriano, Alianza PAÍS. Foto: Wikimedia Commons |
Pero desde un principio Moreno desencantó a Correa al hacerse vocero de las reivindicaciones de varios sectores de Alianza País y proponer un cambio drástico de rumbo para ese movimiento.
Este marcar distancia se hizo más fácil porque el desgaste de Correa ya era inocultable. La sola sobreexposición mediática tenía cansados a los ecuatorianos, y a ello se le fueron añadiendo:
- La desaceleración de la economía como consecuencia de la baja en los precios del petróleo,
- El repunte en el desempleo, y
- La cercanía de Correa con Maduro, cuyo desprestigio acabó por afectar la imagen de la izquierda en toda la región.
Moreno jamás se presentó como el heredero de Correa. Dejó claro que él era candidato de un proyecto político de izquierda, pero marcó las diferencias frente a su antecesor. Aunque las coincidencias con el modelo de Correa eran obvias, en la campaña pudieron advertirse dos puntos de contraste:
- Por una parte Moreno reiteró que quería evitar la confrontación y que la polarización de los últimos años había sido dañina para Ecuador. Por eso dijo en entrevista con el diario La Nación del mismo 19 de febrero: “Pienso que las diferencias y la diversidad de nuestro país nos hacen fuertes. No hay que tenerle miedo a ser y a pensar diferente… De todas maneras, mi estilo de gestión es de diálogo y de dejar de lado la confrontación. […]”
- Por otra parte Moreno anticipaba una gestión orientada a combatir el cáncer que afectaba la Revolución Ciudadana: la corrupción. Como candidato afirmaba que la lucha contra este fenómeno y la promoción de la transparencia, serían dos principios importantes en los que no pensaba ceder.
Cuando surgieron acusaciones contra el vicepresidente Jorge Glas por supuestos delitos de corrupción, se podía prever una tormenta política. El recién elegido presidente tenía que cumplir su promesa de campaña y por eso se distanció de su vicepresidente Jorge Glas.
Las opciones de Moreno
Como Lenín había hecho todos los anuncios anteriores desde comienzos de este año, la ruptura con el expresidente Correa y con su propio su vicepresidente Jorge Glas no debería sorprender a nadie.
A Glas lo acusan de recibir sobornos de Odebrecht para otorgar concesiones importantes en proyectos de infraestructura. En tiempos de Correa, Glas fue también uno de los artífices de la “nueva matriz energética”, un proyecto ambicioso que convirtió a Ecuador en exportador de energía a Colombia y Perú.
Lenín está atrapado por la lógica de la elección popular: no puede destituir a su número dos quien también fue elegido por los ciudadanos.
La Fiscalía ecuatoriana dice tener pruebas contundentes sobre Glas (que incluyen grabaciones), quien apoyado por Correa desde su exilio voluntario en Bélgica, propone un nuevo cambio a través de una nueva Constitución, ya que se considera un perseguido político. Gabriela Rivadeneira -quien lo respalda-, ha insistido en que la figura del expresidente es intocable y que las denuncias contra Glas tienen motivaciones puramente políticas.
Ante las acusaciones penales contra Glas, Moreno decidió retirarle las funciones al vicepresidente. Sin embargo Lenín está atrapado por la lógica de la elección popular: no puede destituir a su número dos quien también fue elegido por los ciudadanos. Ante esta rara situación, el presidente
- Tendría que esperar a que Glas renuncie (poco probable mientras sea apoyado por Correa);
- O esperar a que sus delitos sean comprobados para que sea juzgado y destituido;
- O puede convocar a una consulta popular y preguntarle a la ciudadanía si está de acuerdo con que Glas renuncie. En la consulta también podría incluir figuras como prohibir la reelección y evitar un eventual regreso de Correa en el 2021. También podría proponer una reforma severa del Estado para que pueda luchar mejor contra la corrupción. Nada parece más coherente con las convicciones de Moreno que la vía de una consulta popular.
Pesadilla que nadie quiere repetir
![]() Actual Presidente del Ecuador, Lenín Moreno. Foto: Presidencia de la República del Ecuador – Flickr |
En la otra orilla, Rafael Correa y sus amigos de Alianza País preparan una campaña para la Asamblea Constituyente con él como candidato, y mediante la cual pretendería refundar el país tal como lo hizo en 2008; posteriormente llamaría a elecciones presidenciales para recuperar el poder.
Esta alternativa es poco probable porque -después de sus 8 presidentes en 11 años- Ecuador viene de diez años de estabilidad política y la opinión no parece dispuesta a embarcarse en otra “reconstrucción” que implicaría inestabilidad.
El recuerdo marcado en la memoria de la gente fue el feriado bancario de marzo de 1999, cuando los depósitos se congelaron debido a la crisis financiera, y millones de personas quedaron en la pobreza por la dolarización repentina de la economía. La estabilidad se ha convertido en un activo político de Correa contra el cual paradójicamente quiere atentar. Pero la mayoría de los ecuatorianos difícilmente lo permitirá.
Este nuevo escenario de ruptura en Ecuador tiene un significado claro: si Lenín Moreno es capaz de demostrar que la alternación es posible dentro del discurso oficialista, estaría ayudando a comprobar que la izquierda ecuatoriana logró afianzar un Estado plural democrático con garantías contrarias al discurso oficial.
Este es un modelo que urge proyectar en medio de la actual crisis de la izquierda, agudizada por el fin inminente del ciclo de Evo Morales en Bolivia, las derrotas electorales en Argentina y seguramente en Chile, y la degradación del oficialismo en Venezuela.
*Profesor de la Facultad de Relaciones Internacionales en la Universidad del Rosario
@mauricio181212