Mientras la diplomacia se estanca, los científicos y la sociedad civil han encontrado un espacio de diálogo fértil: la Cumbre de los Pueblos, donde iremos más allá de las nociones trasnochadas de “desarrollo sostenible” y “economía verde”.
Manuel Guzmán Hennessey
Otra cumbre inútil
Todo parece indicar que en Río +20 efectivamente se acabará reinventando el agua tibia. ¿Para qué ha de servir la pomposa cumbre? Me temo que para dar la impresión, una vez más, de que la diplomacia internacional actúa frente a un problema que amenaza a la humanidad entera. Pero, precisamente la ‘humanidad entera’ está al margen de la diplomacia internacional (y permítanme usar la expresión ‘humanidad’ para referirme a la sociedad del mundo).
Si pregunto a los lectores si creen que esta sociedad se siente representada por la diplomacia internacional, recibiría probablemente una respuesta negativa. Y no haría la pregunta entre los más pobres y marginados de la Tierra, sino por ejemplo, entre individuos comunes y corrientes de América Latina.
![]() ¿Toma en cuenta esta diplomacia lo que ha revelado la ciencia sobre laíndole de la amenaza? Todo parece indicar que no. Foto: Telesur |
¿La amenaza climática global es un asunto que deba ser manejado exclusivamente por la diplomacia o por la sociedad en su conjunto? ¿Toma en cuenta esta diplomacia lo que ha revelado la ciencia sobre la índole de la amenaza? Todo parece indicar que no.
¿Quiere decir esto que en Río+20 se profundizará la escisión entre la ciencia y la sociedad? ¿Entre la sociedad y la diplomacia? Sí y no. En este artículo intento explicar mi opinión algo paradójica sobre el por qué sí y el por qué no.
¿Por qué sí?
Tengo la impresión de que la cumbre de Río+20 sacralizará una nueva versión del agua tibia: la economía verde como constructo conceptual orientado a remozar (¿actualizar, enmendar, complementar, sustituir?) otro constructo de la economía y el ambiente: el desarrollo sostenible.
Ninguno de los dos conceptos es nuevo, pues el primero data, por lo menos, de 1989 [1] y el segundo de 1987 [2]. Este último fue sacralizado en Río 92 (la cumbre sobre medio ambiente y desarrollo). Me pregunto si el hecho de que el primero se ofrezca hoy como enmienda ideológica del segundo —justamente en el acto celebratorio de la reunión del año 92— implica o no un reconocimiento de su fracaso…
Como de todas maneras esto ocurrirá en la Cumbre oficial Río+20, el evento profundizará la peligrosa dicotomía entre ciencia y sociedad y la -aún más inquietante- escisión entre la diplomacia internacional y el resto de la ‘humanidad’. He aquí el por qué sí.
Más adelante explicaré las razones que tengo para pensar que la receta de la ‘economía verde’ no solo profundizará esta dicotomía, sino que distraerá (¿aplazará?) a la sociedad (la humanidad) de la búsqueda de alternativas verdaderamente estructurales frente a los actuales estilos de desarrollo.
La Cumbre de los Pueblos
Ahora bien, esta escisión fundamental saca a la luz un hecho positivo: el protagonismo fortalecido de la sociedad civil, que esta vez se concentrará en la Cúpula dos Povos (la Cumbre de los Pueblos) reunida por primera vez en 2009 en la Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (COP 15) de Copenhague. Klimaforum 09.
En Brasil, este protagonismo de la sociedad civil crecerá y se expresará como un clamor urgente y cada vez más coordinado, abordando de veras los ejes centrales del problema: las causas estructurales de la crisis, la aplicación de falsas soluciones y el examen de los nuevos paradigmas de los pueblos relacionados con el crecimiento, el progreso y el desarrollo.
![]() Foto: blogs.estadao.com.br |
El hecho de que esta cumbre paralela haya crecido tanto y de que hoy congregue a muchos académicos, líderes sociales, organizaciones y activistas de todo el mundo, no indica cosa distinta de que a medida que la diplomacia de Naciones Unidas ha venido apartándose de la ciencia y de la sociedad, se ha consolidado un espacio natural de diálogo entre estas últimas, como foro legítimo donde un día, no muy lejano, habrán de tomarse las decisiones que reclama la humanidad entera.
El desarrollo sostenible es un constructo ideológico pues plantea que la sostenibilidad es posible a partir de un sistema económico mundial que depende de la sobreexplotación de los recursos naturales y es impulsado por un ideal de progreso equivocado: el crecimiento económico infinito. Tal esquema, además, concentra la riqueza en unos pocos y profundiza la brecha Norte–Sur.
Pero resulta que el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha insistido en la necesidad de adoptar la llamada ‘economía verde’ para resolver los problemas de concentración de riqueza y de crecimiento de la pobreza, definida en los siguientes términos: “un sistema de actividades económicas relacionadas con la producción, distribución y consumo de bienes y servicios que resulta en mejoras del bienestar humano en el largo plazo, sin exponer al mismo tiempo a las generaciones futuras a riesgos ambientales y a escasez ecológica significativa” [3].
¿Se parece a la definición del desarrollo sostenible? Claro que sí (por algo pretende complementarla): “Un desarrollo que satisfaga las necesidades del presente sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futuras para atender sus propias necesidades” [4].
Es hora de ponerse a trabajar
¿Cuál es el problema de este nuevo concepto? Que se formula desde la misma lógica del problema que pretende solucionar: aquella que soporta a la llamada economía ambiental, según la cual es posible mercantilizar los bienes de la naturaleza (economía neoclásica convencional). Según Serrano y Martín, “Un verdadero modelo de Economía Verde no puede seguir basado en el crecimiento económico como fin último del mismo ni en las asignaciones de valor monetario al medio ambiente” [5].
![]() La diplomacia de Naciones Unidas ha venido apartándose de la ciencia y de la sociedad Foto: telesurtv.net |
Por el contrario, el esquema del Coloquio de Friiberg [6], es una buena guía para emprender una revisión crítica encaminada a construir una nueva noción de la sostenibilidad —algo que debería pasar en Río+20, pero ya es muy tarde—. Esta ciudad cercana a Estocolmo, cuando la idea de la sostenibilidad todavía parecía viable, acogió en el año 2000 a un grupo de científicos provenientes de disciplinas sociales, naturales y humanas, con el fin de que abordaran el problema desde todas las ópticas que les fuera posible.
Estas fueron las conclusiones de su primera reunión:
- El actual modelo de desarrollo del mundo no es sostenible.
- La globalización económica y social socava los sistemas naturales y construidos por la civilización humana, y que actualmente soportan la vida del Planeta.
- La complejidad creciente del mundo está determinada por una dinámica que aumentará la complejidad de todos los sistemas que interactúan en el mundo, lo cual impone un desafío desconocido para la humanidad.
- Los fenómenos inherentes al desarrollo, como la globalización, la inequidad, las migraciones y la pérdida de diversidad biológica, están relacionados con el calentamiento global.
De manera que los diagnósticos ya están formulados, y no había necesidad de reciclar un concepto más bien inocuo y hasta ambiguo —como economía verde— sino ponerse a trabajar en construcciones más idóneas sobre lo que resulta necesario para empezar a construir cuanto antes una nueva sociedad con menos emisiones de carbono.
Otras perspectivas
Este artículo podría ser más largo, pues hay mucha tela de dónde cortar, pero los editores de Razón Pública me advierten que “estudios indican que en Internet los lectores no leen más de 1.500 palabras”. De manera que apenas mencionaré otros caminos ya emprendidos, pero que no harán parte de la agenda del Río+20
- empezando por el Modelo Mundial Latinoamericano, realizado por la Fundación Bariloche entre 1972 y 1975, y siguiendo con:
- La Iniciativa sobre Ciencia y Tecnología para la Sustentabilidad de la Organización de Naciones Unidas para la Ciencia, la Educación y la Cultura (UNESCO).
- El Proyecto 2050, de Santa Fe Institute, el Instituto de Recursos Mundiales y Brookings Institution.
- El modelo de gobernanza de la complejidad.
- Las teorías del decrecimiento, consumo responsable y el buen vivir.
- El pensamiento de la señora Elinor Ostrom —Premio Nobel de Economía en 2009— sobre los medios de gestión de los bienes comunes (el derecho a estos bienes es igual para todos).
En fin, mucho más de 1.500 palabras.
* Director de la red Klimaforum Latinoamerica Network KLN, profesor de la Universidad del Rosario y autor de libros y artículos especializados sobre cambio climático y desarrollo sostenible. director@klnred.com