Las protestas sociales aumentan en Colombia y en América Latina. ¿Cómo y por qué sería posible una política económica que impulse el crecimiento y al mismo tiempo les sirva a las mayorías?*
Juan Esteban Jacobo**
Crisis latinoamericana
Gran parte de las economías del mundo están en crisis porque los gobiernos no han sabido cómo promover el crecimiento sin empeorar la condición de vida de la mayoría de sus habitantes.
Por ejemplo, los gobiernos de Argentina y de Brasil, después de años de favorecer a la clase trabajadora, llevaron a sus países a un estancamiento donde los incentivos para la inversión son casi nulos. La reacción en el caso de Argentina, pero sobre todo en el de Brasil, ha consistido en elegir un presidente de derecha que, con la promesa de restablecer los mercados, ha llegado a protagonizar ataques homofóbicos y racistas.
Por otro lado, están los casos de Chile y de Colombia, que han apostado por políticas de libre mercado para impulsar el crecimiento económico, pero descuidan el bienestar de sus habitantes. Las mayorías chilenas, y ahora también las colombianas, se han dado cuenta sin embargo de que el crecimiento económico favoreció apenas a un pequeño sector de población, y que las injusticias sociales no pueden seguir eternamente.
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La pregunta que sigue, por supuesto, es si el dilema anterior tiene o no tiene una solución.
La economía es política
Para abordar este problema es pertinente concentrarse en el caso colombiano, puesto que nuestra economía parece ir rumbo a una crisis social difícil de corregir con medidas coyunturales.
Es un rumbo, además, donde el desempleo, aún en sus mejores momentos, no baja del 8% ciento. Al mismo tiempo, sin embargo, la participación de los salarios en el Producto Interno Bruto (PIB) se ha mantenido por debajo del 40%. Por esto—y en contraste con la opinión de algunos economistas—, es evidente que los problemas de bajo crecimiento y desempleo en Colombia no necesariamente se deben a que los salarios sean demasiado altos.
Por supuesto que al disminuir los salarios se aumentaría el empleo, pero esta solución es políticamente inviable y socialmente inaceptable. El problema no consiste en reducir el desempleo, sino en hacerlo sin sacrificar ciertos mínimos de bienestar y dignidad humana.

Foto: Observatorio de Desarrollo económico
Tanto en Colombia como en Chile se han dado cuenta de que el crecimiento ha sido para unos pocos sectores
En este sentido, centros como la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (ANIF) parecen olvidar que la economía es siempre economía política, lo cual implica —para comenzar—, que el funcionamiento de los mercados está condicionado por las actitudes y reacciones de la gente.
Financiarización
Al problema del mercado laboral hay que sumarle el del endeudamiento del sector privado que implica el déficit creciente de la balanza comercial (exportaciones menos importaciones).
Bajo estas circunstancias, los sectores que más se benefician son los de actividades financieras, seguros y finca raíz; pero estos sectores, más que crear riqueza, lo que hacen es una transferir recursos existentes en la economía.
Estados Unidos, uno de los países más “financiarizados’’ del mundo, triplicó la participación del sector financiero en el PIB durante los últimos cuarenta años. En el caso de Colombia, el peso de las actividades financieras casi que se ha duplicado en los últimos quince años. Según cifras del DANE, el sector representa un 5,2 % del PIB, una cifra nada despreciable si se compara con el 7 % de Estados Unidos.
Si se añaden las actividades inmobiliarias y los servicios profesionales, resulta ser que el crecimiento de la economía “no productiva” en su conjunto se ha acelerado de poco más de un 17% en el 2005 a un 20% en el 2019.
Esta aceleración del crecimiento de la economía “no productiva” puede entenderse como una fuga creciente de capital, que en efecto reduce la acumulación neta para la sociedad —dado que el pago de los intereses y gastos similares por parte de las empresas disminuye el margen de utilidades disponible para ensanchar su capacidad productiva y para contratar a más trabajadores—.
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Sector financiero y empleo
El crecimiento de los sectores no productivos ha contribuido muy poco a la generación de empleo en una gran parte de las economías del mundo.
Por ejemplo, desde el 2005 el sector financiero y de seguros ha crecido en promedio a un 7,4 % anual, mientras que la tasa de ocupación en Colombia ha aumentado tan solo al 2,0 %.
Pero además hay que insistir en que el crecimiento acelerado del sector financiero en Colombia es una consecuencia natural del déficit creciente en la balanza comercial. Por contabilidad macroeconómica, un déficit en esta balanza implica generalmente que las inversiones no puedan ser financiadas con el ahorro privado nacional. Esto lleva a mayores niveles de endeudamiento de los colombianos, y a que una mayor proporción de los excedentes de las empresas se destinen al pago de servicios financieros.
La “financiarización” de la economía puede verse entonces reflejada en una caída en la tasa de crecimiento económico de largo plazo.

Foto: Presidencia de la República
El gobierno debe entender que la militarización de las regiones no sólo trae inseguridad para las personas sino que no permite el crecimiento económico.
Soluciones de economía política
Existe, sin embargo, una alternativa para los problemas de crecimiento que no necesariamente implica una reducción en los salarios (relativos), o pérdida de beneficios sociales para los trabajadores y pensionados.
Esta alternativa consiste en identificar los sectores no productivos de la economía, y replantear en consecuencia los pilares de la política pública.
Por ejemplo, en materia tributaria los gobiernos pueden aumentar sustancialmente sus ingresos si elevan los impuestos sobre capitales especulativos y otros negocios de carácter rentístico.
Bajo esta lógica se debe repensar el tema de las exenciones tributarias. Los incentivos para las empresas deben favorecer a aquellas que efectivamente creen riqueza, que generen trabajo y permitan un desarrollo real de la economía.
El libre comercio con los otros países, en la medida en que ponga en peligro sectores productivos como la agricultura y la industria, debe ser repensando o por lo menos condicionado, como se ha hecho en todos los países donde las políticas de «libre’’ comercio han sido exitosas.
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Por último, el gobierno debe asumir los riesgos económicos que implicaría una apuesta nacional para integrar y conectar las regiones marginadas que han sufrido por el conflicto en Colombia (como lo hizo, por ejemplo, Alemania occidental tras la caída del muro de Berlín, una apuesta que agrandó enormemente su poderío económico).
Seguir militarizando el problema no es solamente dañino desde la perspectiva de pérdidas humanas, sino además desde la perspectiva del desarrollo económico.
En esta materia vale recordar al gran economista Albert Hirschman, y dejar que los intereses se antepongan a las pasiones. Sin embargo, para esto es importante legalizar y buscar alternativas productivas a cultivos como los de la coca y marihuana -lo que parece poco probable bajo las directrices de este gobierno-.
*Este artículo hace parte de la alianza entre Razón Pública y la Facultad de Economía de la Universidad Externado de Colombia. Las opiniones son responsabilidad del autor.
**Ph.D. en economía de la New School for Social Research y profesor de la Facultad de Economía de la Universidad Externado de Colombia.