Este ejemplo de éxito indudable en el mundo empresarial al mismo tiempo esconde condiciones que bordean con las prácticas de esclavitud laboral. Esta es su paradoja.
Sergio Alejandro Gómez*
Una sorpresa en el mercado
El auge de las aplicaciones digitales enfocadas en domicilios ha creado miles de empleos en toda Latinoamérica.
Miles de personas optan por estos trabajos antes que aplicar a empleos formales debido a (1) las facilidades de contratación; (2) la relativa independencia; (3) las ganancias inmediatas; (4) y el libre manejo de horarios.
Así mismo, cada vez son más los usuarios que escogen estos medios digitales para pedir comida, hacer sus compras, pagar sus facturas y acceder desde su celular a los innumerables servicios que ofrecen las empresas de esta clase.
En la actualidad, Rappi es líder en la plataforma digital de esta clase de servicios en Colombia. Desde su fundación en el 2015, Rappi ha crecido hasta ser una de las empresas más valiosas del mercado.
Aunque apenas lleva cuatro años en el mercado, Rappi ya ha sido catalogada como el “Unicornio” de la economía colombiana, es decir, como el emprendimiento con un valor superior a los mil millones de dólares.
¿Dónde quedan las condiciones laborales?
Si bien está empresa es una iniciativa exitosa y rentable, su forma de manejo laboral es bastante problemática. No solo por las pésimas condiciones de trabajo de los domiciliarios, sino porque incentivan la economía informal en los países donde opera.
Los sub-empleos que ofrece Rappi a los domiciliarios —o microempresarios como los llama la compañía— están violando los derechos laborales fundamentales y paso a paso han transformado los sistemas tradicionales de previsión social del empleo formal.
Las personas interesadas en trabajar con la compañía asisten a las charlas que dan personas vinculadas a Rappi. Allí reciben instrucción sobre el funcionamiento de la aplicación, algunas pautas generales para comenzar las labores en el menor tiempo posible y ahondan en los beneficios de pertenecer a la gran “tropa naranja”.
Aunque apenas lleva cuatro años en el mercado, Rappi ya ha sido catalogada como el emprendimiento con un valor superior a los mil millones de dólares.
Después de asistir a las charlas y completar exitosamente el ciclo de inscripción y de operación de la aplicación, los domiciliarios comienzan a hacer los domicilios de todo tipo con el nombre y el logotipo que identifica a la empresa.
Una vez empieza su vinculación con Rappi, los Rappitenderos sufren diferentes tipos de explotación laboral.
1. Vinculación informal
Que lleven el nombre y el logotipo de la empresa no significa que los Rappitenderos tengan una vinculación formal con Rappi. Simplemente están vinculados de forma indirecta a partir de un acuerdo de prestación de servicios.
En Argentina, por ejemplo, Rappi no le ofrece a los Rappitenderos un contrato laboral formal pero sí les exige el pago de un monotributo; si no presentan la constancia de pago después de unos días, la aplicación les suspende la cuenta.
La empresa no se hace responsable de seguro médico, una indemnización por despido, un pago de vacaciones o una aseguradora de riesgos laborales (ARL). Tampoco cubre pago por enfermedades, y mucho menos brindan alguna licencia por la muerte de un familiar.
2. Seguridad en la vía
La multinacional no provee los implementos de seguridad a los domiciliarios que, en su mayoría andan en bicicleta sin cascos y chalecos reflectivos.
Como si fuera poco, los Rappitenderos tienen que comprarle a Rappi sus implementos de trabajo como la mochila y la gorra. Además, son los únicos responsables del mantenimiento de sus vehículos y celulares y no pueden acudir a la empresa en el caso de hurto a sus herramientas de trabajo.
Esta situación se agrava con los accidentes en los que se han visto involucrados los Rappitenderos quienes, a veces por cumplir con un mayor número de pedidos, cometen imprudencias en las calles y violan constantemente las leyes de tránsito. Por su parte, los Rappitenderos que trabajan con sus motocicletas cometen “contraviazos” y excesos de velocidad.
A todo eso hay que sumar que la aplicación no se hace responsable de los accidentes de tránsito. Rappi no hace hincapié en sus charlas sobre las medidas de seguridad vial y el código de tránsito y transporte, no cuenta con los seguros de todo riesgo para los domiciliarios, no brinda una capacitación a los “empleados” en la manipulación de alimentos y mucho menos se preocupa por dar las libretas sanitarias correspondientes para la entrega de pedidos.
Este año en Buenos Aires, Ramiro Cayola, un Rappitendero, murió atropellado por un camión. Días antes de su muerte, en Buenos Aires se habían prohibido las aplicaciones Rappi, Glovo y Pedidos, porque no cumplían con los requisitos mínimos de seguridad.
La respuesta de Rappi a la muerte de Ramiro Cayola, se limitó a un pésame vía e-mail: “¡Hola Antonella! Gracias por contactar al equipo de Rappi. Gracias por comunicarnos esta triste noticia que será una gran pérdida para su familia, reciban de parte del equipo de Rappi nuestras muestras de condolencia por la irreparable pérdida de nuestro Rappi en cumplimiento de la labor. Saludos”.
![]() Foto: Concejo de Bogotá |
3. Población vulnerable
Rappi funciona según el método de la economía compartida, es decir, donde no existe un salario fijo, sino que los “asociados” van ganando a medida que prestan más servicios.
En muchas ocasiones, este sistema obliga a los Rappitenderos a trabajar más de diez horas diarias, y además los obliga a exponerse a las condiciones climáticas y de inseguridad de ciudades como Bogotá o Ciudad de México.
Este tipo de empleos informales se aprovechan de la situación del inmigrante, quien no cuenta con los ingresos suficientes, y quien además necesita conseguir un empleo rápido que no implique presentar una hoja de vida.
La población vulnerable es la que se está vinculando laboralmente a Rappi. No en vano, en la mayoría de los países donde opera la aplicación una gran parte de los domiciliarios son inmigrantes. Por ejemplo, en Argentina, más del 80 por ciento de las personas vinculadas a Rappi son de origen colombiano y venezolano.
Además de eso, repetidamente se han denunciado irregularidades como:
- La suspensión del trabajo con la aplicación cuando el domiciliario rechaza pedidos;
- El incumplimiento de los pagos a fin de mes a algunos “microempresarios”;
- La remuneración por servicio prestado, independientemente de la distancia que deban recorrer (y aunque el precio varíe dependiendo las condiciones climáticas).
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La informalidad laboral
Bajo el pretexto de querer unificar la tecnología al servicio del público, Rappi ha promovido la informalidad laboral.
La empresa dice que los Rappitenderos son emprendedores independientes que tienen la posibilidad de tener mayores ingresos, sin horario fijo y con la posibilidad de conectarse las veces que quieran sin que exista una relación de subordinación o exigencia de resultados.
La empresa no se hace responsable de seguro médico, una indemnización por despido, un pago de vacaciones o un Aseguradora de riesgos laborales.
La realidad muestra lo contrario. Para tener un ingreso de miseria, los domiciliarios deben trabajar más de ocho horas diarias y en ocasiones son llamados a sus celulares para hacer domicilios incluso cuando no están trabajando en la aplicación.
Además, tienen una serie de restricciones cuando incumplen con los pedidos o el tiempo de entrega. Esto último está relacionado con la tasa de aceptación que tiene la aplicación. Esta consiste en que los domiciliarios tienen que aceptar la mayoría de pedidos que se reciban, aunque no sean los más convenientes. En el caso de comenzar a rechazarlos, el Rappitendero empieza a recibir menos pedidos hasta que es suspendido de forma temporal o definitiva.
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Rappi sigue creciendo
A pesar de todo eso, las ganancias y el número de “emprendedores” siguen en aumento.
La compañía ya cuenta con más de 25.000 domiciliarios distribuidos en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay. Su gama de clientes se cuenta por millones y hay estimaciones que calculan que la aplicación recibe más de cinco pedidos por segundo.
![]() Foto: Concejo de Bogotá |
La actualización de la legislación debe atrapar esta clase de nuevas economías, cuyos modelos responden a explotación laboral. Por su parte, los trabajadores están comenzando a crear sindicatos y asociaciones para exigir mejores condiciones laborales.
Argentina se está convirtiendo en un país pionero en este tipo de iniciativas. Además de las movilizaciones, en la ciudad de Buenos Aires se creó la Asociación de Personal de Plataformas (APP). Esta recoge a los trabajadores de las principales plataformas digitales (Glovo, Rappi, Uber, Cabify) para exigir y revindicar sus derechos laborales.
En 2018, los Rappitenderos llevaron a cabo una huelga en Argentina en la hora de mayor demanda en los principales puntos de concentración de los domicilios.
Los Rappitenderos, o bien esperaron a que el pedido estuviera listo para cancelarlo, o bien dejaron de aceptar los pedidos durante dos horas colapsando el funcionamiento normal de toda la aplicación.
La protesta logró que Rappi aumentara el pago por los domicilios de 35 pesos argentinos a 40 pesos. Sin embargo, la compañía bloqueó a la mayoría de los trabajadores que participaron en la huelga.
Las protestas, denuncias públicas y movilizaciones de esta nueva clase de trabajadores van en aumento. No solo los usuarios de esta aplicación, sino las entidades de control gubernamental deben exigir a Rappi y a las demás empresas digitales que formalicen a sus empleados y garanticen sus derechos laborales.
Este es el nuevo tipo de esclavitud laboral del siglo XXI. Es decisión de los usuarios si queremos perpetuar o parar este flagelo que días tras día está timbrando en más puertas.
* Politólogo de la Universidad Nacional de Colombia.