En su entrevista para Razón Pública, el ex candidato del Partido Liberal examina con lucidez la crisis de su partido, las relaciones con el gobierno Santos, la estrategia electoral del año entrante, la situación de Álvaro Uribe, la ley de víctimas y la ley de tierras, la sanción a Piedad Córdoba y las perspectivas de la guerra y de la paz.
Rocío Londoño*
Las elecciones pasadas
Rocío Londoño.- ¿A qué atribuye usted la escasa votación liberal en la pasada campaña presidencial?
Rafael Pardo.- Dos factores influyeron: el primero, la polarización entre el Uribismo y Mockus. Eso afectó muchísimo al Partido Liberal en las zonas tradicionales liberales. Los electores de esas zonas votaron por Santos por miedo a perder los beneficios de Familias en Acción y porque Mockus no inspiraba confianza. Otro factor fueron los electores de los centros urbanos, en especial de la clase media, que vieron que era el momento de derrotar al uribismo y votaron por Mockus.
R.L.- Se dice que su falta de carisma influyó en la baja votación liberal.
R.P.- Los que dicen que no tengo carisma algo de verdad tienen. Yo no lo veo como una crítica, sino como una característica. Por supuesto que es mejor que tuviera esa cualidad, pero digamos que el carisma no hace parte de mi dotación.
La crisis del partido liberal
R.L.- Desde hace varios años el partido liberal ha intentado renovarse y modernizarse ¿qué resultados se han logrado al respecto?
R.P.- El tema estructural de los partidos es lo que preocupa al partido liberal. Los partidos latinoamericanos eran partidos policlasistas, atados a estructuras gubernamentales y en buena parte clientelistas porque el sistema de provisión de servicios públicos era un sistema de oferta, es decir, construir hospitales, escuelas y vivienda barata. Así se hicieron los grandes partidos latinoamericanos como el APRA en Perú, el Peronismo en Argentina, el PRI en México y los partidos Liberal y Conservador en Colombia. Estos partidos tenían en el control de la oferta de servicios -esa era su gran oferta a la población-. Con lo que se llamó en América Latina reforma económica y en Colombia apertura esa situación cambió. El sistema de provisión de servicios se convirtió en un sistema de financiación y de subsidio a la demanda desplazando el sistema de provisión de oferta. Ese cambio lo sufrieron todos los partidos latinoamericanos -el PRI perdió las elecciones, el Peronismo se disolvió en veinte facciones distintas, el APRA casi que desapareció-.
A raíz de este cambio, el Estado entregó un carnet a la gente y un subsidio de vivienda, pero ya no construye hospitales ni escuelas. Esta situación empoderó al ejecutivo y debilitó a los partidos hasta el punto de que hoy día todavía no encuentran su papel. Ningún partido latinoamericano hizo el click del cambio.
El partido liberal, por ejemplo, enfrenta una paradoja: no ha podido dejar de ser un partido electoral, aunque ha contribuido a la elaboración de iniciativas como la Constitución del 91, la elección de alcaldes y los mecanismos de participación ciudadana.
En síntesis, el partido creó otros mundos posibles, pero no ha querido entrar a esos mundos. Por eso cuando hoy hablamos de renovación se confunde con volver al pasado y por eso no ha funcionado esa transformación, en parte por la pérdida del poder en el año 1998 y el cisma ético que produjo el Gobierno de Samper; y por la falta de representación del liberalismo en los sindicatos desde el año 2000, cuando no hubo un acuerdo sobre la ley de transferencias que cursaba en el congreso y los congresistas liberales deciden apoyar una iniciativa que rechazaban los sindicatos. Los sindicatos deciden crear el frente Social y Político, que años más tarde daría lugar a la creación del Polo Democrático. Con este escenario, lo que buscamos hoy en día es llegar a sectores no representados como las víctimas, los desplazados y grupos sociales excluidos por etnia o condición sexual.
Relación con el gobierno
R.L.- ¿Cómo justifica la dirección liberal el tránsito de la oposición a la coalición con un gobierno que ha prometido continuar políticas fundamentales del gobierno anterior?
R.P.- Hace dos meses era más difícil explicar este proceso porque se percibía a Santos como la continuidad de Uribe, pero ha quedado claro que Santos no es Uribe. Incluso si yo hubiera sido presidente estaría haciendo lo mismo que Santos está haciendo en este momento. Después de perder las elecciones yo hablé con los dos candidatos. Santos planteó lo mismo que había propuesto en la campaña: Vamos a hacer un gobierno de unidad nacional, los invitamos a ustedes, definamos una agenda. Le dije a Santos que la gente del partido podía votar en libertad, pero que me interesaba trabajar en una agenda común y entre la Fundación Buen Gobierno y el Instituto de Pensamiento Liberal comenzamos a trabajar proyectos liberales que se dividen en cuatro temáticas: 1. Ley de víctimas, 2. Ley de tierras, 3. Ley de primer empleo y 4. Sistema de pensiones para la población informal. Insistimos, además, en una actitud más influyente y menos reactiva en la política exterior latinoamericana, y en la separación de poderes y la independencia judicial. Santos ha sido serio en estos temas y hasta el momento ha cumplido. El partido está satisfecho con el hecho de que sus propuestas hagan parte de la unidad nacional.
R.L.- Entonces ¿no aspiran a tener representación burocrática en el gobierno?
R.P.- Sí, pero no tenemos afán. La U y los conservadores tienen en estos momentos una inmensa voracidad por repartirse los puestos; pero Santos ha logrado que esto no suceda al seleccionar un equipo de gobierno que no está comprometido con prácticas clientelistas. Esperamos que continúe de esa manera por la importancia que tiene sacar adelante los proyectos que estamos impulsando desde el partido liberal. Nosotros entendemos que un gobierno dura cuatro años y entramos por la puerta indicada, la de las ideas.
Las próximas elecciones
R.L.- ¿Contribuye esa alianza a la restablecer la unidad del partido liberal y a que en las elecciones del 2011 obtenga mejores resultados?
R.P.- Nuestra estrategia para las próximas elecciones se hará pública en quince días. Nosotros estamos enfatizando el tema de las ideas y queremos mostrar que las ideas liberales están gobernando. Santos ganó con sus votos y su organización, pero las ideas liberales tienen un papel protagónico. Esa idea queremos transmitirla a gobernaciones y alcaldías y aprovechar las experiencias exitosas de las gobernaciones de Horacio Serpa en Santander y Eduardo Verano de la Rosa en Atlántico. Es en el espacio regional y municipal donde los partidos están perdiendo identidad. En estos momentos al elector le da igual de qué partido es el candidato de su preferencia. Nosotros estamos en capacidad de construir una agenda de gobierno departamental y municipal y diferenciarnos de los partidos que ven las elecciones como una mecánica electoral, o de gobernantes exitosos que de un momento a otro se volvieron partido, trabajando sobre momentos coyunturales y no sobre programas.
R.L.- ¿Piensan hacer alianzas políticas con otros partidos?
R.P.- Yo estudié mucho el tema de los partidos hace cuatro años y viajé a Alemania para estudiar la experiencia que es considerada la más sólida en el tema de partidos políticos. Este viaje me dejó claro muchas cosas que en Colombia parecen incoherencias. Lo que hacen los partidos a nivel nacional, es totalmente distinto de lo que hacen a nivel provincial y local. En ese tiempo gobernaba el partido Social demócrata en alianza con el partido verde – la llamaban la coalición rojo-verde -. En las provincias las coaliciones eran distintas. Los social demócratas estaban con los cristianos, los ex comunistas con los liberales. Lo territorial no tiene que ver con la política nacional; eso tenemos que aprenderlo en Colombia. Nosotros estuvimos con Uribe en oposición al gobierno, pero no en oposición con todos los gobernadores que eran del partido de Uribe. Hace cuatro años, junto con el Polo Democrático, hicimos oposición radical a Uribe, pero en las elecciones de alcaldes y gobernadores solo hicimos alianzas con el Polo en un departamento. No se justifica que la relación gobierno – oposición tenga que trasladarse a nivel de las elecciones departamentales y municipales.
Uribe y la oposición
R.L.- ¿Y el anuncio de Uribe para las elecciones del 2011?
R.P.- No va a pasar nada. La gente en las regiones define sus coaliciones y no hacen mucho caso a lo que se plantea en la dinámica nacional. Uribe influirá poco porque no tiene el poder ejecutivo en sus manos.
R.L.- Hasta el momento no es claro qué sectores políticos van a jugar el rol de opositores al gobierno. ¿Será que Uribe termina ocupando ese espacio vacío? ¿Qué pretende el sector uribista que está promoviendo una Constituyente? ¿Es un síntoma de descontento con Santos y un aviso de que harán oposición?
R.P.- Uribe tiene una incomodidad creciente, pero no para jugar al otro lado. Nosotros sabemos qué es hacer oposición y eso implica una postura integral, que Uribe no asumirá. Y la propuesta de la Constituyente es un cuentazo que se han inventado los uribistas, pero les pasa lo del pastorcito mentiroso: ya nadie les cree.
No más reelecciones
R.L.- ¿Apoya el partido liberal la reelección inmediata de alcaldes y gobernadores?
R.P.- Yo era partidario de la reelección y apoyé a Uribe, así como la propuesta de reelección para alcaldes y gobernadores. Pero ya no estoy de acuerdo con la reelección porque la experiencia de Uribe fue desastrosa, no por un problema de normatividad sino por la actitud del ex presidente, que estuvo siempre en el límite del abuso de poder, poniendo en crisis la institucionalidad.
Dos proyectos bandera
R.L.- El protagonismo y entusiasmo del presidente Santos (y de su ministro de gobierno) en dos proyectos de ley -la reparación y la restitución de tierras a las víctimas del conflicto interno- parece estarle quitando liderazgo al partido liberal en temas a los que ha prestado especial atención. ¿Qué beneficios tiene para el partido liberal hacer parte de la coalición gubernamental?
R. P.- Nuestras propuestas están en la mesa de la Unidad Nacional. Que el Presidente haya impulsado la ley de víctimas es un hecho sin precedentes, es más, el presidente Santos ha ido más allá de lo que nosotros esperábamos. El esfuerzo del partido liberal está en mostrar identidad dentro de una coalición mayoritariamente uribista. Mientas los partidos conservador y de la U pelean por puestos, nosotros lo hacemos por proyectos.
R.L.- Con cierta razón se ha dicho que de ser aprobados los proyectos de ley de reparación a las víctimas y de restitución de tierras, podría producirse una nueva ola de violencia, puesto que los beneficiarios del despojo de tierras y del poder militar y político del narcotráfico no están dispuestos a acatar la ley y someterse a la justicia. ¿Qué habría que hacer para evitar un recrudecimiento de la violencia y un nuevo fracaso en la solución de problemas cruciales para restablecer la paz?
R.P.- Creo que el punto central es diseñar una política integral donde el Estado preserve la seguridad en estos procesos. Ya en las primeras reparticiones han matado a gente a la que le habían devuelto sus tierras. Pero la seguridad tampoco es el único punto a resolver. Nosotros hemos propuesto más que una restitución, avanzar en un proyecto de ley de tierras que estamos proponiendo para el año entrante y que estamos trabajando con el Ministerio de Agricultura. Es una ley que busca aumentar la productividad de la tierra, unificar su manejo en una sola entidad de carácter nacional, generar un paquete de incentivos como estaba planteado en "agro ingreso seguro", pero en este caso para ayudarle a los campesinos a hacer productivas sus tierras, una línea de reforma agraria y un sistema tributario para desestimular la tierra improductiva. El Ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, va en la línea de actualizar el sistema catastral, lo cual funciona en algunas zonas del país, pero en otras los procesos sociales son más complicados. Yo creo que está bien, pero que no nos podemos quedar exclusivamente con esta política, sino complementarla con lo que estamos proponiendo y por eso nuestro interés de trabajar en equipo con el gobierno.
R.L.- ¿La oposición del ex presidente Uribe y la escasa aceptación que estos proyectos tienen en el partido conservador y en la U, lograrán frenar su aprobación en el Congreso?
R.P.- No lo creo. El Gobierno de Santos ha hecho algo sin precedentes. En el caso de la ley de víctimas, invitó a los afectados al lanzamiento y les dijo que el compromiso de este gobierno es pasar a la historia con este proyecto -eso se ve reflejado en una exposición de motivos que es sólida y que sectores de oposición habían planteado con anterioridad-. En el caso de la ley de tierras, Santos tiene la intención de retomar el sentido histórico y la iniciativa que una vez promovieron López Pumarejo y Lleras Restrepo. Eso habla de un compromiso muy fuerte, que no se debilitará con los reparos por parte de sectores uribistas. Esperamos que Santos retorne a sus orígenes liberales.
R.L.- Qué opina de la propuesta de Gustavo Petro de hacer un gran acuerdo multipartidista y ciudadano no solo para defender los proyectos de reparación y restitución de tierras a las víctimas de la violencia, sino para promover una "negociación jurídica con las mafias" para frenar la violencia y en aras de la reconciliación nacional.
R.P.- Es una idea buena, pero ya existen mecanismos legales para eso. Lo que falta es voluntad real para aplicar dichos instrumentos.
El caso de Piedad Córdoba
R.L.- ¿Por qué el laconismo de la dirección liberal frente a la sanción impuesta por el Procurador a la senadora Piedad Córdoba?
R.P.- En general soy escueto en todos los pronunciamientos, pero el partido siempre ha tenido la política de no controvertir las ideas de fondo de las decisiones judiciales, sino buscar que existan garantías para los que están siendo investigados. El respaldo lo ha tenido en ese proceso, pero no podemos ser incoherentes con la exigencia que hacemos de respeto a la independencia judicial. No podemos responder a un fallo jurídico con argumentos políticos. Lo que hizo la senadora contó con el respaldo del partido y la autorización del gobierno.
Lo que sí podemos decir es que los procesos disciplinarios a los congresistas por parte de la Procuraduría General de la Nación son una aberración y eso lo reconoce el procurador. La facultad y la norma existen y fueron introducidos en el código disciplinario único en el año 2001. Pero es absurdo que un procurador en un proceso de instancia única destituya a un congresista elegido por voto popular. Ni siquiera la Corte puede hacerlo sin llevar a cabo un juicio.
Este mecanismo se ha utilizado dos veces sin procesos penales. La primera vez cuando el procurador Edgardo Maya destituyó al senador Bernardo Hoyos y ahora en el caso de Piedad Córdoba. El resto de las actuaciones disciplinarias han sido correlacionadas con procesos penales, como es el caso de la parapolítica, es decir se condena al congresista y luego se le destituye. Pero que hubiera destitución sin un proceso penal solo se ha presentado en los dos casos mencionados. Reitero que me parece una aberración.
La paz es más que el diálogo
R.L.- Al referirse a la política de paz del gobierno del presidente Virgilio Barco, usted afirma que si bien la herencia del gobierno de Betancur era complicada, fue clave el mensaje "de que el conflicto interno no tiene solución distinta a la negociación política y que, por inútil que parezca a veces el diálogo, esta es una vía que la sociedad colombiana nunca quiere ver cerrada"[1]. Después de una década de operativos militares contra las FARC, y de escasos resultados en cuanto al desmonte de las estructuras paramilitares, convendría retomar la idea de una solución política del conflicto interno, o en las circunstancias actuales usted cree que el gobierno debe buscar la derrota militar de la guerrilla y su rendición.
R.P.- Yo no creo que sean excluyentes la salida militar y la posibilidad de diálogo. Pero el diálogo no es una acción independiente de una política (a veces se confunde la paz con en el diálogo). En los procesos que yo pude desarrollar en los gobiernos de Barco y Gaviria, la paz era un conjunto de acciones y el diálogo un instrumento, probablemente necesario, aunque ha habido procesos de paz sin diálogo. No hubiera habido paz con el M-19 sin un proceso de cambio constitucional y sin un plan nacional de rehabilitación para quitarles la base política a las guerrillas en el campo. El diálogo sin una política de paz no sirve para nada.
De igual manera el diálogo tiene que ser apoyado por la sociedad civil y eso hoy no es posible por dos razones: una, el desastre del Caguán y dos, el proceso en Santafé de Ralito. Por eso hoy la posibilidad del diálogo no es legítima, aunque eso no significa que no se pueda construir, pero ésta debe ir acompañada de una política de paz. Antes era importante la desmovilización militar con la posibilidad de protagonismo político y tenía menor relevancia el tema jurídico. Hoy los papeles se han invertido, lo jurídico es lo primordial y objeto de controversia, pues mientras las víctimas de los paramilitares en su mayoría son campesinos pobres, las elites han sido las principales víctimas de las Farc. Por eso mientras el tema jurídico no esté aclarado y el diálogo sea visto como un signo de debilidad, la posibilidad de construir una política de paz quedará en segundo plano.
R.L.- Entonces ¿habrá guerra para rato?
R.P.- Mientras no existan proyectos colectivos el conflicto seguirá. El sistema de reinserción que creó el gobierno de Uribe es individual y sin preocupación alguna por construir redes o capital social, que en muchos casos es lo más importante en los procesos de reinserción. La reinserción del M-19 y del EPL, aunque con un número mucho menor de combatientes, fue exitosa porque eran personas que se comportaban como grupo. En el caso de los paramilitares las facciones son más notorias.
R.L.- El manejo publicitario del operativo militar que produjo la muerte del jefe de las FARC Jorge Briceño, y de otros guerrilleros, muestra no solo una pérdida del sentido de las proporciones con respecto a la FARC y a su jefe militar, sino una evidente complacencia con el exterminio físico de la guerrilla. ¿Usted qué piensa al respecto?
R.P.- El abuso de las Farc llevó a la gente a un rechazo generalizado. Las marchas del año pasado son una muestra de ello. La muerte de Jojoy es un reflejo de eso y aunque la reacción eufórica de la sociedad colombiana no me parece normal, es lógica en una confrontación. La prensa refleja una opinión y no tiene porqué pensar si esa opinión es pedagógica o no. Las fotos de la muerte de Jojoy han sido criticadas, pero lo mismo pasaba hace cincuenta años por ejemplo con el cadáver de Sangre Negra. En conclusión, no me parece que sea un problema de Colombia o de los medios colombianos, sino un fenómeno que sucede en cualquier parte del mundo donde haya libertad de prensa.
Mañana
R.L.- En sus escritos y en su trayectoria pública se advierte cierta tensión entre sus intereses intelectuales, sus convicciones morales y políticas, su modo de ser y las prácticas non sanctas del ejercicio político. ¿Aspiraría de nuevo a ser presidente de Colombia?
R.P.- No he descartado ninguna opción. No he tomado ninguna decisión. En la parte académica estoy escribiendo un libro sobre la Guerra Fría en América Latina, pero lo hago más por disciplina y costumbre.
*Cofundadora de Razón Pública. Para ver el perfil de la autora, haga clic aquí.
Nota de pie de página
[1] Rafael Pardo, De primera mano. Colombia 1986-1994: entre conflictos y esperanzas. Editorial Norma, Bogotá, 1996, pp.16-17.